Unzue y los políticos, el Madrid y el abismo
La brecha entre el Real y los demás es grande, la ELA es una enfermedad incurable y la política malvive en fuera de juego
De Madrid a Chicago, o a cualquier otra ciudad estadounidense, durante el vuelo hay que constatar en papel firmado que no piensas atentar contra el presidente de los Estados Unidos. Requisito indispensable. Una vez en la terminal, con la documentación en regla puede suceder que hasta la recogida del equipaje todo sea un trámite o que al policía de turno le dé mala espina el pasajero y convierta su vida en un infierno. Por eso hay dos tipos de llegadas, la dramática de Upon entry y la almibarada y más que probable de Kylian Mbappé a territorio blanco, donde hasta los más reticentes le esperan cual santo advenimiento, sin otra exigencia que su afán por convertirse en el siguiente Balón de Oro.
Por todo lo que significa Mbappé y su aterrizaje en los madriles, faltaban horas en las tertulias deportivas para cubrir el acontecimiento, aún hipotético. Para no caer en el tedio, la actualidad salpimentaba el monotema con los bemoles que le faltaron al Cholo para plantar cara al Inter, de ahí la derrota (1-0); o cómo a Xavi se le escapa el Barcelona entre los dedos, y las ventajas a su fragilísimo equipo (1-1, después de 0-1 en Nápoles). Tanto yerra el entrenador que se confunde al tomar decisiones como el que no se atreve a tomarlas. El resultado suele ser idéntico: «negativo». Todo ello sucedía casi al tiempo en que Juan Carlos Unzue descubría que en su comparecencia y la de otros enfermos de ELA en el Congreso sólo había cinco diputados. Recordó, no obstante, como lo hace Jordi Sabater, otro adalid de la lucha contra la terrible enfermedad, que uno de estos condenados a muerte necesita anualmente 100.000 euros paras sobrevivir. «Me jode mucho sentirme un privilegiado porque mi situación económica no va a condicionar mi decisión final de cuándo morir, pero a muchos compañeros sí les condiciona, y creo que eso no es justo»», recalcó el exfutbolista.
Llamó la atención la ausencia masiva de políticos en un acto imprescindible, pues se trataba de convencerles de que tienen que apoyar la ley ELA para salvar muchas vidas y mejorar otras. Coincidió este plantón con el de los diputados de Junts, ERC, Bildu y Podemos cuando Francina Armengol, ¡sí, ella!, reclamó un minuto de silencio en memoria de los dos guardias civiles asesinados en Barbate. Desde su buena fe, Unzue pensó que quienes no estuvieron tendrían cosas más importantes que hacer, o que su voto y el de sus compañeros de fatigas es baladí; también se puede pensar que quienes salieron por patas del hemiciclo lo hicieron por su presunta simpatía con los «narcos» y su contrastado odio cerril a los «picoletos».
Prescindamos del recurso «admitimos pulpo como animal de compañía» y, sin necesidad de realizar un acto de fe, aceptamos que Kylian Mbappé está en el bote de Florentino Pérez y que la clase política es mucho mejor de lo que aparenta. Imaginemos, incluso, que la presentación del futbolista en el Bernabéu, días después del concierto de Taylor Swift, será la primera semana de junio, con permiso del PSG, y que a partir de ahí cualquier fasto en el coliseo blanco se antojará tan normal y cotidiano como el hecho de ganar la Liga. Si con una media de siete ausencias por lesión el Madrid no ha sufrido más revés que la eliminación de la Copa y se mantiene líder en el campeonato doméstico y con ventaja sobre el Leipzig en los octavos de «Champions», convengamos que a partir de la próxima temporada lo que habrá entre él y los demás será un abismo. El Barcelona (270 millones) ya está por detrás del Atlético (296) y muy lejos de la plantilla de Ancelotti (727) en cuanto a masa salarial. El Atleti peina el mercado en busca de gangas y baratijas, el Barça ya no tiene palancas de donde tirar y el Madrid de Bellingham, Vinicius, Brahim, Rodrygo y Endrick se refuerza con el gallo francés. Por mucha cautela que demande el fútbol, pensar que el proyecto madridista para el próximo lustro está muy por encima de esa competencia que avanza a real y media manta no es sino la cruda realidad. Su crecimiento es directamente proporcional a las calamidades del Barça. A Joan Laporta apenas le quedan conejos en la chistera, salvo uno, quizás: Jaume Roures, cuya fórmula práctica, que no mágica, sería convertir al club en Sociedad Anónima Deportiva. Mientras tanto, la brecha entre el Real y los demás se hace más grande, la ELA sigue siendo una enfermedad incurable y la política malvive en fuera de juego baqueteada por Koldos, Ábalos, Puigdemonts y un inagotable muestrario de malas compañías. La buena noticia es que al famoso muro de Sánchez se le empiezan a caer los ladrillos. A Roger Waters le habría sobrado para componer un segundo álbum de The wall.