THE OBJECTIVE
Patricia F. de Lis

Hasta nunca, señor Kaláshnikov

Pasará a la historia por haber fabricado la más perfecta máquina de matar de la historia y, por eso, debe ser despedido sin homenajes y con un amargo desprecio.

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Hasta nunca, señor Kaláshnikov

Pasará a la historia por haber fabricado la más perfecta máquina de matar de la historia y, por eso, debe ser despedido sin homenajes y con un amargo desprecio.

Fue en una estancia en el hospital. Es curioso cuántas grandes ideas en la historia de la humanidad han nacido de los tiempos ociosos de grandes hombres y mujeres. Las aburridas mañanas de Albert Einstein de la Oficina de Patentes de Berna le permitieron empezar a idear con una teoría que cambiaría para siempre las leyes de la física. En el caso de Mijaíl Kaláshnikov, fue una herida de guerra la que le permitió diseñar una nueva arma que cambiaría para siempre la historia de la violencia en el mundo. Benditos y malditos tiempos de ocio que nos permiten soñar, y llegar a alcanzar, lo que nunca antes ha conseguido nadie.

El AK-47 (acrónimo de Avtomat Kaláshnikov, modelo 1947) fue la revolución. Este arma de asalto automática se convirtió en la más efectiva, rápida, sencilla y barata forma de matar que se ha creado nunca, con un revolucionario y veloz sistema de recarga que prácticamente garantiza que des en el blanco aunque no sepas disparar. Se han producido casi 90 millones de AK-47, lo usan más de 50 ejércitos en el planeta y forma parte, incluso, de la bandera nacional de Mozambique. El AK-47 es una de las propiedades industriales más preciadas del Estado ruso, aunque el presidente Vladimir Putin decidió abrir recientemente a capital privado el consorcio que lo diseña, consiguiendo así nuevos e importantes beneficios de esta odiosa fábrica de muertos.

Mijaíl Kaláshnikov trabajó toda su vida en seguir perfeccionando su creación. Murió el lunes tras una “larga enfermedad”, ese eufemismo que los medios de comunicación utilizan para hablar del cáncer. No se han escrito largos y emocionados panegíricos sobre su figura ni sobre el alcance de su invención, como suele ser habitual cuando un personaje conocido muere. Kaláshnikov quizá fuera un hombre tierno y comprensivo, un gran padre de familia, una persona llena de virtudes. Pero pasará a la historia por haber fabricado la más perfecta máquina de matar de la historia y, por eso, debe ser despedido sin homenajes y con un amargo desprecio. Hasta nunca, Mijaíl. No te echaremos de menos.

 

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