THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

El síndrome de Casandra y los bloqueadores de pubertad

«Para los actores de la economía privada, especialmente, la difusión de la ideología de género se ha convertido en la gallina de los huevos de oro»

El síndrome de Casandra y los bloqueadores de pubertad

Una doctora. | Nappy (Unsplash)

Ayer se conoció la noticia de que el Reino Unido ha prohibido la administración de bloqueadores de pubertad a menores, en cualquier caso, tanto en clínicas públicas como privadas. Previamente se podían administrar en algunos casos concretos tras que hubiera habido un acompañamiento del menor y un examen muy exhaustivo. A partir de ahora ni siquiera se podrán administrar en esos casos. Y esto sucede tras una serie de informes médicos que demuestran que administración de bloqueadores de la pubertad redunda en problemas muy serios como osteoporosis, pérdida de visión, depresiones, crisis psicóticas, anorgasmia, problemas cardíacos o incluso la muerte. 

Pero si quieren conocer todos los efectos secundarios de un bloqueador de pubertad (que en realidad es un medicamento que en principio no se utilizaba para bloquear la pubertad sino para tratar el cáncer) por favor pinche aquí. Este es el medicamento que se les administra a los menores para bloquear la pubertad. Pregúntese usted cómo puede ser que en España le prohibamos a un niño de 15 años casarse fumar, beber, o comprar un piso y sin embargo le permitimos meterse esta m***** por las venas.

En España, sin embargo, se les receta a menores bloqueadores de pubertad tras una entrevista de 45 minutos. Y si sus padres se oponen a este tratamiento pueden perder la cuestión. Tanto la ley trans como los protocolos educativos españoles en diferentes comunidades autónomas lo explicitan claramente así. (Si desean saber más al respecto por favor consulten con @dofemco, la Asociación de Docentes feministas españolas, que han elaborado un informe exhaustivo al respecto).

Esta ley se aprobó mediante un procedimiento de urgencia, precisamente porque se sabía lo que iba a suceder en el Reino Unido. Pero es que además Noruega, Finlandia, Suecia, Holanda, Dinamarca y Francia han restringido enormemente la aplicación de estos tratamientos de forma que solo se prescriben en situaciones excepcionales y en la práctica es complicado obtenerlos. Se sospecha que en breve se prohibirán en todos los casos como sucede en Inglaterra y que esta tendencia se extenderá en Europa, de la misma forma que se está extendiendo en Estados Unidos. De hecho, una de las razones por las que Trump tiene una clara ventaja sobre Biden en todas las encuestas es precisamente porque está prometiendo que prohibirá estos tratamientos para menores de edad y sobre todo que no les dejará a los padres el derecho a decidir qué tratamientos objetan para sus hijos menores de edad.

Por esta razón, repito, esta ley se aprobó mediante un procedimiento de urgencia y prácticamente sin avisar. Porque se temía que se retrasaba más en el momento en que la noticia de la supresión de los bloqueadores en Europa se hiciese pública se abriría un debate. Y se sabía que si había un debate público quizá la ciudadanía se diese cuenta de la auténtica salvajada que estaban a punto de aprobar.

Pero esta locura la pagaremos con nuestros impuestos, como siempre, usted y yo. Porque si todos esos países han frenado la administración de bloqueadores de pubertad a menores no ha sido porque sean unos santos sino porque se enfrentan a demandas millonarias por parte de menores que hoy son adultos y adultas. 

Entonces, si todo esto se sabía ¿por qué se aprobó la Ley?

En mi opinión por presiones del lobby farmacéutico. No encuentro otra razón.

Hay que tener en cuenta que si le bloqueas a un menor la pubertad es muy probable que vaya a necesitar de tratamiento de reemplazo hormonal toda la vida. De 200 a 500 euros al mes para el resto de su vida. En nuestro caso eso se lo estamos pagando esta edición con nuestros impuestos porque en España lo paga la Seguridad Social. El negocio para los lobbies farmacéuticos es estratosférico.

Las personas transexuales o transgénero requieren apoyo médico de por vida, lo que las convierte en clientes ideales para la industria farmacéutica. El fenómeno bien documentado del «contagio entre pares» (niños que se presionan unos a otros para pensar que todos son trans) garantiza un suministro interminable de consumidores. 

