Frank Kafka
A pesar de su inmensa influencia en la literatura posterior, este autor publicó poco en vida
Ahora hace cien años que murió Frank Kafka. Es uno de los escritores más influyentes y enigmáticos del siglo XX y, a mi entender, uno de los grandes maestros europeos. Su obra está caracterizada por la exploración de la alienación, la burocracia opresiva, la transformación física y psicológica, la inmersión de lo cotidiano en lo fantástico y un realismo trufado de psicodelia.
Kafka nació en el seno de una familia judía de clase media, siendo el hijo mayor de Hermann Kafka, un comerciante autoritario con quien mantuvo una relación tensa y algo distanciada a lo largo de su vida. Esta dinámica familiar se vería reflejada en su obra, donde los protagonistas se enfrentan a figuras de autoridad insensibles y ahogantes. La corta y magnífica «Carta al padre» comienza:
«Querido padre: Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Cómo de costumbre, no supe darte una respuesta, en parte precisamente por el miedo que te tengo».
Luego ampliaría el argumento principal en el monólogo «Discurso de la academia». Aquí un mono enjaulado diserta en un foro ante los miembros de la academia. El miedo a la autoridad del autor se debe a su identidad judía, pueblo perseguido allá donde se encuentra por las gentes autóctonas y el aparato de la nación de pésima acogida. El padre del autor es un judío asimilado, mientras que el hijo apenas soporta la historia de su pueblo, denominado el pueblo del libro, el estudioso del antiguo testamento, lo que coloca al judaísmo a la cabeza de los pueblos lectores y escritores.
A pesar de haberse graduado en derecho por la Universidad de Praga, obligado por su padre, Kafka nunca ejerció de letrado. Trabajó en una compañía de seguros, lo que le permitió dedicar tiempo a la escritura, su pasión oculta. Fue durante este período cuando comenzó a escribir algunas de sus obras más conocidas: «La metamorfosis» (1915), «El proceso» (1925) y «El castillo» (1926).
«La metamorfosis», una de sus obras más emblemáticas, narra la historia de Gregor Samsa, el viajante de comercio que un día despierta convertido en un insecto gigante. A través de esta transformación, Kafka explora la alienación, la identidad y las relaciones familiares en un universo donde lo absurdo y lo cotidiano se entremezclan. La obra es una poderosa alegoría de la condición humana y de la lucha del individuo por encontrar su lugar en la realidad que parece haberle dado la espalda. Un libro de pocas páginas que te encadena, mastica y engulle.
En «El proceso», Kafka nos presenta a Josef K., un hombre que es arrestado y enjuiciado por un crimen que desconoce. La novela es una crítica a la burocracia y al sistema judicial, mostrando cómo el individuo puede verse atrapado en un laberinto kafkiano, latiguillo de los presuntos intelectuales, de procedimientos sin sentido y sin esperanza de escapar. La obra es una reflexión sobre la impotencia del ser humano frente a las estructuras de poder que lo rodean y sobre la búsqueda de la justicia en un mundo aparentemente absurdo.
«El castillo» nos sumerge en la lucha de K., un agrimensor que intenta acceder a las autoridades de un misterioso castillo que gobierna el pueblo. Esta obra inacabada es una reflexión sobre el poder, la burocracia y la búsqueda de la identidad en un entonces inaccesible, clavado al de la actualidad. Kafka, a través de la figura de K., explora al individuo sumergido en un sistema opaco y laberíntico que conspira en su contra.
A pesar de su inmensa influencia en la literatura posterior, Kafka publicó poco en vida y fue, en gran medida, un escritor póstumo. Max Brod, su amigo y albacea literario, se encargó de publicar gran parte de su obra tras su prematura muerte en 1924, a los 40 años, a causa de la tuberculosis. Gracias a la labor de Brod, el mundo pudo conocer y apreciar el genio literario de Kafka, cuya obra trasciende su época y lugar y cuya mano se aprecia, entre otros, en Camus, Sartre, Borges y García Márquez.
La visión del autor de la vida como un lugar absurdo, opresivo y esclavizante sigue resonando con fuerza en la experiencia de las fechas presentes, quizás más que antes. La obra de Kafka se ha convertido en un referente ineludible para entender la condición humana y la lucha del individuo y del colectivo (Kafka es un socialista moderado), contra las estructuras de poder que lo rodean, y que lo asfixian en el hoy.
Las clases medias, después de la victoria de las macroempresas en el 2008, están subyugadas a obedecer, temiendo levantarse con la palabra o con la acción porque se puede perder un trabajo con el que solo se llega a mediados de mes, o no se llega a una vida de ocio digna, o a una calma de capacidad adquisitiva. Los que más tienen pueden seguir robando a las clases medias, y más si gobierna un partido regresivo que no contempla los derechos elementales, y que solo los dispensa a nacionalistas y regionalistas.
En la obra del autor, acomodado a su tiempo, está lo anterior y más. Léanlo, aunque sea de pasada, y verán sus tribulaciones reflejadas en los personajes.