Alessia Putin alerta sobre la censura 'woke': «Es un arma de autodestrucción masiva»
La autora de ‘Cancelación’ critica la deriva identitaria de Occidente y señala la amenaza del victimismo para la libertad
En una sociedad occidental en crisis existencial y con la política sumergida en la crispación, el libro Cancelación. Manual contra la dictadura de la ideología, el pensamiento binario y el odio político (ed. Sekotia) no podía ser más oportuno. Alessia Putin Ghidini (Madrid, 1975) presentó su texto el pasado 4 de marzo en el Ateneo de Madrid, acompañado por el embajador Javier Rupérez y la cantante Alaska. Profesora de Derecho y Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia de Comillas-ICADE y la UNED, Alessia Putin quiso abordar el problema de la «cancelación», de la autocensura y del miedo a expresar opiniones contra el pensamiento políticamente correcto.
Cancelación aborda las contradicciones de las sociedades occidentales, sus miedos y complejos, y los peligros que surgen de ellos. En primer lugar, la deriva identitaria, que aviva las «políticas del resentimiento y de la venganza». Y después la autocensura, que se traduce en convencionalismo y falta de valentía intelectual. Con la cultura woke como colofón, una «arma de autodestrucción masiva» para la sociedad occidental, afirma la autora. Todo lo que huele a victimismo irrita a Alessia Putin Ghidini, puesto que sostiene que en este derrotismo se halla el principal enemigo de la sociedad contemporánea.
Pregunta. ¿Qué es la cancelación?
Respuesta. La cancelación es imponer de una forma silenciosa una censura generalizada en determinados sectores de la sociedad. Es impedir que la gente hable libremente. Eso es la cancelación.
P. ¿Hablamos de un efecto del poder político o de la sociedad que renuncia, digamos, a su libertad?
R. Es una combinación de ambos factores. Los políticos se aprovechan de determinadas creencias, pero al mismo tiempo, esas creencias llegan de una orientación política, de una ideología. Las ideologías fueron muy útiles en el siglo XIX y XX y ahora, en cambio, son un problema para el desarrollo de la sociedad.
P. ¿Qué ideología ha puesto más obstáculos al pensamiento crítico?
R. El liberalismo ha tenido que enfrentarse con más problemas porque ha triunfado tras la caída del muro de Berlín. En cambio, el socialismo, comunismo o marxismo, donde han sido llevado a la práctica han generado nefastos resultados. Y, aun así, siendo ideologías utópicas todavía tienen muchos seguidores.
P. La teoría de la cancelación es nueva, pero no tanto. En la historia hemos tenido varios momentos de cancelación o censura del pensamiento libre.
R. Bueno, claro, tuvimos a las brujas, entre otras. Y las querían matar y cancelar. Mataron a más mujeres en el norte de Europa, aunque parezca que la Inquisición es algo más español. Pero la cancelación siempre ha existido. Simplemente han cambiado las víctimas, sus targets.
P. ¿Quienes son hoy esas víctimas?
R. Los librepensadores, aquellos a los que les gusta hablar sin tabú, que investigan sobre las falacias asentadas en nuestras sociedades. Especialmente en este momento la sociedad occidental está intentando ser cancelada. El problema, y la diferencia de ahora, es que nosotros mismos, los occidentales, nos sentimos mal con nuestra sociedad.
P. Esto recuerda a la teoría de Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones. ¿Tenemos un choque cultural entre, digamos, el mundo occidental, Estados Unidos y Europa, frente, por ejemplo, a Rusia y China?
R. Creo que los líderes autoritarios de Rusia y de China se aprovechan del sentimiento de culpa occidental y de elementos como victimismo y autodeterminación identitaria para atacar a la sociedad occidental.
P. En este esquema entiendo que incluye a la llamada cultura woke, aunque este movimiento se produce en el entorno universitario del mundo occidental, concretamente en Estados Unidos.¿La cancelación de la que dice se aprovechan China y Ruisa nace, pues, en occidente?
R. Exactamente. Por eso decía que nuestros rivales a nivel geopolítico se aprovechan de ello porque es un arma creada por nosotros mismos, es un arma de autodestrucción masiva, tanto la cultura woke como la cultura de la cancelación. De hecho, creo que en este germen hay algo de aquellos rituales de la culpa, de la culpa puritana y católica, pero que se han pervertido y se han convertido en un movimiento más ideológico. Son religiones paganas, la religión del apocalipsis climático, la religión de la raza, la religión identitaria, la religión del género…son nuevas religiones paganas donde la gente ha dejado de creer en Dios porque eso no le parece moderno y ha empezado a creer en cosas todavía más metafísicas. Estas personas reniegan de la cultura católica o cristiana, pero creen que la Pachamama cósmica nos manda una pandemia porque no hemos tratado bien al planeta.
