George Lucas, una biografía en viñetas
Llega a nuestras librerías ‘Las guerras de Lucas’, un cómic que ha vendido más de 100.000 ejemplares en Francia
Se acumulan últimamente las cartas de amor al cine de finales de los setenta y principios de los ochenta, señal inequívoca de dos sentimientos complementarios: la nostalgia del espectador veterano y la fascinación de los más jóvenes por una época que idealizan como si les perteneciera. El caso es que, por unas razones o por otras, títulos como La guerra de las galaxias siguen dando vueltas en ese cajón de sastre al que llamamos memoria colectiva. Y de ahí sale un cómic que, precisamente, cuenta la vida del creador de Star Wars pensando en ambos sectores del público: los que agradecen el milagro que haber visto un destructor imperial cuando la película se estrenó en 1977 y aquellos que, por edad, solo pueden hacerse una idea de lo que supuso aquello retrocediendo imaginariamente al siglo pasado.
Por su impecable documentación y el grado de detalle que evidencia cada viñeta, el cómic de Laurent Hopman y Renaud Roche es una oferta irresistible para los admiradores de Lucas. Retratar la personalidad de este cineasta no es fácil, pero Las guerras de Lucas consigue explicar cómo un tipo cerebral y retraído puso en marcha una de las sagas más exuberantes, rentables y optimistas de su época.
Hopman y Roche resumen de forma veraz y entretenida algo que los lectores más curiosos ya descubrieron en la monumental biografía de Lucas escrita por Brian Jay Jones (Reservoir Books, 2017). «A Lucas ‒escribía Jones‒ siempre le fascinaría la historia del desvalido que triunfa, y mejor cuanto más brillante y menospreciado».
Nacido para el riesgo
Como otros muchos californianos de su generación, Lucas es un innovador que cree con firmeza en el sueño americano: «Siempre vivo para el mañana, para bien o para mal ‒solía decir el director‒. Es un rasgo de personalidad. Es bueno no haber nacido príncipe. Lo agradezco. Creo sinceramente en este país, donde uno puede conseguir cualquier cosa si se aplica a ello».
Esta cita, recogida por Jones en su libro, es básica para entender cómo nació en Lucas la idea de Star Wars y cómo esa idea ha acabado sustentando su imperio multimedia.
Si ponemos cada fragmento de su biografía en cámara lenta, entenderemos que el cerebro de George Lucas ha vibrado siempre en dos frecuencias. Por un lado, de joven, se lo ve hipnotizado por la velocidad y los coches rápidos ‒un accidente casi le costó la vida‒. Por otro lado, no le costaba leer los subtítulos del cine europeo, y en la primera etapa del Nuevo Hollywood, fue el típico universitario listillo que amaba las vanguardias y sostenía una visión pesimista de la humanidad.
Esto no era nuevo ni pasaba por primera vez. Otros colegas de Lucas como Scorsese, Coppola y DePalma militaban en esa misma cofradía. Pero en el caso de nuestro personaje había un factor suplementario: aunque detestaba a los intermediarios de la industria del ocio, tenía el ADN de un gran productor, capaz de soportar situaciones de tortura financiera, como si arriesgarlo todo fuera la última oportunidad de cumplir sus sueños.
¿Por dónde se va al espacio exterior?
También podemos interpretar esa ambición de forma romántica. Al fin y al cabo, La guerra de las galaxias y sus continuaciones son películas independientes, rodadas bajo el radar de las grandes compañías e inspiradas en un material atractivo pero nada comprometido: los viejos seriales cinematográficos, los cómics de Flash Gordon y Buck Rogers, los géneros literarios más populares (desde la ciencia ficción de Frank Herbert, Jack Williamson y compañía a las fantasías neomedievales de Tolkien), las aventuras de capa y espada, las películas de Akira Kurosawa y los héroes mitológicos que Lucas recicló a partir de los libros del antropólogo Joseph Campbell.
«Aunque La guerra de las galaxias sea una historia completamente nueva –llegó a decir el cineasta–, utiliza los motivos de siempre. Quiero decir que existe todavía ‘el héroe de las mil caras’ [en alusión al famoso libro de Campbell]. El héroe tiene mil rostros, y éste es uno de ellos. Obviamente, personalizo mis historias y las sitúo en el tiempo actual. Lo que digo en mis películas es lo siguiente: estos son los aspectos emocionales que me interesan, que son de mi época, de los cincuenta, sesenta y setenta. Pero representan temas intemporales y son la destilación de las distintas mitologías. Lo más divertido es que he tenido la oportunidad de trabajar para un mercado mundial, y La guerra de las galaxias funciona en todas las culturas».
Un romántico incomprendido
En su cómic, el guionista Laurent Hopman y y el dibujante Renaud Roche se centran en la génesis de la película que puso en marcha la franquicia: La guerra de las galaxias. Más allá de todo el anecdotario que recogen, es interesante ver el modo en que retratan a Lucas. Un tipo complejo, inquieto, atribulado, con alma de hombre de negocios y gustos pasados de moda.
