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Opinión

La inestabilidad cronificada espanta la inversión

«Tanto la FED como el BCE están un poco a merced de quienes piden con insistencia bajadas de tipos»

La inestabilidad cronificada espanta la inversión

Ilustración de Alejandra Svriz.

Esta semana comenzó con un espasmo bursátil mundial que provocó pérdidas de dos billones de euros, según cálculos de profesionales. A medida que han transcurrido los días, los mercados han tendido a la serenidad y han recuperado parte de lo perdido. El detonante de la voladura de los índices fue la aparición de un dato que, en sí mismo, no tenía carga explosiva. Me refiero a la creación de empleo en Estados Unidos durante el mes de julio, que fue solo de 114.000 puestos, una cifra interpretada como anormalmente baja.

En la economía desquiciada de estos años, cualquier disculpa es buena para presionar a quien corresponda, y esta vez, como casi siempre, a quien corresponde es a los bancos centrales, con el objetivo de que aflojen en su política monetaria restrictiva y muevan ficha en el mes de septiembre sin falta, a pesar de que el proceso inflacionario no está totalmente controlado. En esta ocasión, la interpelada por los mercados ha sido la Reserva Federal norteamericana (FED), a la que se le pide, mejor, se le exige, que anuncie de una vez la primera bajada de tipos

El método es poco ortodoxo y tiene muchas contraindicaciones, pero los mercados son tercos y quieren que la FED contemple la variable de la evolución del empleo con igual o mayor ponderación que la evolución de los precios. No les va a ser fácil a los miembros de la FED ignorar esta demanda urgente y tendrían que hacer un ejercicio serio de contorsionismo para dar a los mercados lo que les piden.

Por lo que respecta al BCE, cuya política monetaria tiene su sentido en el control de la inflación, tampoco lo tiene fácil, aunque el argumentario para septiembre parece más justificado, dada la tendencia al estancamiento que anuncian los indicadores más comunes. Un caso muy distinto al de Estados Unidos, donde la economía creció en el último trimestre casi un 3 por ciento.

Europa apunta al estancamiento, fundamentalmente debido a una demanda interna que languidece y una actividad industrial en retroceso. Son palabras mayores que alertan sobre casi la única variable que ha mantenido el tipo en los últimos meses, que es el empleo.

A falta de otros indicadores estacionales, el Índice de Gestores de Compras (PMI) de esta semana delata ese estancamiento en la eurozona en el mes de julio, que afecta a la mayoría de los países del euro. El PMI cayó siete décimas en dicho mes, situándose en 50,2 (el 50 marca el límite entre el crecimiento y la contracción). No voy a caer en el mismo error de juicio de quienes, con el dato de empleo norteamericano en un solo mes, provocaron el lunes negro en los mercados mundiales. Un PMI malo en un mes no debe provocar reacciones histéricas. La economía al minuto en la que viven y de la que viven los mercados, es solo una parte de la realidad, aunque muy poderosa y, a veces, determinante.

Pero hay que atender a las señales y tanto la FED como el BCE están un poco a merced de quienes piden con insistencia bajadas de tipos o, al menos, señales ciertas de que ambas instituciones quieren hacerlo, aunque los grados y los tiempos sean suyos.

Por lo que se refiere a España, los indicadores del primer semestre han sido buenos, pero si afloja la UE, las expectativas empeoran. Los datos de empleo en julio no han sido especialmente buenos, pero también en nuestro caso, es solo un mes. Hay que esperar, aunque nuestra mayor amenaza no nos viene de fuera, sino de una inestabilidad institucional cronificada que los últimos acontecimientos en Cataluña no contribuyen a mejorar, y de una política económica errática de un Gobierno que no controla ni a sus socios ni a sus aliados parlamentarios y que no inspira la mínima confianza a los inversores, aunque sí a aventureros de toda laya.

Las continuas maniobras de intervencionismo descarado en empresas privadas como Telefónica o Indra, el desbarajuste de resultados en la Sepi, la calamitosa situación de Renfe, que culpa a una empresa privada de su pésimo servicio en cercanías y en larga distancia, la práctica quiebra de Correos que gestionaba un íntimo del presidente, reflejan un cuadro de irresponsabilidad política que no puede pasar inadvertida para los pequeños y los grandes inversores a los que no se les puede pedir heroicidades.

En un contexto de inquietud mundial y retraimiento de la inversión más seria y menos especulativa, España ofrece las peores imágenes posibles para atraer algo más que turistas. 

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