THE OBJECTIVE
Xiskya Valladares

El amor es ¿pasión o decisión?

“Hay que tener valor para casarse hoy en día”. Son palabras del papa Francisco bromeando con las parejas de recién casados presentes en la plaza de San Pedro este miércoles pasado. Una idea que para muchos no es una broma sino una gran verdad.

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El amor es ¿pasión o decisión?

“Hay que tener valor para casarse hoy en día”. Son palabras del papa Francisco bromeando con las parejas de recién casados presentes en la plaza de San Pedro este miércoles pasado. Una idea que para muchos no es una broma sino una gran verdad.

“Hay que tener valor para casarse hoy en día”. Son palabras del papa Francisco bromeando con las parejas de recién casados presentes en la plaza de San Pedro este miércoles pasado. Una idea que para muchos no es una broma sino una gran verdad.

Me he encontrado con mucha gente que me confiesa miedo ante un compromiso serio y permanente. El matrimonio ciertamente no es una moda en la actualidad. Enamorarse es fácil y suele gustar, trae compensaciones que satisfacen temporalmente y la mayoría de veces no tiene que ver con el amor, sino con procesos y necesidades psicofisiológicas. Pero casarse, comprometerse en serio y para siempre con alguien, es algo que muy pocos contemplan, simplemente no se ven viviendo así con alguien fijo. Es que el amor conlleva renuncias, sacrificios, aceptación incondicional, acoplar la propia vida con la vida de otro hasta llegar a un equilibrio en muchas cosas, etc. Y eso es algo que no trae el “gustirrinín” de la satisfacción fisiológica.

El enamoramiento es un proceso bioquímico, o reacción química, que se inicia en la corteza cerebral, pasa al sistema endocrino, se transforma en una respuesta fisiológica y en cambios químicos originados por la segregación de dopamina. Evidentemente todo esto comienza con una atracción física y una atracción personal en la que se sospecha o se sabe que hay o puede haber reciprocidad. Los síntomas están estudiados. Se da temor a ser rechazado, necesidad de intimidad, deseo de reciprocidad, pensamientos continuos sobre la otra persona, disminución de la concentración, actividad fisiológica intensa ante la presencia del otro, idealización de esa persona, prioridad total de esa persona sobre todos nuestros planes y vida, etc. El efecto que produce es de gusto o satisfacción, “querer más”, y un estado de euforia natural cuando se está con la pareja.

Pero ese amor romántico, para que pueda sobrevivir, necesita superar la brecha que existe entre el enamoramiento y el amor maduro. Lo que pasa es que algunos solo quieren elegir la adrenalina del enamoramiento constante. Muchas veces “consumimos” el enamoramiento solo como compensación de nuestras carencias afectivas. ¿No crees que en este caso estamos utilizando al otro? Este es el falso amor que sí ciega. Y ojo, que ese “estado de imbecilidad transitoria” (Ortega y Gasset) solo dura entre 18 y 30 meses según los científicos. . El verdadero amor no es ciego ni imbécil.

Pero este amor maduro surge cuando se cae la venda propia del enamoramiento y vemos al otro en toda su realidad, conocemos sus defectos, sus manías, sus carencias, y le aceptamos tal cual es. Es el que inicia cuando decidimos “me quedo” sabiendo toda la realidad del otro. Se trata de un amor que invita a curar nuestras heridas infantiles y que va más allá de nuestro dolor. Es una fuerza que nos lleva a la realización de todo nuestro potencial, de lo mejor de nosotros mismos. El deseo infantil, egoísta, inmediato, pasa a convertir “la posesión en aspiración, la sexualidad en totalidad, la conciencia en la trascendencia que nos permite conquistar, poseer y cumplir nuestros sueños en compañía”. Implica preocuparse, responder, respetar y conocer a esa persona, tal como escribía Erich Fromm. Es una decisión.

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