Charlando con el escritor Orville Schell, Lucas lo explicó de este modo: «Soy esencialmente un hombre victoriano. Me gusta coleccionar arte. Adoro la escultura. En realidad, me gusta todo tipo de objetos antiguos. Pero el calificativo que más me cuadra es el de romántico. Me gusta la estética de la época victoriana, ese ambiente cómodo e íntimo, tipo Medio Oeste americano, con su aire cálido y aterciopelado. Por lo que se refiere a las historias que narro, creo que sugieren un enfoque humanista de ver las cosas: un punto de vista emocional».
Puede que esto último suene contradictorio. Su exmujer, Marcia, ha hablado en más de una ocasión sobre la dificultad de Lucas a la hora de gestionar la parte más emocional del ser humano. Tampoco ayuda que le veamos como un genio del marketing o como un revolucionario tecnológico que, tras poner en marcha la compañía de efectos especiales ILM, introdujo en la industria la digitalización de casi todos los procesos creativos.
«La mayoría de la gente –le explicó Lucas a Schell– me conoce por mis trabajos con la tecnología. Pero creo que, viendo mis películas, se puede decir que tengo un punto de vista muy romántico acerca de ella. Disfruto utilizándola, pero para mí sólo es una herramienta. Prefiero sentarme debajo de un árbol y leer un libro que hacerlo frente a un ordenador».
Este último es el personaje que descubrimos en el tebeo de Hopman y Roche. Las guerras de Lucas es, en definitiva, la biografía de un visionario que nunca activó durante su carrera el piloto automático. «De eso trata Las guerras de Lucas ‒comenta Hopman‒: de todo lo que él tuvo que afrontar para dar vida a su proyecto. Toda creación es difícil y, en el cine y en Hollywood en particular, es realmente una sucesión de pruebas y compromisos. Como espectador, no te puedes imaginar lo mucho que hay que luchar y lo difícil que es mantener tu idea inicial. Para cualquier proyecto que implique a cientos de personas, tienes que convencer y conseguir la financiación necesaria en cada etapa».
En el caso de La guerra de las galaxias, era como si el universo quisiera que la vida de su director fuera lo más infernal posible. «Incluso al final, cuando Star Wars está por fin terminada ‒añade Hopman ‒, descubres que los cines no la quieren… ¡Es terrible! La película está ahí, está lista, funciona y todavía tienes que conseguir que los exhibidores la aprueben. Es agotador, como se puede ver en el libro: paso a paso, nunca se da nada por sentado. Es una auténtica guerra».
Un cómic para describir una época
La estructura del relato, la dosificación de los detalles, la elección de los incidentes más destacados… Todo en el guion de Hopman revela que es un periodista formado en la prensa cinematográfica y un fan incansable de todo lo relacionado con Star Wars.
Cofundador del sello Deman Éditions, Hopman fue quien eligió a Renaud Roche como dibujante del proyecto. La complicidad entre ambos se advierte en otras entrevistas promocionales que han concedido en Francia. En ellas, ambos insisten en los mismos conceptos: «Queríamos contar esta historia humana, esta lucha por la creación, que va más allá del universo de Star Wars y toca algo universal. Es una historia que nos habla a cada uno de nosotros, porque rinde homenaje a valores fundamentales: perseverancia, determinación, honestidad y generosidad. Por último, está también esta imagen del cine americano de los años 70 que amplía efectivamente el tema al de la historia del cine en general. Era fundamental situar a Lucas en este contexto para poder entender la forma en que Star Wars encaja culturalmente en la época».
Era inevitable juntar en estas viñetas a figuras como Francis Ford Coppola ‒algo así como un hermano mayor para Lucas, con un temperamento tan espinoso como el suyo‒, la mencionada Marcia Lucas ‒una montadora decisiva en el éxito del proyecto final y una compañera de viaje que supo darle buenos consejos al realizador‒ y, por supuesto, Alan Ladd Jr., director creativo de Fox en ese momento.
«Ladd Jr. era ‒según los autores‒, en la categoría de ‘tipos de traje y corbata’, el único que realmente creía en Lucas. Fue el único que realmente intuyó que había algo diferente en él. Percibió su talento e hizo todo lo posible para apoyarlo, incluso hasta el punto de arriesgar su puesto».
Estén muy atentos a este cómic: de la enorme cantidad de aciertos y errores que se pueden cometer en un rodaje, Lucas los comete casi todos. Pero es un itinerario ideal para entrar con buen pie en la vida de este creador insólito. Un hombre que nos hizo creer un escuadrón de cazas rebeldes, dando veloces pasadas por la superficie de la Estrella de la Muerte, podía cambiar felizmente el destino de la galaxia.