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Economía

El antídoto de Smartick contra la crisis de la educación en España

Una de las ‘edtech’ más veteranas del país forma con IA y sesiones de 15 minutos a 45.000 alumnos

El antídoto de Smartick contra la crisis de la educación en España

Los fundadores de Smartick, Javier Arroyo (a la izquierda) y Daniel González de Vega. | Cedida

Diga informe PISA y resonarán los cascabeles de la decepción con el desempeño del joven alumnado español. La culpa es de todos y de ninguno. Casi tantos cambios de gobierno como leyes orgánicas han condenado al país a un vagabundeo académico donde el suspenso equivale a un aprobado y la cultura del esfuerzo deja paso a la trampa de la pereza y la indisciplina.  

Smartick lucha contra esa maldición nacida de la incompetencia política con una de las plataformas edtech más potentes de la Península. Tiene mérito. Su trayectoria arranca en 2009 y desde entonces, 25.000 alumnos de pago, 10.000 alumnos de colegios y 10.000 alumnos becados después, jamás ha recurrido a un fondo de inversión

La filosofía de esta startup radicada en Madrid y cofundada por Javier Arroyo y Daniel González de Vega es muy directa: poner la IA al servicio de cada niño de entre cuatro y 14 años para ayudarle a progresar al ritmo óptimo tanto en matemáticas como en lectura, dos habilidades cuyo dominio garantiza, según Arroyo, «el éxito en Secundaria». 

Conocidísimo es el guión: llegó la pandemia, mordió fuerte y lo digitalizó todo de un plumazo. El sector de la educación tecnológica se convirtió de repente en objeto de deseo para el venture capital. 

Si las startups de este segmento levantaron en España 26,2 millones de euros en 2020 (datos de la Fundación Innovación Bankinter), las siguientes marcas fueron extraordinarias: 101,2 millones en 2021 y 134,5 millones en 2022. 

Pero después sopló el gélido viento de los mercados dubitativos y en lo que va de 2023 las cifras bajan nuevamente al plano terrenal (31 millones). «Muchas edtech nacieron en pandemia y hoy mueren un día sí y otro también. Nuestro producto es muy robusto y los padres detectan rápidamente la mejoría de sus hijos», resume Javier Arroyo. 

Un reto monstruoso para Smartick

En un estudio reciente, Qustodio pinta una reveladora postal sobre los hábitos que van de la generación Z a los Alfa: estos chavales pasan una media de una hora y 47 minutos diarios conectados a TikTok y otra hora y siete minutos navegando en Youtube.  

Este vínculo permanente y creciente con los dispositivos y las redes incitó al gobierno sueco a plantearse prohibir las pantallas en las escuelas. «La capacidad de concentración —concede Arroyo— ha caído en picado, igual que la escritura, las habilidades lectoras y la cultura del esfuerzo. Pero el problema no es la tecnología, sino el uso que se hace de ella». 

Redoblando el compromiso pedagógico

Para el próximo curso, Smartick, que colabora con 35 colegios de España y Latinoamérica y cuida con mimo su vertiente solidaria, universalizará monk.es, su proyecto estrella, una herramienta que permite medir tras una prueba de media hora el nivel en matemáticas del estudiante. 

Arroyo explica que la idea es calibrar dicho desempeño al comienzo del curso y en primavera, como se hace en EEUU. «Esta evaluación continua, que permite adaptar el método pedagógico, no existe en el mundo hispano». 

También debutarán Smartick Chess («el ajedrez refuerza la memoria, la creatividad y la capacidad de reflexión»), Smartick Coding («la programación es una mezcla de matemáticas y lógica: enfrentarte a una gran tarea, desgranarla en tareas pequeñas y secuenciar los objetivos hasta alcanzar la solución») y una herramienta para azuzar el pensamiento crítico

«El informe PISA advierte que los alumnos terminan Secundaria sin saber distinguir un hecho de una opinión. Y encima vivimos en una sociedad donde las fake news arrasan«, expone el cofundador.

Sin consenso no hay futuro

«La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Pero hay pocos países y gobiernos donde no esté politizada y España no es una excepción. Si dejasen trabajar a los técnicos, no me cabe ninguna duda de que se pondrían de acuerdo sobre cuál es el mejor proyecto para este país», concluye Arroyo.

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