THE OBJECTIVE
HASTÍO Y ESTÍO

Estados Unidos no es país para Biden

«El partido demócrata querría ver cómo moría corneado por ese toro cárdeno que es Trump»

Estados Unidos no es país para Biden

Ilustración de Alejandra Svriz.

Envejecer es una putada de las grandes. Lo hacemos desde que nacemos y a una velocidad pasmosa. Un día naces sin un pelo en la cabeza y al siguiente deseas volver a esa calvicie antes que la blancura esté en la azotea de tu fisonomía y no en tu colada. Esta sociedad prefiere quedarse sin lavadora si ello conlleva que el tiempo se paralice de manera eterna.

Biden no ha soportado las presiones de las «juventudes» del Partido Demócrata de Estados Unidos. Cincuentones y sesentones que no pueden ver lo que se les viene encima. No hay nada que avejente más que el futuro. Biden ha cometido algún error, eso está claro. Olvidó la muerte de un hijo, confundió a Zelenski con Putin, balbuceó de manera clara en el debate televisivo contra Trump, llamó «vicepresidente Trump» a Kamala Harris, la presidenta italiana Giorgia Meloni tuvo que ejercer de perro lazarillo ante la evidente desorientación de Biden durante el G7, confundió a Macron con Mitterrand y así unos cuantos lapsus más. No debe de ser fácil tener que llevar el peso de la cada vez menos primera potencia mundial.

Felipe González dijo de Manuel Fraga que le cabía el Estado en la cabeza, aludiendo a la capacidad intelectual del entonces líder de la derecha española. Puede que la de Biden, más pequeña y envejecida, no pueda hacer lo mismo con los Estados Unidos. En España en ese momento no había duda de que sólo había uno, pero es que en aquel país son nada menos que cincuenta. Además, Fraga partía con la ventaja de ser gallego y el «liberado» Biden de Pensilvania. Así cualquiera. No hay datos oficiales que contradigan a que comer pulpo, marisco o una tortilla de Betanzos regada por un buen Albariño o una Estrella Galicia, hace que el conocimiento del mundo entre en quien realiza esa ingesta y se expanda a la vez que el universo.

Biden tiene 81 años y quería volver a ser el presidente de su país. Las capacidades y el ego nunca han sido un buen maridaje. El pulpo que se comía acompañado de un buen Albariño al que le quedaban los bañadores como a un Cristo dos pistolas, sí que era una mezcla que engrandecía la felicidad hasta estallar sus sentidos. El buen y el mal gusto separados por un baño que hizo más daño a los ojos de los demás que esas aguas contaminadas por unas bombas que fueron menos dañinas. A su partido hasta hace dos días les parecía la mejor opción presidencial. Pudiera parecer que buscaban el heroísmo en su líder, que muriera con las botas puestas. Una película, por cierto, que se estrenó apenas unos meses antes de que naciera Biden. Igual que hay toreros que sueñan con morir en la plaza, el partido demócrata querría ver cómo moría corneado por ese toro cárdeno que es Trump o simplemente del aburrimiento de vivir.

«Biden tiene 81 años y quería volver a ser el presidente de su país, las capacidades y el ego nunca han sido un buen maridaje»

Ser octogenario tiene mucho mérito de por sí. Llegar a esa edad te empieza a hacer merecedor como nadie de la palabra superviviente. Da igual la manera en que lo hayas conseguido. Trabajando mucho, poco o nada. Siendo rico o pobre. Habiendo llevado una vida feliz o triste. El simple hecho de haber llegado hasta ese número habla de tu resistencia ante las adversidades que siempre tiene la vida. Quien llega a esa edad se merece descansar y dejar a los demás luchar lo suficiente como para obtener su mismo premio. El único octogenario que tiene que seguir al pie del cañón es el maestro Raúl del Pozo. Patriarca del periodismo español y catedrático del articulismo periodístico. Sigue siendo el que más escribe y el que mejor lo hace. Pero a mí Raúl no me engaña. Yo sé que está en pleno proceso de ser el Benjamin Button español. Le pido que me mande una foto y Brad Pitt a su lado tiene el atractivo de Santiago Segura.

Los hermanos Coen dirigieron No es país para viejos. Una película que protagonizaba el actor español Javier Bardem. Nuestro compatriota se mete en la piel de un personaje del que no recuerdo el nombre, pero que borda la psicopatía. Lo que sí que sé es que en la secuela de este 2024 se llama Estados Unidos de América.

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