THE OBJECTIVE
Opinión

El que pierde gana

«Gobernando en Cataluña, Puigdemont dirigiría además la política de Sánchez, quien, cuanto más debilitado y vampirizado esté por las sanguijuelas nacionalistas, menos dispuesto se mostrará a convocar elecciones anticipadas…»

El que pierde gana

Ilustración de Puigdemont. | Alejandra Svriz

La jugada de trilero del «nen de la barba», el presidente de la Generalidad Pere Aragonès, de adelantar las elecciones catalanas pensado que eso disuadiría a Puigdemont de presentarse, por los enrevesados trámites de la Ley de Amnistía, y que se conformaría con ser candidato a la europeas, prolongando así su cómoda vie de chateau en Waterloo, le ha salido doblemente por la culata: Puigdemont quiere ser Presidente de nuevo, e “irá a por todas”, como dijo el otro día en su primer acto de campaña en  el sur de Francia; y además estará en su mejor momento de popularidad torera; cargando la suerte con el atractivo que le da, precisamente, el riesgo de volver y ser encarcelado: un Presidente in pectore en la cárcel, mientras se resuelven los detalles técnico-judiciales de la amnistía, es una imagen que daría la vuelta al mundo, obligaría a Sánchez a dar explicaciones en Europa, y convertiría a los siete votos de Junts en el Congreso en decisivos hasta para decidir la hora de la pausa mingitoria.

Y es que a poco que Junts consiga un escaño más que Esquerra Republicana, y el conjunto de todas las fuerzas independentistas sumen mayoría absoluta (como viene siendo tradición desde el Tripartit de infausto recuerdo, origen de tantos males), el monotema estará servido y el consenso forjado sin fisuras en la coalición de investidura: Puigdemont debe ser liberado inmediatamente, o indultado preventivamente, para que pueda ser investido con arreglo a la “voluntat del poble catalá”. Lo demás sería prevaricar.

No se toleraría, por lo tanto, que permaneciese en la cárcel a la espera de un juicio que tal vez nunca llegara a celebrarse. Y es cierto, hay que reconocerlo, que el improbabilísimo riesgo de fuga (¿por qué irse del despacho presidencial?) no justificaría la prisión preventiva.

De nada servirá que Salvador Illa pueda haber encabezado la lista más votada y que teórica y aritméticamente pudiese encabezar un nuevo Tripartit junto a Esquerra y los Comunes: nadie en la dirigencia de Esquerra con instinto de supervivencia renunciaría a integrarse en un gobierno independentista, siquiera para ocupar una anodina vicepresidencia y algunas oscuras consejerías (como mucho la presidencia del Parlament). El término botifler se quedaría corto. Ser independentista tiene sus servidumbres: no sólo hay que serlo, hay que parecerlo.

En una época en que la política es mero marketing y las campañas electorales puro show, nadie va a poder robarle el vedetariado a Puigdemont. Gobernando ya en Cataluña, Puigdemont dirigiría además la política de Sánchez, quien, cuanto más debilitado y vampirizado esté por las sanguijuelas nacionalistas, menos dispuesto se mostrará a convocar elecciones anticipadas, por muy altos que sean los peajes para poder seguir en Moncloa

Se entiende, por lo tanto, que Puigdemont hablase de un segundo referéndum en 2027, simbólico décimo aniversario del primer referéndum, pero sobre todo el último año de la legislatura sanchista. 

Post mortem. Ciudadanos, al no querer integrarse en las listas del PP, se juega en Cataluña su última carta: lo más improbable con diferencia, según las encuestas, renacer de las cenizas, defendiendo su ideario más clásico; o bien desaparecer para siempre, dejando huérfanos a casi un millón de catalanes, que ya se están acostumbrando a votar a partidos a los que combatía precisamente Ciudadanos. 

Coda 1)  Girauta giró. Juan Carlos Girauta, uno de los pesos pesados del Ciudadanos triunfante (y que quiso retirarse, fiel escudero, con Rivera), irá como independiente de número tres por Vox a las elecciones europeas, con la condición de mantener su libertad de voto y hasta de adscripción (se incorporaría al grupo liberal, dice, donde están los ultraeuropeístas de Macron). Semejante movimiento en apariencia contra natura pone de manifiesto dos cosas en Vox. Por un lado su olfato político: fichando a un reconocido liberal, trisca en los prados que aspiraba enseñorear el PP; por el otro, al igual que el partido de Le Pen (que encabeza en Francia las encuestas para esas mismas elecciones europeas), Vox se desdemoniza, alejándose de la etiqueta de partido de extrema derecha. 

Si a alguien le quedaban dudas sobre la defunción de Ciudadanos, el mejor invento político de la democracia española, el partido de todos los antinacionalismos, periféricos y centralistas (precisamente el de Vox), el partido de la ilustración y la razón, que estuvo a punto de todo y no logró casi nada, el fichaje de Girauta la confirma y certifica.

Coda 2) Atentando en Rusia. Las ubuescas contorsiones de Putin para relacionar de alguna manera el atentado con Ucrania no le servirán para tapar la negligencia de no haber atendido las advertencias de Estados Unidos y Reino Unido sobre la inminencia de un ataque. Pero, ante todo, revela que los servicios secretos occidentales están atentando también en Rusia, esto es, recabando información sensible, que, naturalmente, podría tener implicaciones en la criminal invasión rusa de Ucrania. Reconforta que estamos en guerra contra Rusia, y no sólo Rusia en guerra contra nosotros. Aunque esta vez no nos sacará las castañas del fuego el Tío Sam.

Coda 3) El final y renacer de Savater. El ministro Puente ha plasmado un autodefinido en un tuit que es el verdadero espejo de su alma (como él es el verdadero espejo del alma de Sánchez). Su obsesión por THE OBJECTIVE es proporcional al miedo que le produce el saber que trabajan aquí unos cuantos periodistas a los que mueve algo tan sencillo como insoportable para él: buscar, encontrar, comprobar y publicar

En cuanto a Savater: la rabia de no poder silenciarlo se une a la de constatar que, al salir de El País, haya pasado a una trinchera desde donde disparan algunos de los mejores francotiradores del país.

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