Nada sabemos de Begoña pero sí de ti
«La consigna parece ser explícita: cerrar periódicos y amarrar a los jueces»
Acabamos la semana encendida, primero el pasmo en el hemiciclo de las caras largas, luego el desplante de taberna sin vino de batalla o pelea, luego la llorera, más tarde las hordas populares con la banderita, finalmente la poética y el resumen, lo que ibas a hacer y lo que no, señor presidente, puto amo. Acabamos la semana, nada sabemos de Begoña Gómez, solo aquellos veranos en Valderas, Sabiniano de Gordoncillo, cuna del vino de Prieto Picudo, rosado leonés, a lo que me invitaba Antonio Gamoneda en su castillo mientras lo tasaba, la mujer muy jorobada. Nada, nada sabemos de Begoña. Salvo la cabina en Tetuán, presidente, donde tú la llamabas a Valderas, y os queríais, y os queremos, pero el silencio es lápida.
Buenos son los masajes del gallego Fortes, Xabier, en RTVE, cercanos a la felación. Preguntas sin respuestas. Antes decían que eran doscientos pavos ir, como en la Sexta de Ferreras por la noche, donde Marhuenda se atiborra de atún, llena los bolsos hasta para las perritas, que tiene ocho y muchas embarazadas por Casals. Nadie pregunta nada, ejercicios de rodilla y cuello, flexiones y genuflexiones, dimes y diretes, más poesía lírica que prosa de batalla, vino de pelea, eso que antes se cocía en las tabernas y salían plumas como Quevedo, Lope, Umbral, Raúl del Pozo, Alvite, Vicent. Marhuenda no sabe escribir, lo decía mucho Ussía, los tropos del lenguaje es el destilado, lo que hace una prosa alucinógena, y de eso ni puta idea. Al hijo de Ussía, en esta misma alcándara para el canto, le pagaban mucho más que a mí, es todo la hostia, hay que joderse. Por ahí, por García de Paredes, florece un lirio en cada folio, un rosal en cada ventana, mucho musgo en los libros parados, mucha velocidad negra nativa.
Empieza el finde natural, cuando el español de bien descansa, y no sabemos nada, nada de nada. Qué habló Begoma Gómez con Víctor Aldama. Qué firmaste tú, señor presidente, con respecto a los cursos y las cátedras de Barrabés, Begoña de por medio. Qué habló Javier Hidalgo con Begoña, qué tomaron por los bares de guapos, qué pintas tú, señor presidente, en el rescate de los cuatrocientos mil millones de pavos. Nada sabemos, es viernes, y bebemos vinazo de Valderas, queriendo llamar a la cabina de Tetuán, donde el amor era comprimido, Sabiniano en Gordoncillo, el mejor vino de la tierra, el más barato. Dice Losantos por antena que son 17 los puticlubs y saunas de Sabiniano, porque él los contó, yo ni idea, pero ya el Cela académico colocó como frontis al frente de todos sus diccionarios eroticones y canallas (4 tomos): «Ay salero, ay salero, salero/ con el coño se gana el dinero». Decía Raúl del Pozo que a Cela lo que más le gustaba era limpiarse el culo con un canario amarillo. Ay salero, ay salero, ay salero.
No sabemos nada de Begoña Gómez pero sí de ti, presidente, Pedro Sánchez. Luis María Anson, príncipe de los periodistas españoles, que no me habla ni me llama, lo puso negro sobre blanco: «La función esencial del periodismo, tras la información, es el ejercicio del contrapoder: elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca, denunciar al poder cuando el poder abusa». Las dictaduras no tienen prensa sino propaganda: todo es cojonudo, sin crítica, estupendo, maravilloso, fetén. Me decía un día Miguel Ángel Aguilar, cuando le hizo escolta de sus amantes, todas jóvenes y satisfechas: «La pregunta hoy es si, tras tantos años de prensa con democracia, puede existir la democracia sin prensa». Sin torre vigía, sin ojo avizor, sin mirada confiscatoria y crítica, para qué coño vale este negocio. Todo el mundo sabe hacerse sus pajas secretas, como prescribía Lope en El villano en su rincón. La prensa crítica, a ver si nos enteramos, evita la tiranía. Son los limpiaventanas de toda corrupción, decía Raúl del Pozo, con ganas de ir al casino de Torrelodones a meterse rayas con Lola Flores y volver, sin jurdós, a deshora, en el autobús de los canis, muy mojados los ojos bizcos.
Es viernes, no sabemos nada, pasaron los arreboles en las mejillas y orejas, pasaron las lágrimas en los océanos y las barras, pasaron todas las amenazas y las justas literarias. Punto por punto, y puntos y apartes, íbamos a saber lo que sucedió, y no lo sabemos, pero bebemos vino de Gordoncillo, Prieto Picudo, y un día echamos un polvo sin goma encima de la sauna de los chungos.
La consigna parece ser explícita: cerrar periódicos y amarrar a los jueces. A los primeros, con los masajes de Fortes, esas felaciones, hablar del estrés o de los vientos canarios del Juan Cruz, y a los segundos con otras listas, obvias, pero que se cargan todo el mecano hasta la fecha. Es viernes, e iremos a las discotecas abandonadas de Valderas, León, a jugar a populismo latinoamericano cuando de aquella solo había garrulos de pueblo, la camisa abierta hasta el ombligo y botazas hasta la rodilla. La llamada a Tetuán, Pedro, era un principio de distinción, claro que lo era, porque ahí empezó lo que no hay ahora, Tomás Gómez sujetaba también el andamio, si te acuerdas, yo lo sé. No sabemos nada de nada, es viernes, yo mañana tengo una boda en Albacete, pero sí lo sabemos todo de ti, ese retrato infame sobre la posible doma acerca de la mayoría de prensa peligrosa. Los temas son claros. Los chunguitos son tres: Aldama, Hidalgo y Barrabés. Seguimos esperando. Valderas aguarda, mucho vinazo de Gordoncillo, y ganas de ir a la cabina, marcar, esperar, recibir ya noticias amorosas.