Los padres y madres de todo el mundo, pero muy especialmente los padres y madres españoles, se enfrentan a una nueva amenaza para sus hijos: el complejo industrial transgénero. Por razones diferentes, pero a veces superpuestas, el establishment médicolas grandes farmacéuticas, la industria cultural y las agencias gubernamentales están guiando a nuestros niños en el camino hacia la «transición», les guste o no a los padres. Para los actores de la economía privada, especialmente, la difusión de la ideología de género se ha convertido en la gallina de los huevos de oro

Llevo advirtiendo que esta debacle desde hace cuatro años y eso me ha costado dinero, salud física y salud mental. Me echaron de tres trabajos, me montaron una campaña de cancelación, me montaran una campaña de difamación desde un nido de bots, me denunciaron varias veces y en una de ellas presentaron un informe a todas luces falso desde un ayuntamiento andaluz… Y no fui la única. Profesores universitarios, escritoras, juristas, activistas antropólogas, profesoras, abogadas… canceladas, expulsadas de sus trabajos, agredidas en la calle, difamadas.

El síndrome de Casandra 

El síndrome de Casandra o complejo de Casandra se produce cuando la advertencia de una persona no se escucha o se desestima. El término deriva de la mitología griega, según la cual Casandra era una hermosa mujer cuya belleza sedujo de tal modo a Apolo para que le concediera el don de profecía. Sin embargo, cuando Casandra rechazó los avances románticos de Apolo, él la maldijo. La maldición era que nadie creería en sus profecías. Por lo tanto, Cassandra fue condenada a una vida en la que ella conocería todos los peligros futuros, pero no podría hacer nada por evitarlo. 

Las Casandras de la vida real también existen. Yo soy una de ellas. Las madres de la Asociación Amanda son otras. José Errasti, Tasia Aranguez, Carola López Moya, Paula Fraga, Juana gallego, Amparo Manes… Somos personas con visión de futuro, personas que pueden ver germinar la tendencia futura. Desgraciadamente, a menudo, a personas como nosotras, que pueden proyectar a futuro se nos ignora y no se nos toma en serio. O se nos cancela y se nos expulsa de nuestros trabajos. 

 ¿Por qué no se prestan atención a las advertencias? Desde la psicología social se nos explica que diversos sesosy prejuicios humanos contribuyen a no tomar en serio las advertencias. 

Veámoslos uno por uno:

 1. La resistencia al cambio 

Los humanos son excelentes para resistir el cambio. Esta tendencia está profundamente arraigada en nosotros. Desde una perspectiva evolutiva, es lo que nos ayudó a conservar calorías y nos permitió sobrevivir durante milenios. La resistencia al cambio es la razón por la que la gente abandona tempranamente nuevos proyectos, por la que no pueden cumplir con sus planes recién formulados y por la que no toman en serio las advertencias. Lo peor es que aquellos que advierten, aquellos que intentan alterar el status quo o «sacudir el barco» se nos mira como gafes, a cenizos, a exagerados. O, en nuestro caso, como a fachas y transfobas. Nadie quiere ser visto negativamente. Así pues, quienes advierten no sólo se enfrentan a la resistencia humana natural al cambio, sino que también corren el riesgo de quedar desprestigiados. Hoy ese desprestigio se convierte en una señal de aviso a navegantes: no te atrevas a alzar la voz o el próximo o la próxima serás tú.

 2. Resistencia a la nueva información 

El sesgo de confirmación permite a las personas ver nueva información a la luz de lo que ya creen. Interpretan selectivamente la información para que se ajuste a su propia visión del mundo. Esto es cierto no sólo a nivel individual sino también a nivel social. También hay una tendencia en los grupos al pensamiento grupal, es decir, a ignorar las creencias y puntos de vista que van en contra de lo que cree el grupo. Así que si mi partido, mi grupo de pares, o el medio de comunicación que sigo me dice que todas estas señoras son unas transfobas y unas fachas… pues será verdad.

