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John Connolly se cita con la muerte en los Balcanes

El autor de la saga del detective con tintes esotéricos Charlie Parker nos habla de ‘Tumbas sin nombre’, una novela con terribles criminales serbios

John Connolly se cita con la muerte en los Balcanes

John Connolly | Iván Giménez

John Connolly (Dublín, 1968) es un irlandés amable y sonriente que ha hecho fortuna escribiendo historias muy oscuras. La saga de su detective Charlie Parker podría definirse (muy resumida) como una mezcla del género negro a lo hard boiled de un Dashiell Hammett contemporáneo y el toque sobrenatural/esotérico de Stephen King.  Más o menos. 

La fórmula funciona. Connolly ha vendido millones de libros en todo el mundo y ahora está promocionando Tumbas sin nombre, en el que la pareja de secundarios de las peripecias habituales de Parker, el sicario Louis y su frágil pareja Angel, toma el protagonismo. El mismo autor nos resume la trama: «De Jaager, un viejo amigo de los semi-retirados criminales de carrera Angel y Louis, es asesinado en Ámsterdam por unos asesinos serbios, y Louis se propone darles caza antes de que puedan encontrar refugio en su tierra natal». 

Y, con la honesta sencillez marca de la casa, explica sus motivos para el cambio de tercio. Nada sofisticado, solo le apetecía airearse un poco: «Siempre me han gustado los thrillers de trotamundos, así que esta es mi versión de uno». Frente a la habitual localización estadounidense –apenas hay algún capítulo suelto en el Maine de Parker–, los personajes recorren Europa un poco al estilo Jason Bourne.

Portada del libro

Confirmado: Connolly es un tipo sin pretensiones. «No sé si pienso en esos términos», responde a la pregunta sobre el lugar de Tumbas sin nombres en el contexto de su carrera. «En general, me siento aliviado cuando consigo terminar otro libro. Me preocupa que se agote la inspiración, que los lectores se cansen de mí, que mis editores decidan lavarse las manos. Eso nunca cambia». 

Quizá por eso esta vez le ha dado un descanso a Charlie Parker (aunque aparece en un par de escenas y su hija tiene un papel inquietantemente decisivo) en favor de sus (hasta ahora) accesorios. «Normalmente una historia llama con más insistencia que otra, y en este caso, era la novela de Angel y Louis. Es una buena idea escuchar esa voz cuando llama, de lo contrario acabarás empantanado en un libro que no quieres escribir y deseando haber empezado el otro. Sin embargo, el tono de un libro de Angel y Louis es diferente al de una novela de Parker. Están menos atormentados por la culpa y la empatía. Es bastante liberador para mí, en cierto modo».

Aunque el verdadero protagonista de la novela quizá sea el fascinante volcán, nunca del todo apagado, de los Balcanes. La trama se desarrolla en la actualidad, pero remite constantemente a la guerra que desgarró aquella región en la última década del siglo XX, tras la desintegración de Yugoslavia. 

¿No le daba miedo reabrir ciertas heridas? «Creo que el conflicto sigue siendo una herida abierta, así que no es cuestión de reabrirlo», niega Connolly la mayor: «Lo que me parece interesante es que el conflicto de finales del siglo pasado no fue más que la última manifestación de una tensión que viene desde antes de la Primera Guerra Mundial, y más atrás aún, si se examina el legado imperial de Serbia». 

La memoria en estos casos se antoja una prioridad inexcusable. «Es un ejemplo de cómo quienes no aprenden de la historia están condenados a repetirla. Por ejemplo, si se visita el Museo Militar de Belgrado, que es uno de los principales museos de historia, no se menciona el conflicto de los Balcanes. Pasa directamente de la desintegración de Yugoslavia a la participación serbia en operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU décadas después, sin ninguna referencia a lo que ocurrió entre medias. Es preocupante». 

John Connolly. | Iván Giménez

La actual escalada de tensión en Kosovo resulta bastante elocuente. «No hace más que confirmar que esas tensiones siguen bullendo y que de vez en cuando estallarán, con ayuda de los rusos, que están deseando fomentar cualquier problema que puedan en la región. En Belgrado llamó la atención la cantidad de propaganda prorrusa, incluidas camisetas de fútbol de la selección serbia con el nombre de Putin». 

Serbia, como Estado, no queda muy bien parada. Solo la eventual entrada en la UE abre un resquicio de luz. «Está generalmente aceptado, sobre todo por los serbios de a pie, que la suya es una economía capturada, corrupta de arriba abajo. Supongo que la esperanza es que la adhesión a la UE fomente, o fuerce, algún tipo de rendición de cuentas, pero el comportamiento delictivo puede ser la menor de nuestras preocupaciones. Todavía existe un resentimiento considerable por el trato que las potencias occidentales dieron a Serbia durante el conflicto, aunque como resumió mi chófer aquel periodo [el de documentación de la novela], ‘ocurrieron muchas cosas malas, y la mayoría fueron culpa nuestra’. Como hemos visto con Orbán en Hungría, la ira y la sospecha de ese tipo están abiertas a ser aprovechadas por la extrema derecha. Pero en el día a día, los serbios que conocí fueron increíblemente amables, serviciales y matizaron las dificultades y la historia de su país». 

