Isabel García, bocachancla y pandereta
La nueva jefa del Instituto de Mujeres criticó con afán el engendro perpetrado desde Podemos y ahora pasa a lo contrario
Añoramos los tiempos heroicos de los grandes hombres donde la mano sellaba cualquier pacto, donde el apretón de manos era el mejor contrato, donde la palabra dada era una mano firme sin vuelta atrás. El único duelo al natural de un político serio debería ser la hemeroteca: el no contradecirse, el vestirse por los pies como antiguo, gente de una pieza y sin dobleces, ajenos a la trola y el trinque, el respeto a los compromisos adquiridos sin lo que ahora llaman «cambios de opinión»; otra cara nueva de la mentira cada vez más lujosa y cosmética, antes también posverdad.
Isabel García es la nueva directora del Instituto de Mujeres: criticó con afán el engendro perpetrado desde el sector podemita, incluso con amplio jardín de perlas cultivadas en sus propias redes sociales («Las mujeres trans no existen», «La ley trans no es una buena ley», etc) y ahora pasa a lo contrario por el puesto, por el sueldo, por el manantial nuevo e inesperado que riega su desierto. Bochornoso. Vomitivo. Asqueroso. Repugnante.
Todo vale, hoy digo una cosa y mañana la contraria, todo vale, me contradigo y nadie me saca los colores, todo vale, lo importante es el BOE, donde Isabel García sustituye a Ana Varela, quien antes se quedó afónica por el micrófono digital gritando en contra de la dictadura queer, del delirio queer, y no pasa nada, haz y envés, lo importante es recibir la fotosíntesis: pasta larga.
Todas las feministas históricas (Amelia Valcárcel, Lidia Falcón, etc) se opusieron a una ley de la bajeza e Isabel García estaba en esas, ensombrecida por grandes intelectuales, ella que no ha escrito ni la lista de la compra, pero ahora toca cambiar de palo, en ese «págame y llámame tonta», en ese cambalache de «callo si me das un cargo», en esa tropelía a tantas y tantos para quienes la palabra dada jamás fue un negocio.
Elizabeth Duval, portavoz de Sumar en materia LGTBI, tertuliana hoy televisiva a la que Jesús Cacho empezó a echar flores desde su cortijo, tacha de «vergonzoso» el asunto Isabel García, que no tiene un pase: «Envía un mensaje lamentable. El Instituto de las Mujeres no puede estar dirigido por alguien que sostiene la conspiración del borrado de las mujeres y critica la dictadura queer». Yolanda Díaz lo tacha de «decepcionante» y el río revuelto de reproches sigue hasta el mar.
Isabel García sonríe en las fotos. Ambos socios (PSOE/Sumar) se muerden y disputan el hueso de la Igualdad, desde la autodeterminación del género y la ley trans, pero la agencia de colocación funciona. Rentó la piqueta de Isabel García a Montero y ahora llega el premio gordo de una dirección grande de la cosa, con sus catorce paguitas y sillón giratorio. La muchacha no desechó nunca abrazos, llegó a compaginar su cargo de diputada con el de concejal, y lo que le echasen por delante porque está todo muy jodido, sobre todo las tortillas sin huevo batido que algunas tortilleras sirven tan bien en su Valencia natal.
El récord de la presente luminaria es haber creado una Red de Municipios contra la violencia de género en su comunidad autónoma y poco más sabemos del flamante historial político. La Duval al menos venía de la Sorbona, y hasta Jesús Cacho puso un póster en Villarmentero de Campos, en el hostal de la Petra, donde yo un día, frente al camping de negros en bolas, bebía cerveza caliente y preguntaba por él, de parte de Raúl del Pozo, donde una oca salvaje y negra me picaba el zapato.
El chiste lo publican ahora los mejores: «Isabel García expresa su total y absoluto compromiso con la norma para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI». Toma ya. El menú tiene postre en las redes sociales de la susodicha: «Lamento si alguno de mis comentarios personales ha podido causar alguna ofensa al colectivo». Tus comentarios personales solo afectaban a tu cuenta corriente, ahora mejorada, y ella te da las gracias, amor.
Los románticos piden la cabeza de Rodríguez y que Ana Redondo revoque su nombramiento de inmediato. Izquierda Unida y 38 organizaciones LGTBI andaluzas son los últimos en unirse a la cacería con perros y linternas por el bosque. Isabel García removió su Red de Municipios, con el cucharón del cocido, pero los entusiasmos a su favor fueron escuetos. Después de desdecirse de todo lo que ella cacareó hasta hubo lugar para el ditirambo: «La norma que aprobó el Gobierno en marzo pasado es pionera, ya que protege y garantiza los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales, con el objeto de erradicar cualquier discriminación y contribuir a su desarrollo en libertad e igualdad».
Todos se parten el culo con estos efluvios de bocachancla de libro y pandereta a todas las coplas, rumbas y cheques en blanco. Este partirse el culo nacional es una carcajada, un pitorreo, un mearse encima de la risa, un no parar, con las nuevas bolas del árbol navideño todavía en la cocina: «Desde mi nueva posición trabajaré para hacer una política integradora en favor de todas las mujeres y, por supuesto, de los colectivos LGTBI y las personas más vulnerables, reiterando que como demócrata, socialista y mujer siempre defenderé el diálogo». El diálogo de ella consigo mismo, claro. Una ventriloquia atroz, sujeta al oportuno régimen de vientos, cara al sol que más calienta. Mucha pena. En esa Valencia de la que viene algunos campesinos rompían billetes mientras le decían al patrón que en su hambre mandaban ellos.