Horario: el trampantojo y la gansada de un tipo acorralado
A Sánchez no lo promueve el objetivo de cuidar de la salud física y mental de sus conciudadanos

Ilustración de Alejandra Svriz.
Se fue hasta Eslovenia, se afanó un jerseicillo «tipo Ancelotti» que mola de progre, y, siguiendo la sugerencia de algunos de sus mil asesores, se dijo: «Voy a resucitar el cambio de horario». Dicho y hecho: pidió a su tele de cabecera una cámara y se presentó en su último papel de clon del idiota y embustero Al Gore, para anunciar al Mundo Universal que se constituía en promotor de una estabilización del horario que, según le dice a este cronista un colega que no tiene otro remedio que seguirle habitualmente: «Lo vende como si fuera la mejor idea que ha tenido la Unión Europea desde los tiempos de De Gasperi». Pero, su gozo en un pozo: inmediatamente y desde Bruselas han hecho saber que «solo tres de los países miembros apoyarían la oferta de Sánchez».
Este debe creer que los comunitarios tienen las mismas tragaderas que los españoles, pero no: bobadas, en este tiempo y en ese lugar, las justas. Aunque las repita en el Parlamento. Y es que fíjense: Sánchez ha descubierto, de la mano de no se sabe qué idiota, que al sol se le puede obligar a salir a las siete de la mañana y a la vez desde Oslo a Algeciras, pongamos por caso. Este individuo que anuncia comités para todas las gansadas que se le van ocurriendo, filtra que ya uno de los especializados en España asienta científicamente su proyecto. Lo cual es mentira. Ni comité de expertos, ni gaitas, o sea, lo mismo que con la covid: una falsedad descomunal basada en un par de reuniones de unos señores y señoras más o menos desocupados/as, que terminaron tirándose del moño porque no había forma de ponerse de acuerdo en la cuestión fundamental y simple: ¿El cambio de horario es malo para la salud?
Y es que la opinión científica más extendida lleva años asegurando que no existe una conclusión exacta sobre el asunto. Hace años, la AMA, Asociación Médica Americana, la más reputada del planeta, advirtió con toda clase de datos empíricos de que no se sostenía la aseveración de un grupo australiano que asociaba los cambios de hora al aumento de los infartos de miocardio. Los antecesores de Sánchez en este bodrio (en España existe uno que lleva años dándonos la monserga) sostienen que los pobres niños son los más perjudicados con el vaivén. «Claro —mantienen— se les vuelve locos si un día de pronto se les adelanta el madrugón y al día siguiente se les retrasa para tirarse de la cama». Es decir, si esto fuera verdad, tendríamos que denunciar que todos los sábados y domingos del año, los inocentes infantes sufren un trastorno de no te menees porque semanalmente se les ha cambiado su horario de vigilia. ¿Verdad que es una necedad? Todavía Sánchez no ha tirado de los niños; se conforma por ahora con convertirlos en los más analfabetos de toda la Unión Europea, sino véase el Informe Pisa.
Todo lo escrito hasta ahora es inútil o prescindible: a Sánchez no lo promueve el objetivo de cuidar de la salud física y mental de sus conciudadanos, ¡qué va! Su propuesta eslovena no es más que una añagaza, una martingala de la peor especie para disimular, por ejemplo, que cada día está más claro que el partido del que es secretario general se está financiando con dinero más sucio que cualquier lodazal de la Moncloa. «Si no puedes evitar un escándalo, tápalo con una imagen de propaganda». Este es el mandato que cumplen estrictamente la legión de paniaguados que nos roban el pan ideando estupideces para su jefe. A estas alturas el gentío se pregunta cuál será la próxima. Pues bien: esta no es una gansada, es una canallada. Se trata del blanqueamiento del aborto que el Gobierno ha introducido gracias a un desmán infantil del alcalde Almeida. Este fin de semana la ralea sanchista, al alimón, se va a ocupar de desplegar otra cortina de humo: la declaración del aborto como un derecho inalienable de la mujer. Y aquí no existen las medias tintas: o estás directamente con esa proclamación o eres un fascista y un maltratador de mujeres. Como suena.
A este Sánchez le trae por una higa que el Artículo 15 de nuestra Constitución inserte, indefectible, «el derecho a la vida y a la integridad física y moral». Textualmente. Modificar este artículo no podría hacerse —estamos hartos de repetirlo— sin el acuerdo de los dos tercios del Congreso, es decir, 234 diputados. Pero ¿qué más le dan a Sánchez estos números? Tampoco le importa nada el aborto en sí. Se trata de introducir un elemento de distorsión más en la sociedad española, dividiéndola hasta en los temas que afectan a su irrenunciable conciencia. En este caso, el ardid, además de serlo, es una inmoralidad descomunal. ¿Cómo contraponer el derecho a la vida con el supuesto derecho a eliminar embriones o fetos? No hay que insistir en esta atroz barbaridad.
Por lo tanto, volvamos al caso. De aquí a las elecciones generales vamos a soportar gansadas del mismo cariz que las descritas. Tienen una doble intención: disimular las fechorías de este Gobierno leninista y partir a la sociedad hispana en dos mitades irreconciliables a las que, como vaticina un amigo nada tremendista: «Aquí solo le falta un muerto para parecerse al 36 del pasado siglo». En eso están. Además de ser un trampantojo y una gansada, la apuesta por el cambio de los husos horarios es un brindis —nunca mejor dicho— al Sol, una pirueta para disfrazar una realidad que a Sánchez le azota hasta transformarle en el ser más odiado en España desde los tiempos de Fernando VII. Para entendernos, no picamos: que se meta el horario por cualquier agujero negro de La Moncloa, no le compramos la nueva maldad. A mentir a su casa-cuna, o sauna, allí se encontrará muchos cómplices. Los chulos de las saunas gays. Tan próximos, tan espléndidos con Sánchez.
