Castilla del Pino: el psiquiatra pensador que deslumbró a los intelectuales antifranquistas
La editorial Triacastela celebra con la publicación de ‘Celos‘ el centenario de un autor fundamental en la educación sentimental de la intelectualidad progresista
Autor fetiche de la joven intelectualidad progresista que despuntaba en la Transición, Carlos Castilla del Pino, hubiera cumplido el sábado cien años. Hasta su muerte el 15 de mayo de 2009, desplegó una vida fructífera, multiplicada en lo profesional por su triple condición de neurólogo, psiquiatra y escritor.
La editorial Triacastela lo reivindica ahora con Celos, un libro múltiple, como conviene a la dimensión de su autor. Su núcleo lo compone el ensayo que le da título y que, como explica el editor José Lázaro, profesor de Humanidades Médicas de la Universidad Autónoma de Madrid, «reúne todas las condiciones para ser considerado uno de los mejores» de Castilla. «Sólidamente apoyado en la antropología y la psico(pato)logía que había ido elaborando de forma original en las etapas anteriores, recupera el estilo accesible de los ensayos dirigidos al público no especializado».
Se trata de un ensayo de madurez, centrado en un tema de gran interés general y con el atractivo añadido de ser relativamente poco conocido, sobre todo en comparación con las obras que leyeron en masa los jóvenes progresistas de la Transición española, ávidos de una profundidad diferente.
Aunque el ensayo se sostiene perfectamente por sí mismo, atendiendo a la celebración del centenario la edición lo complementa con un par de documentos sobre la biografía intelectual y psiquiátrica de Castilla y, sobre todo, textos de cinco figuras consagradas de la cultura española que describen su personalidad e influencia: Victoria Camps, Luis García Montero, Javier Muguerza, Antonio Muñoz Molina y Amelia Valcárcel.
El escritor Antonio Muñoz Molina, por ejemplo, ilustra la influencia del homenajeado en una generación fundamental, para bien y para mal, en la construcción de la España de hoy: «Descubrí a Castilla del Pino, como tantos de mi generación, a principios de los años setenta, y aún sigo aprendiendo de él, aprendiendo a estar en el mundo y a dar cuenta del mundo, a mirar a mi alrededor y hacia lo más hondo y secreto de mí mismo».
«El amor es el eje vertebrador del ensayo Los Celos de Castilla del Pino»
Castilla publicó un total de 22 libros de psiquiatría, seis de ensayos y 186 monografías neuropsiquiátricas publicadas en revistas especializadas. Además, cultivó una faceta más personal que se refleja sobre todo en dos novelas y una autobiografía en dos volúmenes. Comenzó a darse a conocer con Un estudio sobre la depresión (1966), pero su verdadero salto a la arena pública llegó con Fundamentos de antropología dialéctica (1969), donde subrayaba la importancia del contexto social y económico, pero también filológico y político (la influencia del estructuralismo era muy potente entonces) en las patologías mentales. La incomunicación (1970) y Cuatro estudios sobre la mujer (1971) confirmaron su prestigio. En 1997 obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos por El delirio, un error necesario.
Aunque su influencia fue decreciendo con los años, quienes bebieron ávidamente de su obra recuerdan con admiración la obsesión por penetrar lo más profundo del ser humano, matizada siempre por la consciencia de una limitación última. «No hay arte que descubra en el rostro la construcción del alma». Victoria Camps destaca esta cita del Macbeth de Shakespeare con la que Castilla encabezó su último libro, Teoría de los sentimientos (2002). Por su parte, Amelia Valcárcel recuerda al «gran médico que mantiene viva la dilatada veta humanística de la medicina; al ciudadano que trabajó por las libertades comunes y públicas: al más agudo de los memorialistas españoles del siglo XX».
Su colega de profesión Enrique Baca Baldomero, catedrático de Psiquiatría del Colegio Libre de Eméritos, lo define como «un pensador que era psiquiatra», reconoce que «no estuvo exento de sesgos, personales unos e intelectuales otros», y destaca «un rasgo que, le perjudicará o le beneficiará, tuvo que asumir […]: convertirse, en un momento histórico determinado, en un icono de la izquierda cultural y política en España». Pero, por encima de todo, Baca recuerda que Castilla «pensó, y pensó bien, sobre lo que el hombre es cuando enferma en lo más específico de su ser y también cuando, sin enfermar, se comporta y se mueve en el mundo de la realidad cotidiana».
«Es el más agudo de los memorialistas españoles del siglo XX»
Amelia Valcárcel
En cualquier caso, el psiquiatra que era pensador no se limita a describir: también prescribe, pero con una mirada amplia: «El celoso, en suma, está lejos de ser solamente celoso, porque el prejuicio que representan los celos es la punta del iceberg de una teoría prejuiciosa del sujeto sobre la realidad, la que componen los seres humanos y el conjunto de sus actuaciones recíprocas».
Así concluye Castilla del Pino el ensayo de Los celos, cuyo eje vertebrador es el amor. Baca sostiene que para el autor este es «un sentimiento fundamentalmente ‘utilitario‘, que se expresa en el deseo de posesión del otro y se agota en dicho deseo. No hay nada que trascienda el interés del amante, y el amado juega siempre un papel de ‘objeto‘, aunque sea de objeto excelsamente importante y, cómo no, deseado». Esa objetividad enciende la paradoja de los celos, porque como concluye Castilla en el ensayo, las personas son «los únicos objetos de la realidad externa con la propiedad de no poder ser absolutamente poseídos». A partir de aquí puede abrirse una apasionante discusión sobre el alcance de las nociones de objetividad y subjetividad.
La conversación con el centenario pensador que era psiquiatra continúa.