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Viento nuevo

Ortega Smith, dimisión

«Esa botella de agua como síntoma del peor matonismo es incompatible con la cámara, que es siempre debate»

Ortega Smith, dimisión

Javier Ortega Smith, en el momento del incidente en el Pleno del Ayuntamiento. | Europa Press

Vox viene a hacer de Vox. Ortega Smith hace de Ortega Smith. Pero cada vez el muñeco de cachiporra se desinfla. Cada vez están más nerviosos. Las transferencias que denuncia Olona fueron una bomba lapa en la conciencia de muchos. La sobreactuación es primitiva, dantesca, chusca y vomitiva. Ellos, sí, son los fuertes, los demás todos blanditos, unos blanditos los peperos, y otros blanditos cualquier posible izquierda. El negocio es la violencia, que en la primera cata es chapapote informativo por el golpe y, una vez colado, publicidad, siempre publicidad. Vomitivo.

Martínez Almeida se ha pronunciado hoy con toda claridad: «Ortega Smith debe dimitir». PP, PSOE y Más Madrid piensan de modo idéntico. Este constante buscar pendencia, esta promesa de azumbre de hostias frescas, esa botella de agua como síntoma del peor matonismo es incompatible con la cámara, que es siempre debate, arbitraje,  moderación. La política, repetimos, es conseguir que el piensa diferente a ti haga lo que tú quieras, y ello solo se consigue con talento, talento y más talento. Oratoria, formas, dialéctica, encuentros, seducciones, acuerdos, política. Ortega Smith no sabe dónde está: fuera de sitio, vacío, hueco, en otro planeta, precisa lecturas y lenguaje lujoso, joyería verbal, algún tocho amarillo de Aristóteles. 

Es gracioso, simpático, los amigos de Ortega, los julitos de la televisión del toro, los gatunos sin cascabel, los gacetilleros de la peor gaceta, cómo señalan, sitúan, dibujan, dicen que la botella de agua estaba vacía. Para partirse el eje, vamos. ¿Mejor llena? ¿Mejor una de ron? ¿Mejor un bidón de tintorro de quince litros? El caballero se acercó a la bancada y arrojó una botella, mediante el viento añadido de sus folios blancos, metiendo morro, y buscando enganche, y solo faltó añadir: «Vamos a la calle, porque estamos en un bar». Una macarrada de libro. Cada vez menos rentable, sí, porque se acaba el negocio de apagar fuegos con gasolina. Menos sonajero: más currele y datos.

Debe dimitir porque Ortega, el de la mineral salvaje, se ofende a sí mismo con semejante comportamiento. Decían las viejas leyes de la judicatura, también aplicables al protocolo impersonal: «Condenar el delito y compadecer al delincuente». Aquí traducimos: «Condenar la camorra y compadecer al camorrista». La línea roja, a mi juicio, siempre es la amenaza, una vez trazada no podemos esperar todos sentados a que el buen señor, un día sin aguas y con vinos, la cruce de sopetón y a zancada gorda. PP, PSOE y Más Madrid respetan a la cámara, protegen a la cámara, el Ayuntamiento, que es la base de todo. Además, sí, es el portavoz del grupo político, el Capitán, todo nefasto, cualquier grumete ya estaría cesado, resulta intolerable, vil y desagradable.

«Algunos vimos más fuerte al señor Rubiño que al gigante verde de dos metros: uno se defendió con la palabra; el otro, cerca del mamporro, se diluía, diminuto, perdidas las formas»

Abascal se frota las manos, porque Ortega ya inició fugas en el pasado, y esta riada le viene bien, realmente siempre le vio más cerca de Olona que de lo suyo. Al Capone cayó por unos cuantos sellos postales, dicen, y Ortega Smith lo va hacer por una botellita de agua, por una borrachera de agua, por un calentón que en la vida pública no cuestan unos cuantos puntos sino que te quiten el coche y te condenen a tu sitio, la cuneta. Las cámaras (ayuntamientos, congresos, senados, etc) son el respeto al contrario, la escucha del diferente y la atención precisa a la minoría. Los blanditos, sí, son los que llevan el ronzal, y los macarras esperan en el bar o en la calle con pasamontañas.

¿Cómo responder al negocio diario de la violencia? Muchos sociólogos sostienen que siempre los partidos demócratas tienen las de perder. ¿Qué hacer frente a un tío que ofrece gresca, pelea, pendencia, camorra, bronca? En la calle, lo sabemos, muchos son mamporreros, untados de algún modo, dirigidos o teledirigidos por algún beneficio velado. El problema es esta violencia que lucha por institucionalizarse e ir, lentamente, comiéndose las cámaras bajas y altas, a dos carrillos, sin tregua, embaulándose a quien se ponga por delante, ajenos a todo principio cívico, buscando la brocha gorda de la peor prensa, ese titular que ellos sienten les fortalece, creciéndose con el débil, ajenos a cualquier política seria, respetable, tolerable y de altura. Ortega Smith debe pedir perdón, dimitir y pasar al banquillo de esas fundaciones golosas donde llega todo el oro oficial o a las hogueras con palabras que otros, vino mediante y no agua, cacarean. 

Hemingway llegó a sostener que había borracheras producto del agua mineral. Eduardo Rubiño, edil de Más Madrid, respondió como un caballero. Esta borrachera sin borrachera, este pasote sin freno, este bullying de patio de colegio, este acoso sin motivo, huele muy mal. Los ediles del Ayuntamiento de Madrid, como los de cualquier otra parte, están ahí para saber qué pueden hacer juntos por la ciudad, no para ninguna batalla de egos ni duelo entre gigantes. Algunos vimos más fuerte al señor Rubiño que al gigante verde de dos metros: uno se defendió con la palabra; el otro, cerca del mamporro, se diluía, diminuto, perdidas las formas. Ortega debe dimitir porque la botella de agua estaba vacía pero el vaso lleno. La capacidad de aguante rebasada envicia el aire, emputece el ambiente, y cualquier cámara sin diálogo es inoperativa. Ortega Smith debe respetar a los votantes de Eduardo Rubiño tanto o más que a los suyos propios: ese es el único juego democrático. Si lo desconoce, mejor volver al gym. 

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