THE OBJECTIVE
Marta Garcia Bruno

Quino no es un genio

Suspira porque querría ser como ella. El corazón encerrado entre pantallas, “el deber me llama”. Publicidad subliminal de electrodomésticos de casa media convertida en mito de generaciones pasadas y venideras.

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Suspira porque querría ser como ella. El corazón encerrado entre pantallas, “el deber me llama”. Publicidad subliminal de electrodomésticos de casa media convertida en mito de generaciones pasadas y venideras.

Suspira porque querría ser como ella. El corazón encerrado entre pantallas, “el deber me llama”. Publicidad subliminal de electrodomésticos de casa media convertida en mito de generaciones pasadas y venideras. Dejó de ser trazo para convertirse en memoria.

“Me pregunto si cuando mi mamá era chica quería ser lo que es ahora”. Y eso mismo se pregunta ella… ¿de verdad soy lo que quería ser de chica?

De niña miraba de reojo sus viñetas. No entendía muy bien lo que querían decir, pero ese revuelo de pelo encrespado, la cara rechoncha y su mirada de quererlo saber todo le despertaban cierta curiosidad. Pero su madre no se las dejaba leer. A los 35 el mundo ya había cambiado. Lo normal era descubrir mundo, con la precariedad de quien da una zancada en suelo llano. Volvió a releer esas viñetas y para colmo la inocencia se había ido a otra parte y no parecía querer volver. Si de pequeña odiaba las “perras viejas” que todo parecían saber, en cuestión de segundos se cubrió de un halo de experiencia acumulada una sobre otra, de un kilo cada una.

Sacos de arena que tapaban esos ojos vivarachos que ahora se habían tornado de un hundido de pena y llanto.

Pero Mafalda no nació para transmitir penas. Lo hizo para despertar conciencias. El problema es que ahora esas mentes llevan tantos años atentas que han perdido el norte. Ahora tienen que descansar para elegir qué camino es el correcto. No tienen edad porque ella tampoco la tiene. Es una niña, o quizás no, quizás es el adulto atrapado en un cuerpo infantil, de donde jamás quiso salir. Es la conciencia que enseña una máxima: una sonrisa, cuando lo “cool” es cabalgar entre víctimas que se quejan de respirar, trastorna mentes acostumbradas a las malas caras. Porque, como siempre, “lo urgente no deja tiempo para lo importante”. Quino no es ningún genio. Sólo basta con mirar. Pero tampoco se le da nada mal.

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