THE OBJECTIVE
Viento nuevo

Cuba ya no tiene arreglo

«Hay cánceres que no admiten cirugía, enfermedades letales solo dirigidas a paliativos»

Cuba ya no tiene arreglo

El dictador cubano, Miguel Díaz Canel. | Europa Press

Llora Virgilio Piñera sus lágrimas de Swarovski. Llora José Martí sus lágrimas como balas con bigote. Lloran Carpentier y Nicolás Guillén,  Lezama Lima y Dulce María Loynaz, Heredia y Cardoso, Eliseo Diego y Oliver Labra. Cuba ya no tiene arreglo. Pensamos que las libertades son de quita y pon, que las leyes son de quita y pon, que las constituciones pueden ser postizas y, tras paréntesis de viles dictaduras rojas, todo acaba en una ruina atroz y sin curato. Hay cánceres que no admiten cirugía, enfermedades letales solo dirigidas a paliativos. Cuba es un infierno real.  

Ríos de tinta llevamos con el caso cubano, y ya no caben profecías a lo Vázquez Montalbán o García Márquez, ya no hay caso Padilla metido injustamente en la cárcel, solo hambre amarilla, hambre en las tiendas, hambre entre barrotes, hambre en los ojos (la peor de todas). Fidel Castro, por fin, está mudo, y Raulito el hermanastro, tan homosexual como Chávez, peina el bigote de muñeca bajo palmeras imaginarias. La isla destrozada, con su castellano musical, donde yo vi cambiar siete cartones de leche por un tocho luminoso de Cabrera Infante, no existe. Entre todos la mataron y ella solita se murió. Pena y el asco indecible, pena y luto, pena sin esperanza.

En el infierno no hay alimentos básicos, ni medicamentos elementales, la inflación es cutánea y epidérmica (nunca sale de uno mismo). Irse es la única manera de sobrevivir. En mitad de las llamas como catedrales, sale un iluminado, Manuel Marrero Cruz, en el marco de la Asamblea Nacional del Poder Popular, X Legislatura, y vende su pócima de nada: subirá el combustible, subirá la tarifa eléctrica, subirá el transporte. No falta la arenga de que la culpa de todo es de los Estados Unidos, cómo no, y también de la pandemia, y también del globalismo y también cómo «persisten insuficiencias propias y problemas subjetivos que afectan la capacidad de programas y proyecciones económicas». «¡Manda huevos!», que dijo el otro. 

«Subida de combustibles en la tierra mojada donde nueve litros de gasolina cuestan un dólar, donde el salario mínimo son ocho dólares. Es todo de risa»

Marrero grita como Fidel, y es un peón de Díaz-Canel que jamás llegará a alfil y, como aquí con el independentismo a la catalana («Te la meto por la noche y la saco por la mañana») todo son palabras huecas, mucha chatarra, verba vacía. Quiere Marrero, y pide, un Ministerio de Economía fortalecido, un Ministerio de Finanzas robustecido, diversificación de bienes y servicios, inversión extranjera y no sé cuántos cuentos más navideños. Todos son pobres, la calle es pobre, y los ricos que van a los hotelazos de lujo, en el fondo, siguen pagando fuera, porque nada de eso llega a la calle. La única economía real, donde se ven billetes, es la eterna de las jineteras por el malecón de Antonio Burgos y Carlos Cano: «Ay salero, ay salero, ay salero/ con el coño se gana el dinero». La subida de todo, cuenta Marrero, «no tendrá un efecto inmediato ni resolverá todos los problemas, pero avanzaremos con la convicción de que es el camino correcto para mejorar la situación actual». Hay que tener cara. Hay que tener los bemoles musicales. 

Subida de combustibles en la tierra mojada donde nueve litros de gasolina cuestan un dólar, donde el salario mínimo cubano son ocho dólares (2.100 pesos). Es todo de risa. Venezuela, Cuba, Ecuador, fueron los modelos que los podemitas nos contaban con altavoz y alpargatas en la Puerta del Sol. Subida ahora hasta de lo que dicen «agua no metrada», que debe ser la del grifo, donde los mendigos ya se lavan con saliva, unos a otros, como gatos de cementerio, como gatos entre cubos de basura, donde los ratones son mayores que los mismos felinos y todos los confunden con perros. Trae Marrero colgando también buenos regalos para el máximo próximo: subidas al tabaco, subidas al cilindro de gas licuado, subidas a las infusiones y «medicina verde». Mucha infusión con ron hay que beber para aguantar el cepo terrible.   

La culpa de todo la tienen los putos americanos, sí, pero hay que incrementar las remesas, habla Marrero con mucha saliva de remesas y remesas, incrementar incluso el flujo de divisas, y todo puede conseguirse, claro, con el tabaco que sube, el ron que subirá, y el níquel que seguirá en lo más alto de todo. ¿La fórmula? Bajar los aranceles a la mitad y chimpún. Cuba o la miseria. Cuba o el desastre. Cuba, con el castellano musical más bello del mundo: muda, rota, muerta, violada, saqueada, enterrada.

Marrero, ay, Marrero, que iba para camarero, y dice que no hay que dejar de mirar con el ojo bueno, y no el tuerto, al mercado digital. Suena todo a chiste de taberna estraperlista y criminal. Aquello que decía siempre González-Ruano del poeta: «Eliodoro Puche, amigo de las tabernas criminales y las mujeres de más baja estofa». ¿Qué mercado digital tienen los pobres y mendigos? Pobres de pedir, mendigos de no comer, el cuento no lo zampa de Gandhi. Un comercio electrónico, sigue Marrero, con pagos desde el exterior y con medidas para que las empresas no estatales puedan realizar sus importaciones con pagos desde Cuba. Marrero o la estafa social. Marrero o la mentira privada y arborescente (aquello de Rimbaud: «La literatura, esa hiedra íntima»). ¿Dónde está ahora el Vázquez Montalbán de turno, con olor a bigote y Soberano, jersey de pico y naipe viejo, en Casa Leopoldo, que nos renueve el cuento? Cuba al garete. Y todos los podemitas con un chiste viejo: «Si los de Kenia se llaman keniatas, ¿los de Cuba son cubatas?». La infamia. No hay solución para la muerte. Lo sentimos. Amén.

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