La Europa «occidental» tampoco queda muy bien parada. Por ejemplo, se dice en la novela que «los Países Bajos se han convertido en un narcoestado, y ahora son el centro logístico para el comercio mundial de cocaína». Por momentos, Connolly roza la prosa de denuncia. Pero de nuevo surge la sencillez más desarmante: «Por un lado, escribo novelas con la intención de distraer a los lectores y, tal vez, hacer que ese largo viaje en avión o la espera en el aeropuerto sean un poco más placenteros. Por otro, la ficción de misterio ofrece la oportunidad de deslizar mucha información bajo cuerda, permitiendo a los lectores descodificarla y juzgar en consecuencia. Pero nadie quiere que le sermoneen. Puede ser muy agotador».

John Connolly. | Iván Giménez

Los personajes estadounidenses parecen quedar en cambio en una zona de ambigüedad. Ayudan, pero desaparecen una vez que alcanzan sus objetivos. «Estoy bastante seguro de que muchos lectores norteamericanos desconocen la participación de su país en las guerras de los Balcanes como parte de la OTAN. Pero cuanto más viajo por EEUU y más tiempo paso allí, más comprensivo, aunque no necesariamente indulgente, soy con su insularidad. Es un país enorme, con enormes diferencias culturales, políticas y sociales entre, por ejemplo, Maine -donde paso parte del año- y Luisiana o Texas. A los estadounidenses ya les cuesta bastante lidiar con sus propias dificultades, por no hablar de lo que pueda estar ocurriendo en la lejana Europa o en Oriente Medio. De nuevo, soy cada vez más reacio a juzgar precipitadamente, o a pintar a un vasto bloque de ciudadanos con una sola brocha, especialmente teniendo en cuenta hasta qué punto la administración Biden -y por extensión, el contribuyente estadounidense- ha intentado negociar la situación en Ucrania». 

La novela alcanza sus cotas más intensas cuando aparecen en escena los villanos, asediados por los héroes justicieros. Algunos despliegan una batería de rasgos psicópatas, pero los más interesantes son los menos espectaculares, los gestores que prefieren no ensuciarse las manos. «Esto puede sonar raro, pero quería que el lector, si no se pusiera de su parte, al menos sintiera algo de la urgencia de su situación. Son como ratas en una trampa, tratando desesperadamente de escapar, y utilizando todo su ingenio para hacerlo. Del mismo modo, su abogado austriaco, Frend, sigue buscando salidas para todos ellos, incluso mientras Louis y su gente se acercan cada vez más. Es fácil hacer que el lector simpatice con los buenos. Es más difícil que sienta empatía por los moralmente más problemáticos».

En cualquier caso, no deja de asombrar la crueldad que muestran muchos de los personajes, aquilatada por un conflicto demasiado propicio. «De nuevo, tenemos que mirar más atrás. Los Ustashe croatas se aliaron con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y los tormentos que infligieron a los serbios fueron horribles. Yo diría que parte de la brutalidad del conflicto de los Balcanes está relacionada con el ajuste de cuentas de aquella época. Incluso antes de las guerras mundiales -y algunos de los orígenes de la Primera Guerra Mundial se remontan a la antigua hostilidad entre Serbia y Austria-Hungría-, los otomanos masacraron a los serbios. Es una región con una historia imperial repleta de derramamiento de sangre, y quizá esa historia tenga un impacto psíquico en la población. Es difícil imaginar cómo no lo haría».

Entre tanta tiniebla consigue destacar el fascinante personaje de Zoria, una bruja valaca con cuerpo de niña y alma vieja como el mal capaz de cruzar al mundo de los muertos por unos puentes que se retuercen ante su mirada. Connolly, asegura, se ha basado en casos documentados. «La cultura valaca está muy vinculada al misticismo y la brujería. Exploré la región de Serbia cercana a Rumanía y al Danubio donde residen muchos de los valacos, e Ivan Gudojevic, a quien doy las gracias al final del libro, se tomó su tiempo para explicarme un poco de esa cultura. Zoria es un producto de esos sistemas de creencias. Es la antítesis de Angel y Luis, que no tienen mucho tiempo para lo sobrenatural, a pesar de sus tratos con Parker».

John Connolly. | Iván Giménez

Como en todas las novelas de la saga, la aparición de lo sobrenatural aporta un toque extra, hábilmente engarzado con el thriller detectivesco. Un sello único que, probablemente, le ha valido a Connolly la categoría de best-seller. Pero no parece una fórmula creada artificialmente: su éxito tiene que ver con cierta difícil fluidez de la mezcla. «Me pareció una combinación natural cuando empecé a escribir, quizá por mis lecturas y mi formación católica. No fue hasta más tarde cuando me di cuenta de que la novela negra tenía una larga antipatía hacia lo sobrenatural, y de que lo que yo hacía no contaba necesariamente con la aprobación de los elementos más conservadores del género. Sin embargo, eso ha cambiado con las nuevas generaciones de escritores, menos comprometidos con las convenciones. Es reconfortante, de lo contrario acabaremos con un género en estado gelatinoso entre el nacimiento de Sherlock Holmes y la muerte de Poirot».

Afortunadamente, los lectores españoles tenemos ración de Parker de sobra. «La traducción de mi obra al español siempre va unos dos libros por detrás de las ediciones en inglés, así que el próximo libro de Parker -en realidad, dos novelas largas en un volumen- saldrá en España el año que viene, mientras que estoy a punto de publicar una secuela de El libro de las cosas perdidas en inglés a finales de este año. El próximo libro de Parker está prácticamente terminado, al igual que otro volumen de la serie de relatos cortos Nocturnes. Básicamente, si mañana caigo muerto, los lectores españoles seguirán teniendo noticias mías durante un par de años…» 

De todas formas, le rogamos al autor que aplace un poco más su cita con la que quizá sea la pareja privilegiada de baile de su escritura: la muerte. 

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