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Viento nuevo

Teresa Ribera hace las maletas

Europa son esas ruedas de prensa en Dublín donde todos viven a morro y tocan para el inglés

Teresa Ribera hace las maletas

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¿Quién, dime tú, quién, va a hablar de la primavera mejor que RiberaLa vicepresidenta sabe cómo en Bruselas las flores son interiores, la pasta larga, diez mil pavos mensuales, si hay más rollos más, claro que sí, comisiones, movidas, teorías, luces nocturnas y diurnas, la vida guapa. Primero dijeron no, luego sí, y al final por supuesto, que era algo que decía mucho Anson cuando hablaba con bohemios, por supuesto, por supuesto, por supuesto. El pobre Emilio Arnao, biógrafo de Raúl de Pozo y Umbral, todavía sigue esperando para cobrar un vinazo de tintorro negro.

Ribera hace las maletas, el nueve de junio está ahí, y aquí, y eso de hablar del tiempo es algo que cabe en cualquier ascensor. La Comisión Europea, el paso siguiente a las elecciones, es mucho de hablar del rollo y cobrar diez mil del ala, sin más historias. El rótulo, general y rocoso, llamado Transición Energética, permite todo. El rollo es vender clima frente a defensa y gasto militar, pero Margarita Robles ya dijo que yo canto con el coño, como María Jiménez, y la única dirección es la del viento a favor, «por supuesto» (Anson). Hablan, es gracioso, de ambigüedad climática, los amigos de PP y Vox, que no saben nada de este rollo. Sánchez quiere a Ribera en el cima, ahí en todo lo alto de Europa, diez mil al mes, por ahí, según, cerca, pero bien. Que Ribera ocupe la cima de las elecciones europeas en ese mismo reto y desafío, el climático, donde está la competitividad y la prosperidad a la vuelta, es algo así como hablar bien de lo que no está, pero estará, y conviene ya que esté, aunque no sepamos lo que es y no. Teresa Ribera hablará de la primavera, y cuenta con esa mafia llamada la comisión Von der Leyen, todos manguis y afines al rollo, primero el clima volátil y, mucho más importante, todas las asociaciones que en ese asado servimos el vino.

Teresa Ribera nos cuenta lo propio de quienes pillan cacho. Trabajar en Europa es hacerlo en España. Trabajar en Bruselas es hacerlo en provincias. Un día se lo espetó Jesús Quintero a Coto Matamaros sobre el periodismo: «Con un ladrillo puedes hacer la Alambra o una chabola». Dice Ribera: «En esta campaña me veo un activo importante de mi Gobierno y de mi partido. Hay mucha gente en condiciones más solventes para realizar ese trabajo. Lo haré encantada y, si es otra persona, ayudaré a la persona que esté». Por diez mil pavos mensuales soplamos la vela que sea, Teresa. El Gobierno cuenta los flashes y goles múltiples de Teresa Ribera, también la de Juan Marsé, ese inútil, donde el relato es el de Europa por arriba y no España por abajo, y los que saben aluden a los cojones de San Juan de la Cruz, en la celda. Europa come lo que ofrezcas, es la puta costumbre. Cuando Pío Baroja entraba a escribir en un medio nuevo, en un periódico divertido, como buen vasco, a la hora de cobrar, siempre respondía lo mismo: «Lo que sea costumbre». Suele producir buenos resultados. Además bien, para Teresa Ribera, que ella no pide sino recibe y cobra. 

Los cinco años en el Ejecutivo sujetan el palio, la viga y lo que sus mercedes estimen oportuno. Cela lo contó un día por televisión, cómo la mejor manera de progresar en España era no abrir la boca y poner cara de tonto. Teresa Ribera agradece y estupendo, glorioso, maravilloso, diez mil mensuales, y sin oposición, por ahí escotamos el globo, que de lo contrario sube demasiado. A Cela, dijo Raúl del Pozo, lo que más le gustaba era pasarse un canario amarillo por el culo después de haber cagado. Llamé a Raúl por ese estupendo programa de RTVE, con o sin la Cascajosa, sobre viejas glorias del periodismo y me confirmó el hambre habitual de Arnao, con los timos habituales de Anson. Europa son esas ruedas de prensa en Dublín donde todos viven a morro y tocan para el inglés (Teresa Ribera en ciernes). Quieren el anuncio de Ribera tras las comicios vascos, pero todo está ya en el bolo, bien engrasado, en el camino, con mucho mayor brillo que la Dolors Montserrat que Feijóo quiere para el estrado, aire y nada, una diatriba entre ella y Isabel García Tejerina, aire y nada, repetimos. Queda esa euforia de esa furia, Estrella Galán para Sumar, la última resaca de agua de Yolanda Díaz.

Mejor, a título de adenda, contar la historia europea por los refugiados (Sumar) que todas las lechugas que salen chungas (PSOE). Teresa Ribera, es lo que nos jode, no saldrá del clima. El viejo Raúl, ahí en Chamartín de la Rosa, con bocadillos y buchitos del Cock, sigue pensando en otra izquierda sin ecologismo ni feminismo, mientras escribe más para Bustos que para Manso. Teresa Ribera marca un gol a todos, Feijóo el primero, porque sube y sonríe sin haber estado, realmente. No son diez mil, sino siete mil, me dijo Diego Canga por la calle, una vez, mientras paseaba a la perra tiesa. El rollo es entrar, como todo, y luego aparte de lo tratado, comisiones de esto y lo otro, rótulos imprevistos, sorpresas gustosas, paga la gran Europa, esa que tiene la mano de Merkel con temblor por salchichas y birras pero que no es Parkinson. Teresa Ribera llegará a Bruselas como la mejor resaca de la primavera. Lo que más le puede joder a la Derechona. Abascal es flor de inverno, no le vemos con el calor, y el otro habla tan bajo que ni le oímos. Dijo Andrés Amorós que la clásica era Bach. Cojonudo. Lo mismo que Bruselas, luego ya vemos hacia un lado o el otro, lo primero es llegar y cobrar antes. Bach suena en las maletas. Las de Teresa Ribera. Tan feliz y otra.               

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