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Cultura

La mágica simbiosis que puede surgir de la tecnología y la danza

THE OBJECTIVE conversa con Samuel Retortillo, bailarín y director del festival Fiver

La mágica simbiosis que puede surgir de la tecnología y la danza

El espectáculo de la danza. | © Féliz Mendez

Del 29 de septiembre al 1 de octubre, se celebra Fiver, el festival de cine danza y nuevos medios en Teatros del Canal. La plataforma de apoyo y difusión de danza contemporánea, en su vertiente audiovisual y cinematográfica, presenta este año su XI edición. Entre los espectáculos podremos ver obras de Gilles Jobin, Instituto Stocos, La Veronal, entre otros.

THE OBJECTIVE conversa con Samuel Retortillo, bailarín y director del festival Fiver, el cual se ha convertido en una amplia plataforma cultural, generadora de vínculos y colaboraciones entre creadores de danza contemporánea y arte audiovisual. «Trabajamos todo el año haciendo diversas acciones, Fiver es un poco el resultado de esto, donde se engrana de cara al público, nuestra forma de vivir la danza contemporánea». 

Pregunta.- ¿Se formó desde pequeño en la danza clásica? 

Respuesta.- Empecé un poco tarde, a los catorce años. Mi madre era bailarina y tenía una escuela en Logroño, me crie un poco entre sus aulas y cuando le conté que quería bailar profesionalmente, me dijo que, para ser bueno, me lo debía tomar muy en serio. Ella creció durante la dictadura, un momento muy difícil para dedicarse a la danza profesional, sobre todo siendo una mujer de provincia, con la democracia esto cambió. Yo tuve la suerte de ser becado para estudiar en la escuela de María de Ávila, la maestra de casi todos los bailarines de la época. Hice ballet clásico y luego me fui a terminar mis estudios a la Ópera de Paris, me diplomé en Marsella y luego me fui a la Compañía Nacional de Danza de Portugal.

ART EXPO Kurihara. | © Platform 13

P.- ¿Y por qué se pasa a la danza contemporánea?

R.- Tenía muchas inquietudes. Siempre me gustó trabajar y conocer distintos caracteres humanos y bailar con coreógrafos con los que podía crear. Hice repertorios de Rui Horta, William Forsythe o Nacho Duato y la sentía una danza muy viva. También tengo que reconocer que tuve la suerte de hacer danza clásica a finales de la década del noventa, que había compañías de primerísimo nivel, pero la contemporánea me ayudo a descubrir una voz propia. Con el ballet uno suele adaptar la personalidad a una técnica que ya existe, es un poco como encajar en algo, haciéndolo tuyo.

P.- ¿Cada época marca mucho el estilo de la danza?

R.- Existen distintos momentos históricos. En ocasiones los coreógrafos contemporáneos han sido más cercanos a una estética y a un estilo más propio, porque tenían, de alguna manera, que generar nuevos espacios. Pero también hubo generaciones de bailarines y coreógrafos que han trabajado influenciándose unos a otros. Ahora hay un flujo muy importante de ambas partes, del interprete que da trabajo al creador de movimiento, como del bailarín que lleva al coréografo a encontrar movimientos y formas expresión. Estamos en un momento de mucha mezcla y la vanguardia no se puede controlar, siempre va por delante.

P.- Se dice que la danza, contrariamente a lo que se piensa, es una disciplina muy académica o mental…

R.- La danza contemporánea es una etiqueta compleja. No es un estilo, tampoco un tiempo, porque lo contemporáneo también es de hace treinta años, también es lo híbrido y lo que va contra el sistema, es como si lo pudiera ser todo. Para bailar y crear en este contexto, hay que hacer mucha investigación y manejar una técnica y concentración muy desarrollada. 

Coreografía del show. | © Bare, A.Vinogradov

P.- ¿Cuándo decidió crear Fiver?

R.- Trabajaba en Portugal en la Compañía Nacional de Danza y tenía una rutina de lo más pautada, pero mis intereses también me llevaban a lo audio visual. Yo soy de la generación del VHS, siempre me ha gustado mucho el cine, y siempre llevaba una cámara a todas partes. Empecé a entender que el movimiento que filmaba la cámara, podía ser un acto artístico, que se podía tener una conciencia del gesto grabado y que, para mí, simbolizaba lo mismo que generaba el espectáculo escénicamente. Empecé a investigar y me di cuenta que era difícil encontrar obras de video danza o cine danza, y que los festivales que había, tampoco generaban ese espacio. Por entonces, fue un referente muy importante Nuria Font y me animé a crear Fiver en España. La primera edición se hizo en 2012, donde presentamos obra de Sidi Larbi o música del islandés Sigur Rós, había mucha creación potente y emocionante, que merecía un espacio para ser apreciada.

