THE OBJECTIVE
Viento nuevo

Úrsula sonríe frente al espejo roto

Es muy amiga de Sánchez, y realmente dirige la Comisión Europea desde un Partido Popular que quiere ser de izquierdas

Úrsula sonríe frente al espejo roto

Ilustración de Alejandra Svriz.

Lo propio del jugador veterano (da igual baloncesto o póker) es la finta. La finta es, al mismo tiempo, farol y estrategia. Así la dimisión fue amenaza de dimisión, y luego nada, porque nadie puede irse de donde nunca se fue. Pocos hablan de la línea recta que une o trenza dos caídas, la de Pedro Sánchez en Europa y la de Úrsula Von der Leyen con las riendas duras de esa misma Europa en las manos.

Úrsula desayuna café y no a lo Merkel, tres salchichas como tres barras de pan, con sus respectivos siete litros de cerveza tostada rubia. Von der Leyen empezó justo donde Merkel, en conservadora, y poco a poco pero en pie, no a gatas, fue distanciándose del rebaño. La cuota femenina le permitió sucesivos velos y fugas, mucha niebla, mientras Merkel fue la primera que dijo, con ojos como besugos, esta tía se va. Úrsula quiere presidir la Comisión Europea 2024-2029, a pesar de que ahora ya suma treinta mil pavos al mes, que dan para muchos cafelitos y cruasanes.

Bruselas tiene enfilada a Úrsula, ya lo publican todos, y el metemierda más agudo de todos es Macron, que se ha inventado la sustitución por Mario Draghi en el último e inesperado giro de guion. Los que saben de la cosa dicen que ella llegó como tapada y que ahora saldrá otro tapado, que no tiene por qué ser Draghi y, seguro, segurísimo, quiso ser Pedro Sánchez. En el último momento, como en una extraña horterada de Almodóvar, Úrsula avisó: no lo hagas, Pedro, no es el momento. En la última reunión del Partido Popular en Bucarest (marzo) comenzó a ver brillar los colmillos en la sonrisa entera del lobo. Los rivales asomaban, cosa que no ocurrió en el 2014 ni en el 2019. Los liberales no entienden a la rubia socialista sentada en el sillón por conservadora. No entienden eso de pedir café y no salchichas como meteoritos y birras en orinal. 

El campo está en contra de Úrsula, la industria está en contra de Úrsula, los jubilados están en contra de Úrsula, y los camareros están en contra de Úrsula, porque con unos cafés sueltos no se puede tirar hasta fin de mes. Si le entra la pájara, y empieza a perorar sobre medio ambiente e inmigración, ya todos se ponen de uñas. El PP español no entiende cómo es más amiga de Pedro Sánchez que de Feijóo, pero es que ella no habla gallego en la intimidad. Hizo una maniobra divertida, decir que iba a cambiar Europa entera con una nueva política sobre pymes, así nombró a otro conservador como director resultón de la movida, Markus Pieper, iba a pagarle casi veinte mil pavos al mes, y el propio Pieper dimite un día antes de tomar posesión de su cargo, tal y como se puso el gallinero por culpa de los lobos heridos. 

Úrsula es muy amiga de Pedro Sánchez, y realmente dirige el Parlamento Europeo desde un Partido Popular que quiere de izquierdas. También por estas costas españolas se habla mucho últimamente de una izquierda nacional, como hubo en la República, aunque el personal siga pidiendo cafés y birras, sin prestar demasiada atención a la novedad textil estirada sobre el mostrador. Úrsula quiere estar 25 años en el machito, casi nada, y así se lo contó a Pedro, y fue la rival de sí misma, la otra en el espejo, solo roto para el propio Pedro en sus planes europeos. Menudo mogollón eso de más de treinta mil del ala todos los meses en la cuenta de abastos sin gastos. Macron, mientras, habla con Thierry Breton, su hombre en la comisión, para que se acaben ya los cafelitos tan graciosos con tanta bollería por la cara. El cuento es pedir ahora listas transnacionales, porque son un club, y el interés general y tal y tal, y la hiperpolitización de los mismos y tal y tal. No cuela el asunto, muy jodido.

Draghi es el palo en la ruedas, empujado por un Macron descamisado y con la rodilla en el suelo, dispuesto a todo. No lo hagas, Pedro, no lo hagas, y él hizo caso a Úrsula, que en estas cosas no miente ni está pedo, porque el café solo despeja y no aturde. Michel Barnier, popular francés, tiene ideas peores que Macron pero no las cuenta, como el grupo de Le Pen y Salvini (dueños de Ultraeuropa), lo mismo que Renzi en Italia, Orbán en Hungría, Fico en Eslovaquia, y un tío que se mueve mucho dentro de los de las 5 estrellas (no de Mahou ni de Estrella Galicia) y que se llama Giuseppe Conte. El caso es que Washington solo habla con Úrsula, y las borracheras gordas de Juncker dejaron historia en todas las alfombras.

Ursula sonríe,  Sánchez no se ha movido de la casilla de salida, siguen de amigos, y Churchill ya dijo que los enemigos reales están en la misma bancada que uno, y los de enfrente son meros adversarios. Otros populares también quieren derribar a Ursula: Charles Michel o Manfred Weber, a los que salió rana hasta la fecha, y Klauslohannis (rumano), Plenkovic (croata) y Mitsotakis (griego), sin fama bastante. Roberta Metsola, presidenta de la Eurocámara, es una amenaza pero le faltan café y cerveza al mismo tiempo, estar triste y alegre a la vez. Sánchez supo, por Úrsula, que no es su momento para los top jobs de los pasillos comunitarios. Comisión, Consejo y Eurocámara pueden esperar. Los populares de derechas ganarán pero los populares de izquierdas (Úrsula) no desaparecen. Lo peor de Macron es la revuelta planeada en la sombra (no Draghi). Antonio Costa llegará con la bota de vino verde portugués al hombro, y Kaya Kallas (Estonia), que sonó para dirigir la OTAN, también se acerca en zapatillas y sin meter ruido por el sillón, junto a su dupla Mark Rutte (Países Bajos). La sonrisa pequeña de Úrsula en el gran espejo roto de Pedro Sánchez es otra gran obra de arte.

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