THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

El fútbol argentino regatea la privatización de Milei

Milei propone que los clubes puedan convertirse en sociedades anónimas, pero la estructura federativa se opone

El fútbol argentino regatea la privatización de Milei

El presidente de Argentina, Javier Milei. | Agustín Macarian (Reuters)

«A ver si nos entendemos. Acá en Sudamérica, ser presidente de una asociación de fútbol vale tanto como ser el presidente de la república. A veces un poco más». Lo dice en su propio velatorio el fantasma (en el sentido literal) de Julio Grondona, histórico presidente de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) al comienzo de la serie de Amazon El Presidente. También suelta esta otra joya: «Por supuesto que los futbolistas son los verdaderos protagonistas, pero tienen vida corta. Ellos son la esencia del fútbol. Nosotros simplemente somos…» (Pausa dramática) «…los dueños». 

La serie, algo así como la versión futbolera de Narcos, muestra una parte de la grotesca podredumbre del deporte rey en Latinoamérica. Su emisión vino acompañada, por supuesto, de la correspondiente polémica: con licencias propias de la ficción, se ponían auténticas barbaridades en boca de personajes reales. En realidad, nadie se asustó demasiado. La familia ha demandado a Amazon, pero ahí sigue la serie. Todo el mundo en Argentina sabía cómo se las gastaba Grondona, alias el Papa.  

Aupado al poder durante la dictadura tras un bonito recorrido como presidente del Arsenal de Sarandí –agresión a un árbitro incluido– y del Independiente de Avellaneda, continuó prosperando durante la democracia y no soltó el mando de la federación hasta su muerte, en 2014. Con 83 años.

Tras un caótico interregno propio de Juego de Tronos, Claudio Fabián Tapia, alias Chiqui, tomó el relevo de la AFA en 2017. Su posición parece sólida. Está casado, por ejemplo, con una hija de Hugo Moyano, expresidente del Independiente de Avellaneda… y secretario general del todopoderoso sindicato de camioneros, encargado de cortar las carreteras cuando lo requiere la situación política (o sea, el peronismo). 

Moyano comenzó su carrera en el peronismo, prosperó durante la dictadura en la CGT, el gran sindicato peronista, y siguió prosperando durante la democracia en las tripas del peronismo. Quizá tenga el récord mundial de fotos con el matrimonio Kirchner, baluarte de un peronismo que ahora le toca ser de izquierdas, incluso socialista (con Menem fue ultraliberal, con el primer Perón fue fascista, con el último Perón fue a la vez conservador y de ultraizquierda según la facción…)

Y así todo.

Entonces llegó Javier Milei. Un tipo de carácter volcánico, ideas más bien excéntricas y formas totalitarias al que los argentinos han elegido para resetear el país. Porque no aguantan más. Su Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), toda una enmienda a la totalidad del sistema, ha escandalizado a muchos ciudadanos. Entre ellos se confunden los prudentes que temen un derrape incontrolable del sujeto termine de mandarlo todo a hacer puñetas con quienes, sencillamente, no quieren que cambie algo de lo que viven muy bien. 

El sindicato CGT se ha apresurado a convocar una huelga general. Durante la anterior legislatura, peronista, no convocaron ninguna. Se ve que la cosa iba bien: por eso la gente ha terminado votando a alguien como Milei… Durante la dictadura, solo una, ya en las postrimerías. En la primera legislatura de la democracia, al presidente no peronista (el muy osado) Raúl Alfonsín le montaron 13. 

La voladura (¿controlada? Esa es la cuestión) del sistema que plantea Milei incluye el fútbol: si prospera, los clubes argentinos tendrían vía libre para convertirse en sociedades anónimas deportivas (SAD). Algo que en España se hizo con la Ley del Deporte de 1990, que obligó a (Milei lo plantea como una opción) convertirse en SAD a todos los equipos que participaran en las competiciones profesionales menos Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna. Antes, nuestro deporte nacional ya movía unos dineros muy, pero que muy profesionales, pero se gestionaba con una laxitud muy amateur coordinada por la muy filantrópica Real Federación Española de Fútbol.