P.- En su Manifiesto apelan a la numerología y al Tarot…

R.- Porque todos estamos al final un poco pendientes de esas cosas (risas)… Somos una institución formal, pero también cercana y nuestra comunicación cotidiana es así. Este año, Fiver celebra su edición XI, que representa una nueva década. Al echar el Tarot nos encontramos con el maestro kundalini, que nos habla de la intuición. Así que apelaremos a eso, a trabajar intuitivamente, porque estamos pasando un momento complejo para la danza, se necesitan fondos para promoverla. En los últimos años la danza ha sufrido mucho, también con el COVID, porque lo nuestro es también tocarnos y movernos, por eso los ensayos son tan importantes. La danza necesita reactivarse, porque si no, hay una generación que se la va a perder. Por eso intentamos que el festival sea accesible a todos, gracias al apoyo de Teatros del Canal, ofrecemos entradas que van de los tres a los nueve euros.

P.- Además de la gestión cultural, se dedica a la docencia…

R.- A la docencia y en distintos contextos. Dirijo el Centro Coreográfico Rural, en una aldea deshabitada de la Rioja.  Es un laboratorio de artes vivas, interdisciplinar donde se trabaja con la idea de medio ambiente, de territorio y comunidad, trata de llevar la danza fuera del sistema, para general impacto en otros contextos. También pertenezco a la red Futuros Emergentes (REDIV), una red iberoamericana de videodanza, que es un puente de movilidad de artistas, donde participa principalmente Suiza y países de Sudamérica.  

P.- ¿Con qué tipo de artistas trabajan en REDIV?

R.- Con artistas emergentes, lo cual no necesariamente quiere decir que sean jóvenes.  Tienen que tener propuestas que estén en desarrollo y que se puedan expresar potentemente. Creo que esa es una condición importante en cualquier artista, un elemento que, si se pierde, puede devenir en procesos que dejan de ser arte.  Hay gente que nunca lo pierde, y suelen ser los artistas que inspiran, pero cuando uno pasa a ser parte del mercado, se puede confundir o perder. Por eso tratamos de poner el foco en ese tipo de emergencia. 

P. ¿Cómo se va a desarrollar el festival?

R.- Todo se va a concentrar en Teatros del Canal. La inauguración es el 29 de septiembre y estará a cargo de Fiver Pro.  El 30 de septiembre podremos ver performance y la presentación del proyecto Futuros Emergentes, a cargo de la compañía Pseudónimo Cía de Chile. En la Sala Verde se hará el performance digital Cosmogony en tiempo real, de Gilles Jobin. Luego se proyectará Sonoma de la compañía La Veronal. El 1 de octubre será la clausura, donde se presentará dance-tech con la pieza Emboided Machine del Instituto Stocos. Durante lo que dure el festival, podremos ver la simbiosis que puede surgir de la tecnología y la danza. Jobin por ejemplo, utiliza Mocad o el registro de movimiento con sensores, son movimientos en tiempo real que generan avatares, es un mundo mágico. Se trata de pasar de lo analógico a lo digital y viceversa. Creemos que los espectadores que estén habituados al teatro, al cine o a la danza clásica lo van a poder disfrutar, está dirigido a un público amplio.

Escena del show. | ©  Cia AWA

P.- ¿Por qué cree que es tan valiosa la retroalimentación entre, la tecnología y la danza o con el arte en general?

R.- Creo que lo más peligroso es lo desconocido, lo que más daño causa. A la tecnología también hay que conocerla para comprender qué cosas buenas se pueden utilizar y llevarla hasta los límites. El concepto de la danza y la pantalla calza porque es movimiento, porque es dinamismo, y eso los coreógrafos tienen que aprender a utilizarlo como herramienta, porque pueden funcionar como amantes perfectos. La tecnología también amplía nuestras posibilidades como gestores y si ello no se entiende, nos puede jugar en contra. 

P.- ¿A qué referentes vuelve siempre?

R.- Creo que los anónimos son los que más me han marcado, compañeros de escena que he admirado mucho. Pero entre mis íconos siempre va a estar Baryshnikov, la compañía de Pina Bausch o DV8, pionera en la forma de hacer danza con su «phisical theatre» y su trabajo audiovisual. En España no puedo dejar de mencionar a Israel Galván, quien me parece maravilloso. También creo que mi conocimiento eurocentrista me ha hecho perder mucho, para mí la danza era lo que se sabía en Europa de la danza y me he perdido mucho de África, Asia o América del Sur. Ahora valoro mucho a estos creadores, los asiáticos hace cuarenta años ya trabajaban danza con tecnología, fueron los pioneros.

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