P. Su libro es un himno al individualismo, o a la libertad intelectual frente al gregarismo. Sin embargo, también habla de crisis de la familia y de la sociedad en su conjunto. ¿Vivimos en una sociedad más individualista y al mismo tiempo más asustada y gregaria?
R. La sociedad de hoy es más transversales, pero la política aprovecha estos mecanismos para meternos en pactos colectivos: las mujeres, los gays, los trans o los activistas del clima. Existe un nihilismo donde el individuo ya no sabe a qué pertenece y busca un grupo. Las redes sociales lo ponen de manifiesto. Y eso crea una tensión entre individualismo y colectivización. Yo reivindico que a la hora de labrar tu vida, tu vida personal, tenemos que volver a creer en los conceptos del mérito y el esfuerzo, y eso pertenece al individuo. Si en cambio quieres pertenecer al colectivo, es porque estás pidiendo privilegios de grupo o de identidad.
P. Usted da clase en Estados Unidos, España, Italia, Francia, Asia… Le pido una una radiografía de la sociedad española. ¿Es más gregaria que la de otros países occidentales?
R. España tuvo una transición democrática tardía y llega ahora a dinámicas de las que en otros sitios ya se están arrepintiendo. Es un efecto péndulo después de 40 años de dictadura. Hemos pasado por una transición muy exitosa, donde además se reivindicó las libertades y, de hecho, la sociedad civil española es más libre que otras europeas, pero al mismo tiempo los extremos se han instalado con fuerza y los partidos de centro pescan allí. Un país con una alternancia constante de repente ha roto su tablero a raíz, yo creo, del 11-M, del 15-M y del 8-M: las tres M.
P. Habla del identitarismo como de un elemento de división que la política persigue por interés electoral. ¿El actual presidente del gobierno es uno de ellos?
R. Lo dice él. No lo digo yo. Él ha construido un muro, según dice.
P. ¿Sánchez es el resultado de un nuevo PSOE, o el PSOE siempre ha sido así?
R. No, no ha sido siempre así. Mi primera experiencia en un entorno político fue con Txiki Benegas, secretario de organización del PSOE durante la época de Felipe González. Aprendí mucho. El Partido Socialista no fue siempre así, es más, nunca ha sido así. Ahora es así porque se ha dado cuenta de que tiene que mantener los votos allí donde nació Podemos; ha renunciado al centro político.
P. ¿Cómo definirías a Yolanda Díaz?
R. La definiría como una hábil persona política que ha ido escalando dentro del espectro político a costa de dejar muchos cadáveres políticos por la calle.
P. En el libro reivindica la necesidad de un encuentro entre los grandes partidos hacia el centro: la cultura liberal y la socialdemócrata. ¿Cree que en España es esto posible?
R. Yo creo que sí. La Transición se construyó sobre esas premisas. El gran problema de las dos Españas es que el país no participó en la fundación de la Unión Europea, que fue un matrimonio de estas dos familias. Así se construyó el proyecto más exitoso desde el punto de vista político de la historia, que es la Unión Europea. Pero en España a partir de un determinado momento hay políticos irresponsables que se dan cuenta que pueden pescar votos de otra manera, intentan fagocitar los partidos más a la izquierda o la derecha, se alejan del centro. Y ahí empieza una lucha cainita que recuerda un poco la guerra civil. Por ejemplo, con las fosas. Estoy de acuerdo con abrir las fosas porque todo el mundo tiene derecho a saber dónde están enterrados sus familiares, pero ese discurso de mirar siempre por el retrovisor…al final, cuando exageras y miras demasiado por allí, chocas con la realidad.
P. Y en esa política cainita, ¿ubicaría tanto a Podemos como Vox?
R. A mí los extremos no me gustan por definición. Creo que cada uno juega su papel. Vox hizo una nefasta campaña electoral antes del 23 de julio. Carteles tirando la bandera LGTBI, o decir que aplicarían el 155 permanente en Cataluña. Y Podemos, bueno, prácticamente ya no existe, pero sabemos cómo los conceptos colectivistas y de nacionalización de empresas llevan al fracaso del sistema.
P. Si el PSOE ya no es, según dice, lo que era, ¿cuál diría que es el partido más progresista en este momento en España?
R. Los partidos progresistas (los que generan progreso) han dejado de existir. De hecho, hay progreso pero a pesar del progresismo. Los verdaderos progresistas hoy son los empresarios, los creativos, los artistas… Los políticos buscan solo vías extractivas para afianzarse en el poder y recaudar, llenándose la boca de buenas intenciones y falsas promesas. Es urgente que esto cambie si queremos seguir teniendo bienestar. El sector privado mantiene al público.