Hoy, los dueños de los clubes españoles convertidos en SAD responden de su gestión con su patrimonio y se coordinan a través de una especie de patronal, LaLiga. En Argentina no están por la labor. De momento, el estatuto de la AFA, refrendado por los clubes, sólo acepta la figura de las asociaciones civiles, aunque ingresen constantemente millones solo por la venta de futbolistas a las ligas extranjeras. A los clubes argentinos no les apetece pasar por el aro que les enseña Milei y se aplica en la mayoría de las  ligas profesionales del mundo.

El diario económico Ámbito Financiero resume las razones esgrimidas. Básicamente, son del tipo «el club es de su gente», frase que comparten para estos menesteres Boca Juniors y River Plate, por lo demás archirrivales irreconciliables. El arrebato populista tiene fácil refutación con las historias de los sujetos mencionados más arriba, un capítulo cualquiera de El Presidente o un vistazo al deplorable estado de la Liga Argentina. Por no hablar de la economía argentina en general.

Página/12 resume la propuesta de Milei y recuerda que «estuvo presente en la campaña presidencial. El primer mandatario se pronunció como un admirador del ‘modelo inglés’, que permite la libertad de capitales privados para adquirir clubes de fútbol». 

También recoge la poco sorprendente oposición del presidente de la AFA, el Chiqui Tapia: «Nosotros somos defensores de las asociaciones civiles sin fines de lucro. Estoy más convencido que nunca que ese es el fútbol argentino que todos queremos, y por eso este es un tema terminado. Por eso no vamos a pelear contra algo que no existe». Negación y patadón hacia adelante.

«Milei hace campaña por la privatización del fútbol argentino profetizando una lluvia de inversiones»

Más sutilmente matiza el rotativo que la iniciativa de Milei «también es compartida por el expresidente [del Gobierno y de Boca Juniors] Mauricio Macri, a quien Juan Román Riquelme señaló en la campaña de las recientes elecciones en Boca por sus intenciones de privatizar el club si ganaba con la fórmula opositora que el exmandatario integró junto a Andrés Ibarra».

El partido político de Macri es socio (a su pesar) del de Milei en el Gobierno. El Gobierno de la nación, aclaramos. Aunque… Casualidades de la vida, las elecciones a la presidencia de Boca fueron hace un par de semanas. Milei, socio del club, fue a votar encapuchado, pero fue reconocido y grabado en vídeo. Aquí ganó Riquelme. Perdió Macri. El voto de Milei es secreto, claro.  

Milei hace campaña por la privatización del fútbol argentino profetizando una lluvia de inversiones. Incluso concretó un supuesto interés del Chelsea inglés. Y demostró su conocimiento del medio al explicar que «estas inversiones podrían alcanzar rápidamente la cifra de más de 1.000 millones de dólares» e implicar la «la posibilidad de representar al país en negocios relacionados con la adquisición de jugadores y la identificación de talentos emergentes a través del scouting».

En el primer capítulo de El presidente, la versión televisiva de Grondona dice que los jugadores son como «un pozo de petróleo al que hay que sacar hasta la última gota». También que la televisión «convirtió al aficionado en cliente». Todo muy «civil». 

El fútbol argentino es un gran negocio. Grande y muy turbio. Un entramado de agentes, empresarios, intermediarios de todo pelaje y… políticos. Muchos políticos. En el peor sentido de la palabra. Néstor Kirchner, fundador de la última dinastía peronista hasta el momento, era un fanático de Rácing de Avellaneda. Hace unos años, un entrenador y dos jugadores del club rememoraron en una entrevista la llegada en helicóptero del entonces presidente de la nación al entrenamiento. Venía a prometerles a los jugadores un televisor a cada uno si le ganaban el siguiente partido a Boca. 

Un pago muy «civil». 

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