De la abolición a la regulación de la prostitución: los modelos de Suecia y Alemania
Mientras que los países de Centroeuropa la han legalizado y regulado, otros penan a quienes venden su cuerpo. España quiere castigar al putero
Prostitutas piden más apoyo a la legislación de la prostitución en España. | EP
El discurso político para abordar una legislación para la prostitución por fin ha aterrizado en el terreno de la realidad. El Congreso ha admitido a trámite la proposición de ley del PSOE para abolir la prostitución con el apoyo del PP y el rechazo de una parte del grupo parlamentario de Unidas Podemos, que se ha partido en dos tras la negativa de los diputados de En Común Podem de apoyar la propuesta. Las medidas enfocadas a la abolición que plantean desde PSOE y una parte de Unidas Podemos no centran el delito en la persona prostituida, sino en el cliente, el local en el que se ejerza y en el proxeneta.
Según una resolución del Parlamento Europeo de 2014, «la prostitución y la prostitución forzadas son formas de esclavitud incompatibles con la dignidad de la persona y con sus derechos fundamentales». Entonces, la Unión Europea instó a la Comisión y a los Estados miembros a poner en marcha los mecanismos necesarios para acabar con «la trata y la explotación sexual y para reducir la prostitución, como violaciones de los derechos fundamentales de las mujeres, en especial de las menores de edad, y de la igualdad de género». Abolir la prostitución, por lo tanto, es la única vía para conseguir erradicar esta situación.
No obstante, en Europa el mapa de la industria del sexo presenta un abanico de situaciones y clasificaciones legales que van desde el modelo abolicionista de Suecia, Noruega o Francia, al regulatorio de Alemania, Holanda, Austria y Suiza, pasando por el alegal –conocido como laissez faire– de países como España, Portugal e Italia donde los burdeles y el proxenetismo están prohibidos (ya que no hay forma de contratar legalmente a una prostituta), pero los prostíbulos generalmente se toleran y funcionan oficialmente como salones de masajes u hoteles por horas.
El modelo legislativo regulacionista de Alemania
El Pascha club de Colonia es el mayor prostíbulo de Europa y del mundo. Con 12 plantas y 9.000 metros cuadrados, en él trabajan unas 120 prostitutas y pasan unos 1.000 clientes al día. Ya en su fachada queda clara la oferta del local, porque en Alemania la industria del sexo es legal al contar con una de las leyes de prostitución más liberales del mundo que ha hecho que muchos –los más críticos– aseguren que el país se ha convertido en «el burdel de Europa». De esta forma, desde 2002, en el país germano, la prostitución es un negocio legal y regulado tratado como cualquier otra profesión al hacer cumplir la regulación apropiada, es decir, las prostitutas pueden ser empleadas oficialmente o ejercer de autónomas.
El entonces Gobierno de Gerhard Schröder buscaba «mejorar la situación legal y social» de las prostitutas al asegurarles acceso a la seguridad social, así como la posibilidad de aportar a un fondo para obtener una pensión, y para ello aprobó la Gesetz zur Regelung der Rechtsverhältnisse der Prostituierten (Ley que regula las relaciones jurídicas de las prostitutas). De esta forma, a finales de 2020 –últimos datos facilitados–, alrededor de 24.900 prostitutas estaban registradas válidamente, un 38% menos que el año anterior, según la Oficina Federal de Estadística alemana, y 2.290 negocios contaban con una licencia para ejercer en ellos el oficio.
Los datos se empezaron a recabar en 2018, año en el que hubo 32.800 personas registradas, muestran un pico en 2019 en el que se llegó a 40.400, y que desciende en 2020 por la pandemia, como explica la Oficina alemana.
No obstante, en 2017, entró en vigor una nueva ley, la Gesetz zum Schutz von in der Prostitution tätigen Personen (Ley de protección de las personas que ejercen la prostitución), que incluye más obligaciones que la primera. Por ejemplo, las trabajadoras sexuales deben registrarse, especificar su nacionalidad, las zonas donde trabajarán y su situación sanitaria para obtener un certificado conocido como ‘Pasaporte de Prostituta’, que deberá ser renovado cada dos años.
Los países que siguen este modelo aparecen en azul en el mapa. Sorprendentemente, Turquía y Grecia siguen el modelo alemán pero con regulaciones estrictas que hacen que la gran mayoría de las prostitutas de estos países operen ilegalmente. Austria, Suiza, Letonia, Países Bajos o Hungría también seguirían el modelo regulacionista alemán.
El modelo abolicionista de Suecia: el putero comete el delito
El Modelo Sueco (más recientemente también llamado Modelo Nórdico ) prohíbe pagar por sexo pero aplica políticas de laissez-faire hacia las mismas prostitutas. En otras palabras, si una persona tiene relaciones sexuales con otra a cambio de dinero, el putero comete un delito –hasta un año de prisión–, mientras que la prostituta no, a diferencia del modelo prohibicionista (Andorra, Albania, Bielorrusia, Rusia, Serbia o Ucrania), que ilegaliza el acto de la prostitución, es decir, la prostituta, y no el cliente, comete un delito o falta.
El Instituto de Estadística de Suecia estima que menos de un millar de mujeres ejercen la prostitución callejera en un país de 9,4 millones de habitantes, frente a las más de 300.000 que hay en España. En las calles de la capital, Estocolmo, la cantidad de prostitutas ha sido reducida en dos tercios y la de clientes en un 80%. De esta forma, el modelo sueco –al que aspira España– se adoptó por primera vez en Suecia en 1999, pero desde entonces se ha extendido a otros países europeos, incluida Francia en 2016, que castiga con 1.500 euros a quienes paguen por sexo.
Por su parte, Noruega copió la norma sueca sobre la prostitución en 2009 con una novedad: comprar sexo fuera del país también es delito, lo que permite perseguir todo el turismo sexual. La multa es de 3.164 euros. En Islandia, Irlanda, Lituania e Irlanda del Norte también sería ilegal la prostitución para el putero.