3. Sesgo de optimismo

A la gente le gusta creer que el futuro será color de rosa, todo arco iris y brilli brilli. Si bien les da esperanza, también los ciega ante posibles riesgos y peligros. Es mucho más prudente ver qué puede salir mal y poner en marcha preparativos y sistemas para hacer frente a un futuro potencialmente no tan halagüeño. Cuando alguien da una advertencia, los optimistas a menudo lo etiquetan como «pensador negativo» o «alarmista». Son como: «Sí, pero eso nunca nos puede pasar a nosotros». A cualquiera le puede pasar cualquier cosa. Mañana, si tengo tiempo, les contaré la historia de una amiga mía que me llamaba exageradísima hasta que se encontró con el problema en su casa. Y el problema se lo había traído a casa solita porque ella había firmado entre otras muchas la ley trans catalana. 

 4. Falta de urgencia 

La disposición de la gente a tomar en serio una advertencia depende en cierta medida de la urgencia de la misma. Si es probable que el evento advertido ocurra en un futuro lejano, la advertencia no debe tomarse en serio. Es la actitud de «ya veremos cuando eso suceda». La cuestión es que «cuando eso suceda», puede que sea demasiado tarde. Siempre es mejor prepararse para futuros peligros lo antes posible. La cosa podría suceder antes de lo previsto. Y esto es lo que les ha pasado a tantos padres y madres que se han encontrado con el problema en casa sin poder ni haberlo imaginado, porque ni se preocupaban de las charlas que les estaban dando en el colegio a sus hijos.

5. Baja probabilidad del evento advertido 

Una crisis se define como un evento de baja probabilidad y alto impacto. Que el evento advertido o la crisis potencial sea altamente improbable es una de las principales razones por las que se ignora. Adviertes a la gente sobre algo peligroso que podría suceder, a pesar de su baja probabilidad, y dicen: «¡Anda, Lucia, por favor! ¿Cuáles son las probabilidades de que eso suceda alguna vez?» El hecho de que nunca haya sucedido antes o que tenga pocas probabilidades de suceder no significa que no pueda suceder. A una crisis no le importa su probabilidad previa. Sólo le importan las condiciones adecuadas. Cuando se dan las condiciones adecuadas, asomará su fea cabeza. Y un día te encontrarás con que la niña divina que tú tenías en casa, que era lo más femenino del mundo y que en 14 años jamás habló de que quería ser un chico, de pronto te está llamando fascista porque no le permites que se someta a un tratamiento que potencialmente podría matarla.

6. Baja autoridad de quién avisa

Cuando las personas tienen que creer algo nuevo o cambiar sus creencias anteriores, confían más en la autoridad. Como resultado, quien da la advertencia se vuelve más importante que la advertencia misma. Si la persona que emite la advertencia no es de confianza o no tiene una alta autoridad, es probable que se desestime su advertencia. Por eso se organizó contra mí una campaña tan bien planificada y extendida de difamación. Para dañar mi credibilidad, y para que todo el mundo pensara que yo era imbécil.

¿Un Mundo Feliz? 

En nuestro mundo feliz (en el sentido huxleyano del término) una cultura depredadora se aprovecha de los niños. Esa cultura insiste en que el Estado y los profesionales médicos revoquen la tutela de los adultos a quienes en cuyo hogar nacieron «accidentalmente» los menores. Se empeña en insistir en que los menores son del Estado pero no de los padres y madres. Las implicaciones de esta idea de fondo son aterradoras, pero ninguno de los partidos políticos parece tener el coraje de hablar en favor de la cordura y la seguridad de los menores españoles. 

Sí, Ayuso ha modificado la ley trans madrileña, pero eso no tiene ningún sentido mientras exista una ley nacional, que es superior jerárquicamente a esta ley. Y tampoco he escuchado a Ayuso hablar en favor de la prohibición total de los bloqueadores de pubertad en menores. Mientras tanto, las grandes farmacéuticas sacan provecho generosamente. Y, repito, cuando lleguen las demandas al Estado, que van a llegar, como ya han llegado en el resto de Europa en países que empezaron a administrar estos tratamientos mucho antes que nosotros, ¿quién va a pagar por el desaguisado?. Usted y yo por supuesto porque no es magia, son tus impuestos.

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