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'El mochilero del hacha': los 15 minutos de fama de Warhol nunca fueron tan delirantes

Netflix estrena un documental que sorprende a quienes no conocen la historia del vagabundo Kai. Vale la pena verlo con ojo crítico

‘El mochilero del hacha’: los 15 minutos de fama de Warhol nunca fueron tan delirantes

Kai, conocido como 'el mochilero del hacha'. | Netflix

Tal vez no les suene mucho el nombre de Jason Eisener, pero fue este hombre el que nos trajo noticias nuevas de Rutger Hauer hace más de una década, cuando nos preguntábamos qué había pasado con aquel hermoso replicante de la inolvidable Blade Runner (Ridley Scott, 1982).

La leyenda dice que propio Hauer modificó el guion, una noche antes de filmar, y dejó para la posteridad las siguientes líneas: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».

Así que Eisener estrenó en 2011 Hobo with a Shotgun, con Hauer en el rol principal. La cinta, como su título lo indica, es la historia de un vagabundo que decide tomar la ley por propia mano y hacer justicia en un futuro postapocalíptico. La cinta destaca por ser una guarrada. Es tan mala que termina siendo buena y lamentamos que no haya tenido una continuación. 

Un hobo, en Estados Unidos, es un vagabundo que viaja y está dispuesto a trabajar. Heredó el apelativo de los migrantes en Estados Unidos. Existen otros nombres como tramp (un vagabundo que evita trabajar) y bum (ni viaja ni trabaja). 

Kai Lawrence, el protagonista del curioso documental que recién estrenó Netflix, The Hatchet Wielding Hitchhiker (El mochilero del hacha), comparte muchas cosas con el personaje que interpreta Hauer: es un vagabundo que salva a las personas de los abusadores, usando un hacha que guarda en su mochila. Al menos eso parece al principio, hasta que se conoce su verdadera historia.

15 minutos de fama o tres meses de gloria

Como se puede ver en el tráiler, Kai se convierte en un fenómeno mundial después de salvar a una mujer que era asfixiada por un chófer que previamente había atropellado a un trabajador negro. El criminal estaba intoxicado y parecía incontrolable hasta que el vagabundo sacó un hacha que guardaba en su mochila y lo golpeó hasta tres veces. 

Jessob Reisbeck, un reportero que regularmente cubría deportes, fue enviado por la falta de personal en aquel momento en el canal de televisión que laboraba, a cubrir esta, en teoría, pequeña historia. Sería él quien le daría los 15 minutos de fama que el artista Andy Warhol pronosticó para todos nosotros, y quien hasta el día de hoy, por lo que se ve en el documental que bien dirige Colette Camden, carga con cierta culpa por los acontecimientos que sucedieron después de esta cobertura.

Camden -responsable de dos capítulos del exitoso documental What Do Artists Do All Day?– hace dos cosas muy bien en El mochilero del hacha: no lo alarga demasiado (apenas dura una hora y 25 minutos), una rareza en estos días. Y detalla muy bien la locura en las redes sociales y el hambre de los productores de televisión por convertir a cualquier persona en un producto.

El documental demuestra que a nadie parecía importarle que un vagabundo deambulara por las calles con un hacha entre sus pertenencias, aún menos que Kai fuera incapaz de dar dos o tres respuestas acertadas sin perderse en sus tribulaciones. Los productores de las Kardashian deciden hacerle un show sin conocer su pasado y le hacen firmar un contrato. Incluso este personaje termina en un segmento del popular programa del famoso presentador Jimmy Kimmel.

Kai, luego de que Jessob Reisbeck transmitiera la noticia, se convirtió en un personaje casi de culto. La palabra smash (aplastar), que usa el vagabundo para explicar cómo golpeó al hombre que era una amenaza pública, se hizo viral en internet. Sin embargo, como suele suceder con este tipo de fenómenos, la caída fue abrupta y todos aquellos que celebraron la aparente «justicia» que se desprendió de las manos de esta estrella fugaz, terminaron hundiéndolo sin comprender lo que pasaba de fondo.

El justiciero y las enfermedades mentales

La figura del justiciero anónimo vive en constante revisión en el cine. Para no retroceder demasiado en el tiempo, actores como Charles Bronson, Bruce Willis, Liam Neeson, Denzel Washington y Mads Mikkelsen representaron este papel. También, con otras características, lo hicieron actrices como Emily Blunt, Jessica Chastain y Rooney Mara.

En 2020, Netflix estrenó Subway Vigilante, dentro de su serie Juicios Mediáticos. Un ciudadano llamado Bernhard Goetz le disparó a cuatro adolescentes negros en el metro de la ciudad de Nueva York, en 1984. Afirmó que fue en defensa propia. El caso fue muy discutido y aprovechado por los tabloides, como sucedió con la televisión y las redes sociales con Kai.

En ambos documentales encontramos una coincidencia: los medios, tradicionales y digitales, las redes sociales y un largo etcétera son felices encumbrando héroes o destruyéndolos; pocas veces existe una reflexión sobre lo hecho. Peor aún, no están interesados en comprender las razones por las que algunas personas reaccionan como reaccionan.

En el caso de Kai, es bastante obvio que su mente no funciona bien, que necesita ayuda. Si en lugar de haberlo expuesto como nueva carne para un show, alguien se hubiera interesado en llevarle a un especialista, tal vez todo lo que sucedió después podría haber sido otra historia: una de superación o, al menos, de tratamiento. Todos los entrevistados que conocieron al protagonista del documental coinciden en afirmar que algo no andaba bien en su cerebro. ¿Por qué nadie levantó la mano para advertirlo y llevarlo a una institución?

La respuesta a lo anterior queda en la especulación, pero me atrevo a dar un diagnóstico: como sociedad nos cuesta hablar de salud mental. Preferimos llamar a las personas con enfermedades locos, apartándolos, reduciéndolos y, muchas veces, violentándolos. ¿Qué se puede esperar de este maltrato? Que dadas las circunstancias, respondan con el peso que llevan en la mochila. 

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