P. Eso es interesante. En el libro subraya la importancia del papel del empresario como antídoto a la cancelación.
R. Es muy importante. Una sociedad no progresa y no crea prosperidad si no protege a sus empresarios. La libertad de empresa tiene que ser protegida por encima de todo, porque es la libertad del arte también. O sea, no es solo el empresario, es el autónomo, es el artista. Si no protegemos nuestra propiedad intelectual, la sociedad está destinada al fracaso.
P. Aquí hay partidos y políticos que atacan a Inditex, Mercadona… el grupo Ferrovial salió de España con un duro ataque del Gobierno.
R. Ese es uno de los grandes problemas que afronto en el libro, que es la crítica feroz al empresario. No nos damos cuenta, pero gracias al empresario progresamos como sociedad. Hay partidos ignorantes, que no tienen educación económica, y que alimentan una política del resentimiento. Ellos son conscientes que a través del resentimiento y apelando a aquellas personas que se sienten resentidas con la sociedad tienen un caladero de votos. Entonces critican a Amancio Ortega, a Roig, a Ferrovial. Además es muy gracioso, porque Ferrovial está dentro de la UE. Si soy europeísta no me debería importar que la empresa se vaya a Holanda.
P. ¿Meritocracia y cancelación son términos opuestos?
R. Conceptualmente se puede cancelar por muchos motivos, pero es cierto que hay una correlación. Porque la meritocracia es la cultura del esfuerzo y significa que yo puedo actuar en libertad. Mientras que la cancelación implica mermar mi libertad o que los demás mermen mi libertad. El nexo está en actuar libremente.
P. Usted habla del efecto Bruselas, algo así como reivindicar la influencia de la Unión Europea en el mundo. ¿Se lo cree de verdad?
R. Me lo creo, porque las grandes regulaciones comerciales que se aplican a nivel mundial son europeas, y se acaban replicando. Por ejemplo el Brexit, no es que desde su salida hayan cambiado las regulaciones, las siguen aplicando, aunque no pertenezcan al mercado único, simplemente por conveniencia, porque quieren seguir vendiendo en el resto de Europa y del mundo. Y no hablo solo del efecto Bruselas en cuanto al comercio, sino también a los valores. Hay un soft power europeo que está calando en los demás, incluso en China, India o Indonesia.
P. ¿La Unión Europea está mejor o peor que hace 20 años, digamos antes de la crisis de 2008?
R. Estamos mejor ahora que hace 30 años. Es cierto que entonces teníamos la suerte de tener a grandes figuras, como el socialista Jacques Delors, que era un gran líder. Y creo que deberíamos retomar un gran liderazgo. De hecho pido que votemos al Presidente de la UE entre todos los europeos. Creo que eso daría una identidad europea y y sentiríamos que participamos más en sus instituciones. Tengo hasta el candidato: creo que Mario Draghi debería ser el primer presidente de la Unión Europea. Tiene los conocimientos necesarios y ya salvó Europa una vez, ¿no?
P. ¿Si elige a Draghi es que no le gusta Von der Leyen?
R. Bueno, es una persona que ha desarrollado su trabajo durante estos años… No podría decir me gusta o no me gusta. Creo que no tiene el carisma y el liderazgo de Draghi.
P. Usted tiene un contacto directo con los jóvenes, los estudiantes, ¿son más europeístas o menos que antes?
R. Podemos observar dos tipos de evoluciones. Ellos dan por hecho que son ciudadanos europeos. En ese sentido se sienten muy europeos. Aunque es verdad que con las protestas del campo o con el tema de la hipocresía energética o de defensa, todas guiadas por Alemania, desgraciadamente, los chicos empiezan a detectar esos problemas. Por eso dicen que hay políticas europeas que no funcionan y piden un cambio. Pero eso no quiere decir que se vuelva a hablar de Brexit. No creo que ningún otro país quiera ahora salir de la Unión Europea.
P. Concluye la introducción de su libro diciendo: «Sed dueños de vuestro destino y atreveos a saber. No sois víctimas. No permitáis que nadie os trate como tales». ¿Cancelación es también un libro de autoayuda?
R. (Se ríe) Creo que no, pero sí doy muchas herramientas para que no nos manipulen. Es un libro contra la manipulación de políticos, profesores y hasta padres que tratan a sus niños como pequeñas víctimas, y por eso han creado una generación de cristal. Es un libro que pretende que los jóvenes se responsabilicen de su vida y que no se abonen a la política del victimismo, de pedir privilegios por el hecho de ser joven, que es lo que hacen ahora. Hay que cancelar el victimismo.