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‘Al sur de Tánger’, un Marruecos sin prejuicios ni tópicos

El escritor y arabista Gonzalo Fernández Parrilla desmonta en un ensayo los clichés sobre el país norteafricano

‘Al sur de Tánger’, un Marruecos sin prejuicios ni tópicos

Tánger. | Preslava Boneva

La película Casablanca – rodada íntegramente en platós de Hollywood– es probablemente el mayor ejemplo de cómo una película puede condicionar nuestra visión sobre un país. El lugar imaginario y el elegante Rick’s Café han hecho que viéramos Marruecos con diferentes ojos. Deseamos encontrarnos con Rick Blaine e Ilsa Lund y tomarnos un trago con ellos. Exactamente de esa ficción intenta escapar el escritor y traductor Gonzalo Fernández Parrilla –uno de los referentes en España de la traducción del árabe y de los estudios sobre literatura árabe– en su ensayo Al sur de Tánger. Un viaje a las culturas de Marruecos publicado por Cuadernos de Horizonte. El profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid busca un Marruecos diferente, lejos del país romantizado a partir del mundo cinematográfico. Un lugar al que ir sin prejuicios ni tópicos. 

Respecto a Casablanca, escribe: «Aunque el Rick’s Café no existiera, nos cautiva […]. Tanto como nos hubiera gustado vivir unos días en el Tánger Internacional […]. Solemos ir a Marruecos en busca de algo que hemos visto en las películas, pero que tal vez no existe, que pude que nunca haya existido, y que nos impide ver el Marruecos real. Entender este juego de espejos, de realidad y de ficción es clave para poder ver otro Marruecos». 

Tánger es una mezcla de culturas. Allí conviven musulmanes, judíos y cristianos. Allahu Akbar. Ashhadu an la ilaha illa Allah. Así empieza la llamada a la oración (adhan) cada noche alrededor de las cuatro o cinco de la mañana, dependiendo de la hora de la salida del sol. Esta es la manera que tienen los musulmanes para convocar a sus fieles a rezar, pero no son los únicos que oran. En una de las callejuelas, unos metros de la plaza de 9 de abril – también conocido como Gran Zoco – se encuentran las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta, quienes además de fundamentar su día a día en la oración, ayudan a madres solteras con sus hijos pequeños, hasta que estas encuentren un empleo.

Fotografía de Tánger, por Preslava Boneva

Refugio de espías

Tánger ha sido inspiración y refugio para muchos. La «puerta de África» es recurrente en los relatos de los escritores de la generación beat. Allí desembarcaron en los años cincuenta después de «tomar un barco hacia África», según una frase del poema Aullido de Allen Ginsberg. Tánger vivía sus últimos días como zona internacional administrada conjuntamente por Francia, España, Gran Bretaña e Italia hasta la Segunda Guerra Mundial. España mantuvo el control de la ciudad hasta la independencia de Marruecos. Después, ésta se reunificó con el resto del país. En los días que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial, la «Interzonas» –como llegó a llamarla William S. Burroughs– era la última utopía de permisividad.

La ciudad marroquí tiene un pasado accidentado. En su día fue conocida como refugio de espías internacionales y lugar de encuentro de agentes secretos. También tuvo bastante fama como centro de contrabando. No había control de divisas (un dólar valía tres veces más que un franco en París), los visitantes podían quedarse todo el tiempo que quisieran sin interferencias burocráticas, y el mejor cannabis del mundo (el kif, procedente de las cercanas montañas del Rif) se podía adquirir abiertamente y consumir en los cafés de la Medina, la histórica ciudad amurallada. 

Farmacia en Tánger, por Preslava Boneva

Tánger fue también la patria del escritor estadounidense Paul Bowles, más conocido como el expatriado definitivo de Tánger que como novelista, traductor, compositor musical y etnólogo, con una importante producción creativa a lo largo de su vida. La película británico-italiana El cielo protector, de 1990 dirigida por Bernardo Bertolucci, está basada en la novela homónima de 1949 de Paul Bowles. «Puede que con esta película empiece el proceso de mitificación del desierto marroquí, convertido en un nuevo destino turístico», escribe Fernández Parrilla, que desde hace más de dos décadas se dedica a estudiar a fondo las relaciones hispano-marroquíes y la cultura de Marruecos.

Modernización

Todas estas cuestiones están en su libro. La curiosidad, el instinto y los olores de las callejuelas de la kasbah, ese laberinto donde perderse es un deleite. Escribe sobre música (los gnawa, las cheikhat o el grupo Nass El Ghiwane, entre otros), arte (naif, el Grupo de Casablanca…); cine (Casanegra de Nour-Eddine Lakhmari,), el islam, las lenguas (el árabe, el bereber, el amazig, el árabe dialectal marroquí o dariya, etc). Pero, además de todo, es un homenaje a los escritores marroquíes, como Abdellatif Laabi, Mohamed Berrada, Mohammed Chukri, Abdelfattah Kilito, entre muchos otros.

Al sur de Tánger tiene a esta ciudad como protagonista, pero sobre todo retrata a Marruecos. La idea del ensayo es sugerir al viajero español aspectos del país que no suelen ser habituales. Según el escritor hay una historia compartida y una mochila de prejuicios que se han ido inculcando en la sociedad. «Cuando, tras regresar de aquel primer viaje, anuncié que iba a estudiar árabe, fue como si me hubiera pasado a las filas del enemigo», escribe.  Se trata de una herramienta muy útil para adentrarse en los profundos mares de Marruecos y descubrir el país con otros ojos de la mano de un erudito, que ha dedicado su vida al estudio de esta cultura.

Otra de las tesis que sostiene el autor es que en los últimos años la modernización de Marruecos y de su sociedad ha tenido un gran impulso. Se han creado grandes infraestructuras como el primer tren de alta velocidad de África, que une Tánger con Casablanca, con parada en Rabat. Además, para Marruecos siempre ha sido de gran relevancia mantener sus señas de identidad y por ello combinar la modernidad y la tradición ha sido un camino de largo recorrido, pero que poco a poco se está consiguiendo, según el escritor. Esa fina línea entre el anclaje en el pasado y el progreso es lo que hace de esta cultura un mundo cautivador por descubrir. «Siempre tradición y modernidad, como un mantra. Ese paradójico vaivén que ya vislumbrara Edmond Amran El Maleh en su obra Recorrido inmóvil, ese desplazamiento a toda velocidad hacia el futuro sin moverse del sitio», escribe.

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