Rocha, el ministro que hay en ti
«El algodón no engaña, el fútbol está con él, desde LALIGA a la AFE, desde la patronal al sindicato»
Media docena de ministros en el palco del Bernabéu para ver el Madrid-City y cuatro en el de La Cartuja, con el Athletic-Mallorca, sugieren que el fútbol es parte indisoluble de los afrodisíacos del poder, tan adictivo como una poltrona. Habrá quien después de los últimos acontecimientos colija que el Gobierno está en su salsa navegando por el proceloso mar del escándalo balompédico. El dato objetivo: elecciones a la presidencia de la RFEF; de los tres candidatos que asoman en busca de los imprescindibles 21 avales, dos ni se aproximan y hay uno que arrasa, Pedro Rocha, que suma 107 apoyos de los 138 posibles. El algodón no engaña, el fútbol está con él, desde LALIGA a la AFE, desde la patronal al sindicato, clubes, árbitros, jugadores, entrenadores… Prácticamente todo el fútbol designa sucesor del apestado Rubiales a quien fue su vicepresidente económico, heredero nombrado a dedo por quien no imaginaba que la FIFA le iba a inhabilitar y que el delfín podría sucumbir en el tránsito. Se sentía seguro a la sombra del Gobierno y el líder, que de repente descubrió a un macarra donde antes veía un dirigente ejemplar –o un tonto útil–, le dejó caer. 1-0, Woody Allen: «Le quiero como a un hermano: como Caín a Abel» (Delitos y faltas). Hasta nunca, «Rubi».
En esta primavera, extraña y caprichosa por demás, don Pedro se autocomplacía con un previsible de Rocha a Rocha y sigo porque me toca, de mayo a noviembre, pergeñando el futuro de la RFEF, la federación más importante del deporte español, la que más dinero mueve, más público arrastra, más pasiones levanta, más licencias expide –con permiso de la Caza– y más follones provoca, cuando, una vez superado el filtro del TAD –el jueves vio su caso y no contemplaba inhabilitarlo–, entró al juzgado para testificar y 40 minutos después salió como investigado. De inocente a presunto culpable; del blanco al negro; del sueño a la pesadilla. El fiscal no se creyó que siendo vicepresidente económico de Rubiales viviera en la inopia, ignorara los tejemanejes de la Supercopa y todo lo demás. «Yo no sé nada», insistió el elegido del fútbol; a la jueza también se le hizo bola. Acto seguido, el efecto multiplicador: decidió el TAD abrirle expediente sin descartar la inhabilitación. Lo que el jueves apuntaba a pecado venial –renovar cargos, despidos y cualquier actividad que una Junta Gestora no puede permitirse– el viernes a mediodía era mortal. Los presidentes de las Territoriales, que quitan y ponen reyes, disgustados y perplejos señalan y acusan a la política: «No puede ser que el florero –término acuñado por Tebas para Rocha– termine inhabilitado como el criminal –adjetivo asambleario de Rubiales–». Razones de esa defensa colegiada: «Rocha estaba más dedicado a sus dos tiendas que a la Federación. Su vicepresidencia, aunque económica, era testimonial. No estaba en el día a día ni en el círculo de poder de Rubiales, que cortaba el bacalao con el secretario –Camps– y el abogado –González Cueto–».
Horas más tarde, el por ahora presidente más efímero de la historia de la RFEF lanzaba un comunicado en el que proclamaba su inocencia, «voy a defender mi honor». En la honorabilidad del «florero» creen sin reservas quienes le avalaron y caminaron antes a los flancos del «criminal». «Pedro es un buen hombre», argumentan, con un salario que roza los 700.000 euros anuales, «que lo cobra porque insistimos nosotros», los barones territoriales, garantes de los derechos adquiridos por si alguna vez tocan pelo y acceden a la atalaya. 2-0, Woody Allen: «Se dedicaba a las apuestas, era usurero, extorsionador… Así que un hombre de negocios» (Broadway Danny Rose).
No se me pasa por la cabeza que Pedro Rocha sea un delincuente; mas la mala fama de la Federación que pretende presidir, con su Asamblea y toda la jarca, y los cargos que ha ostentado le desacreditan para el puesto. Por acción u omisión estaba en el ajo. Por desgracia, las salpicaduras no sólo le alcanzan a él. En contraposición con el agitado ámbito federativo, los recientes resultados deportivos avalan la calidad del fútbol español, distinguido entre las potencias: la selección masculina, campeona de la Nations League; también la femenina, que además es la mejor del mundo por el uso de la pala, no del pico. Más aún: tres clubes entre los ocho mejores de Europa, con posibilidades de colocarse en una semana entre los cuatro más destacados: Barcelona, Atlético y Real Madrid. Es como para botar la gabarra del Athletic en la Barceloneta o en el Manzanares. ¿Entonces? Entonces mencionan la bicha, ¡Federación!, y se caen lo palos del sombrajo. Sacan a pasear a Rubiales, a su Junta Directiva, a su Asamblea y a todo el estamento balompédico nacional y el orgullo se cuela por el desagüe. El 3-0 de Woody Allen: «Sentirse culpable es importante. Yo me siento culpable todo el tiempo y nunca he hecho nada» (Broadway Danny Rose). Total, que es como para salir pitando, como Xavi, que dice que se acabó, «no sigo», que cuando termine la temporada cumplirá lo que anticipó cuando el Barça se descomponía. Ahora que el aire es más limpio, Laporta no quiere asumir que se vaya; aunque anduvo persiguiendo sombras y entrenadores cuando las hediondas arenas movedizas engullían al equipo con el técnico y sus ayudantes en la chalupa. Si en navidades lo recomendable era poner pies en polvorosa, cambiar de idea con la calma chicha quizá no sea la solución. Después de tantos años en el negocio, Xavi o no es consciente de la brevedad del fútbol o le acompaña la razón por mantenerla y no enmendarla. Las purgas que se ha tragado no compensan, acaso, la euforia del momento, que puede tornarse vilipendio si Mbappé ilumina en Montjuïc al PSG de Luis Enrique. Pedro Rocha debería seguir su ejemplo, aunque el templo del fútbol se tambalee. El 4-0 de Woody Allen: «El mundo del espectáculo (¿fútbol?) es una jungla, es peor que una jungla: en lugar de devorarse, dejan de llamarse por teléfono» (Delitos y faltas). ¿Por qué lo tienen intervenido?