¿Por qué postureamos?
Esta acción se ha convertido en un caramelo muy rico y goloso que toca profundas necesidades emocionales
Todos vemos a las personas postureando y pensamos qué falso, y nos damos el lujo de juzgarlos sintiéndonos muy superiores. Criticamos lo absurdo del postureo. Hablamos de lo necio que es hacerlo. Sin embargo, ahí estamos todos, postureando en las redes.
¿Qué es el postureo?
Es interesante cómo el postureo es algo que atribuimos a la gente, ese ente formado por todos y nadie en particular. Las redes sociales se nutren a base del postureo de las personas, que es el tipo de contenido más habitual, y no las veo lánguidas y famélicas precisamente…
Y es que, el postureo, es un caramelo muy rico y goloso, ya que toca profundas necesidades emocionales, y eso es lo que explica que aunque a nivel racional entendamos que es absurdo o incluso lo critiquemos con desdén, acabemos cayendo de una forma u otra.
Las redes y el miedo al rechazo
Las redes sociales explotan y estimulan uno de los miedos más básicos del ser humano: el miedo al rechazo. Aunque la gente se llene de lenguaje grandilocuente de que no nos importe lo que piensen los demás y ser más independientes que un vasco, la realidad es que no podemos evitar que este miedo nos afecte sobremanera, y es que, como en la prehistoria dependías del grupo para sobrevivir (cazar, protegerte de depredadores, cuidados…) en nuestro instinto de supervivencia está grabado a fuego la necesidad de ser aceptado por la tribu.
Gustarles a otros es la garantía de seguridad de que no seremos expulsados, de que nuestros vínculos serán sólidos, así que, aunque a nivel racional entendamos que hacer cosas para gustar a otros es superficial y de poca autoconfianza, para nuestra parte más primitiva es algo que le calma de uno de sus mayores temores.
Cada me gusta es un potente ansiolítico, una raya de seguridad para esa parte de nosotros.
Así que, en redes, lo que hacemos, básicamente es vendernos, y cuando postureamos, lo que estamos haciendo es un anuncio publicitario, pura ingeniería de marketing, para mostrarnos como un producto mejor que nuestros competidores a fin de que nos compren.
Paradójicamente, la constante comparativa a la que nos llevan las redes, nos crea inseguridad, por otro lado, por lo que entramos en un círculo vicioso en el que acudimos a posturear en redes para calmar ese miedo pero al compararnos con el postureo de otros (que no es ni su vida ni su yo real) nos sentimos inseguros e inválidos, por lo que volvemos a posturear para tranquilizarnos con ese “me gusta».
¿Qué hacer para que no te afecte?
Si realmente queremos abordar este fenómeno y conseguir que tenga menos fuerza en nuestra vida, más que criticar la frivolidad de las redes y elevarnos moral o intelectualmente, debemos trabajar nuestro amor propio (y el de tus hijos, si eres otro padre harto y preocupado por el enganche de tu hijo a las redes) para que el caramelo de las redes no sea tan atractivo y sobre todo, un calmante tan potente de nuestra parte más insegura.
Así que más que ser tu mejor versión y sobre todo, mostrarlo en redes, el foco ha de ponerse en aprender a aceptarnos incondicionalmente, querernos por lo que somos y no por lo que conseguimos, gustamos o hacemos, darnos un poco de caña y dejar de ser nuestros peores jueces y verdugos, y permitirnos sentir nuestras emociones más desagradables, abrazando todas nuestras partes, incluso las que huelen a mierda.
Si algún día lográsemos hacer eso, Marc Zuckerberg empezará a echar cuentas para llegar a fin de mes.