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Viento nuevo

Carme Artigas entre interrogantes

«El perfil técnico (privado) nunca demuestra demasiadas ganas por ascender en lo político (público)»

Carme Artigas entre interrogantes

Carme Artigas, durante una entrevista con THE OBJECTIVE. | Carmen Suárez

España no soporta las dimisiones transparentes. España no tolera la limitación de mandatos. Uno con bigote, en cierta ocasión, habló de limitar a ocho años el mandato de todo presidente, y casi se lo comen con patatitas calientes a las finas hierbas. La dimisión, en España, sigue siendo bífida y bicéfala: obedece a cese o plantón, no hay más. Me voy antes de que me eches, o me voy porque ya no te aguanto y tengo otros planes. Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e IA, dimite y empieza el culebrón. 

Atruena, ensordece el cotorreo radiofónico español, diciendo que los ministros cobran mucho, por sus ochenta mil pavos anuales, y ellos cobran al micrófono medio millón de euros (el que menos) mientras callan como putas. El dinero gordo, el vil metal está en la empresa privada, aunque los contactos o influencia vengan de lo público. Carme Artigas, en lo que sabemos, avisó que venía por una sola tarea, organizar la Inteligencia Artificial aquí y hasta luego, Lucas. Incluso antes de su vuelta al sector privado, organizará la presidencia de Inteligencia Artificial para la ONU, nada menos. Carme Artigas era la designada por España para, fundamentalmente, hablar con otros países europeos y dibujar ya el marco de actuación frente a una IA imparable, desafiante, velocísima. 

Podemos dibujar ecuaciones sabrosas, interrogantes sedientos, dudas malévolas, pero Carme Artigas es una eminencia internacional en su sector. Treinta años de experiencia en el sector tecnológico, además de fundar y dirigir junto a su marido Jaume Agut la empresa Synergic Partners, comprada por Telefónica en el 2015 (gobernaba uno con barba) en una operación de diez millones de euros. Carme Artigas es la excelencia en el sector, a quien hubo que convencer para meter en el gallinero, y cuya falta dejará huella y herida en el sector. Carme Artigas, una vez cumplida su misión, acude rauda a sus obligaciones profesionales privadas y da el plantón esperado. 

«Trayectorias como la de Artigas son de cuento, porque la política no le ha dado un duro más del que ya tenía, y realmente nadie quiere que se vaya»

No existe la amistad –escribió Jules Renard- sino momentos de amistad, atisbos e instantes de amistad. Retener el talento para siempre es una quimera. Puede una inteligencia suprema hacer algo por su país en un momento dado, pero no para siempre, pero no con carácter indefinido. Todos lo dijeron: la empresa pública es una filfa, de ahí tanto mediocre colgado de la brocha, cuando la meritocracia es casi siempre privada, bien pagada, respetable y nada sabe de cambalaches propios de bazar oriental cutre. No tengo nada contra el sector, pero llama la atención un ministro que sea maestro de primaria, por ejemplo, aunque tenga el carnet del partido antes de afeitarse. Llama la atención. El sector público, sí, tiene que acudir al privado para encontrar a sabios como Carme Artigas o Álvarez Pallete, nombrado en todo el mundo, para que apaguen fuegos. Alguien dirá hoy que no, que es Pedro Sánchez quien apaga la hoguera de Pallete con la compra del diez por ciento de Telefónica, pero es que la excelencia está ahí, no solo compra acciones, y por eso Macron hizo exactamente lo mismo con Orange en Francia, y a toda hostia.

La Teoría de la Rama es divertida: el mono, para moverse entre las copas de los árboles, no suelta una rama hasta que tiene otra bien agarrada, de lo contrario se cae al suelo. Las mejores ramas están en la privada y luego, por ahí, puedes saltar de árbol en árbol, no solo para encontrar monos que vengan a cantar y tocar el piano digital en lo tuyo, sino también para eso tan sabroso que llamamos Puertas giratorias. Trayectorias como la de Carme Artigas son de cuento, porque la política no le ha dado un duro más del que ya tenía, y realmente nadie quiere que se vaya, cuando en lo público se ve mucho inútil, y los tiempos y modos de lo privado son más serios. Sale de lo oficial, presidirá brevemente la ONU en IA, y vuelve a lo privado colmada de honores. ¿Son gilipollas en la ONU? Demasiado listos.

¿Está el ministro de Transformación Digital, José Luis Escrivá, a la altura de Artigas? ¿Tuvo el ministro que luchar por montar una empresa y sacarse los cuartos él solito? Qué sepamos lo de este señor era la Economía, bajo la bota de Nadia Calviño. No hay nadie en el mundo que sepa más de Inteligencia Artificial, Big Data e Innovación Artificial que Artigas. Así Pedro Sánchez la mantuvo en ejercicio desde el 2020, porque era nuestro Bill Gates, nuestro Steven Jobs. El perfil técnico (privado) nunca demuestra demasiadas ganas por ascender en lo político (público). Realmente, está más cerca de un artista que de un artesano. Quiere crear en lo suyo, sin agobios. 

Sánchez quiso hacer a Artigas Ministra de Industria, Comercio y Turismo: porque la industria de hoy es la digital, igual que la venta e incluso los borrachos que vienen aquí (al botellón de Europa) a ponerse morados y en pantalón corto. En mayo tendremos el libro: los documentos que Artigas coordinó, a nivel internacional, sobre IA y regulación tecnológica. El acuerdo duró más de treinta horas en el Parlamento Europeo. Artigas fue quien, además, creó la Agencia Nacional de Supervisión de la Inteligencia Artificial. Una eminencia en el servicio público. Una trabajadora incansable. Un profeta en lo suyo: lo que nos cuenta es lo que vendrá. Al revés de lo que ocurre en la radio, que no saben ni si lloverá mañana.  

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