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La desesperación lenta de Yolanda

«Junio puede ser el mes de las guillotinas, sin primaveras ni comienzos de la noche hermosa veraniega»

La desesperación lenta de Yolanda

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, interviene durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 24 de abril de 2024, en Madrid (España). | Jesús Hellín, Europa Press

Echaba de menos Díaz, estamos seguros, en la despedida multitudinaria de Pedro Sánchez, que es lo que fue, chirimías, atabales y trompetas por las calles blancas del feroz entusiasmo. Echaba de menos, sí, tras los ventanos claros del coche oficial, adornos en las plazas, toros para alancear, carreras de cintas, fuegos de artificio y fogatas y muchas luces en la noche mineral. Ella y ellos, los de su partido, Sumar, no se merecen ahora esto. Ellos que fueron los buenos, ahora abandonados, tras el descalabro gallego y vasco, por aquí vendrán las primeras furias azules de la mañana. 

Todos en la peña están de acuerdo. Unos socios buenos, que arrimaron el hombro, y otros socios malos, nacionalistas, que llenaron el bolso. Los buenos están muy cabreados, Yolanda no cabe en sí, presumiblemente les dejan el roto de la huida, el agujero por el que entrarán todos los gatos cuando escapen los ratones. Con los independentistas está todo firmado: la posible marcha de Sánchez a los altos comisariados europeos, les hace un daño poco, relativo, pequeño. Pero a ellos los rompe de raíz, de cuajo, por la mitad. El fin del fin. No cesan los hachazos. Llueven puñales. Electrifica el suelo de la calle con solo pisarla y ya llorar. La muerte suelta por los espejos. No hay derecho, no hay derecho, no y no. 

Ella tenía muchas esperanzas en la coalición, especialmente en el trato con Izquierda Unida, el grupo sin populismos, y ya todos la negaron tres veces, como en las Sagradas Escrituras, porque no puede haber ningún acuerdo tras el desastre masivo de Galicia y País Vasco. Con Podemos el odio es manifiesto. Hacia Compromís, solo por las últimas semanas, el desencuentro acabó en ruptura. Comunes y Más Madrid pidieron retraso, tiempo, demora, que es algo así como saltar del barco en plan elegante, sin verse las caras, unos saltan cuando los otros van a buscar una copa al bar. De Colau mejor no hablar, porque la fiesta de despedida nacional a Sánchez, eleva y sube a Illa. 

Yolanda Díaz hace mapas con los dedos fríos. El Grupo Coordinador y Ejecutiva, en el tiempo en que Sumar se deshace, arde bajo idéntica arenga: falla la implantación territorial, una vez todos asentados en los sitios, la cosa podría subir con burbujas, todos compartirían idéntica sonrisa y brindarían con las copas felices. No hay tiempo, el órdago imprevisto de Sánchez impide los mejores abrazos, los principales damnificados son ellos mismos. Había un problema pasado con la militancia pero volvían a ratos, sí, los diálogos veraniegos, los congresos de la cosa, los debates enriquecedores, las asambleas horizontales, los abrazos de oso. Ya todo es erial desde la ventana. Y los platos rotos los pagan ellos, más que nadie. 

La desesperación rubia de Yolanda Díaz va por tramos. No dibuja ni unas posibles e imposibles elecciones europeas. Todos cuestionan su liderazgo, y como siempre la atacan por lo último: una pérdida de relevancia en el Ejecutivo de Sánchez por no haber podido sacar adelante los subsidios de desempleo. Esa fogata la encienden exclusivamente los sindicatos, está segura, con una sola voz por Comunidad Autónoma (Jon Hernández, el último, en el Parlamento vasco): qué coño hacen. Y esa afrenta de Sira Rego, que quiere desde el principio unas europeas al margen de Sumar, es la muerte a plazos, en paralelo a la dimisión a plazos de Sánchez, ambas reflexiones a plazos, y ambas destructivas. Por liar más el asunto, por añadir más confusión al asunto para llegar a verlo todo mucho más claro, que decía André Breton: ni Sánchez la apoya para Europa. Letal. 

Junio puede ser el mes de las guillotinas, sin primaveras ni comienzos de la noche hermosa veraniega. La retirada de Sánchez, que no caída, porque lo hace entre multitudes, a ver si se aclaran y no los cuatrocientos millones de Air Europa, entre que se dibujan y no las cátedras universitarias cercanas, todo eso, es el golpe maestro para cerrar la tienda. Los altos comisariados europeos le traerán oro bruñido al sol, en la noche fresca y nueva, pero a él y solo a él benefician, la primera cabeza en rodar por la cuesta es la de Yolanda Díaz, cuya depresión lenta será vengativa. Su proyecto se desintegra tras un solo año desde su nacimiento: primera presidenta del Gobierno entonces desde el polideportivo de Magariños, abarrotado para la ocasión, la izquierda pura al PSOE, una izquierda sin populismos ni coletas, ni chalés ni piscinas con forma de riñón. Una quincena de alianzas desde entonces, diálogos y palabras tolerantes, el mayor entusiasmo fueron los acuerdos con IU. La marcha de los cinco diputados de Podemos al Grupo Mixto del Congreso, puente pasado de la Constitución, trajo otras lágrimas fluviales, todavía aquí.

Yolanda Díaz no duerme por las noches. Si de algo está segura es de su propia capacidad de trabajo. El partido sin gente tendrá que recurrir a robots, la mayoría muy puestos en la colocación de «likes» y emoticonos por las almadrabas sociales, donde se pescan nuevos votos. Díaz aguarda callada pero no quieta. Fue el gran socio de Sánchez, fuera de las siglas naturales, y ahora no caerá por el pozo sin respuesta. Para ella no es justo pero cada día trae su afán. Cambia el aire, cambia el tiempo, los muertos seguirán vivos y cobrando más por otras tierras. Son los recién enterrados aquí quienes escaparán de la fosa donde ya tienen dentro un pie y medio cuerpo.

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