THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Quintana Paz

Las diez mentiras más frecuentes de este año 2019

«Intentaré seleccionar las diez mentiras que he visto más habitualmente repetidas por internet durante este año que ahora termina»

Opinión
Comentarios
Las diez mentiras más frecuentes de este año 2019

Mentir es útil. Incluso cuando te pillan, como ya explicamos en este otro artículo. Por ello no sorprende que el auge de las redes sociales vaya acompañado de una pandemia de embustes. En lo que subsigue intentaré seleccionar las diez mentiras que he visto más habitualmente repetidas por internet durante este año que ahora termina. Algunas son ya de larga data, pero su éxito no caduca. La mayoría he intentado combatirlas, sin mucho éxito (sirva este texto como mi última tentativa en 2019 al respecto). Es probable que olvide alguna importante, pero confío en que ninguna de las que incluyo carezca de enjundia.

Saber si algo es un plagio o no resulta tremendamente controvertido

No es así. La tesis doctoral del presidente Pedro Sánchez, o libros del expresidente del Senado, Manuel Cruz, han puesto de actualidad la cuestión de la probidad académica. Inmediatamente múltiples sicofantes aludieron a una presunta dificultad suprema a la hora de determinar si algo es un plagio o no. Incluso se recurría a programas informáticos, con su pretendida neutralidad de máquinas, como si la función de estos fuera juzgar si algo constituye un plagio (en lugar de meramente dar pistas cuantitativas para detectarlos). Pero cualquier profesor sabe de sobra qué es un plagio, una cita literal no atribuida, una trampa académica; sabe también que suspendería a cualquier alumno suyo que los cometiera. Esto incluye a esos antiguos profesores (Sánchez, Cruz) a los que hemos pillado.

Nuestras élites se hallan especialmente bien preparadas para cumplir su función

Lamentablemente esto no es así en épocas de decadencia. Y habitamos una época de decadencia. Nuestras élites se hallan a menudo completamente idiotizadas. Habituadas a vivir en sus burbujas, reciben una educación poco plural; confían demasiado en los incentivos económicos como si fueran capaces de arreglarlo todo; cultivan opiniones lujosas que ellos pueden permitirse, pero que a otros (más débiles) causan inmenso daño. Es una lástima tener élites tan ofuscadas justo cuando nuestra sociedad atraviesa momentos tan duros; pero quizá atravesamos momentos así de arduos debido justo a tal epidemia de ofuscación.

Tener derecho a algo implica que alguien debe proporcionártelo y lo tendrás seguro

Nuestra Constitución garantiza a todos los españoles el derecho al matrimonio (artículo 32); pero eso no significa que un funcionario vaya a encontrarme pareja (¡o tenga que comprometerse él a ser mi pareja!) durante el resto de mi vida. Por desgracia, esta sencilla verdad no se entiende a menudo con el resto de derechos. Y cunde en nuestra sociedad la tendencia a esperar que el Estado nos satisfaga todas y cada una de nuestras necesidades, solo porque las sentimos. “Tengo derecho a cobrar una pensión, así que seguro que la cobraré (diga lo que diga la economía)” es uno de los engaños que más se ha diseminado este 2019.

El feminismo es siempre bueno

Ninguna palabra acabada en –ismo contiene la bondad absoluta. El cristianismo predica el amor al prójimo, pero nadie en sus cabales defendería que esto es lo que siempre ha aportado; el feminismo predica la igualdad entre hombre y mujer, pero a menudo ha conllevado cosas más feotas. Basta que un –ismo se haga famoso para que todo tipo de personajes pretendan rellenarlo de toda clase de intereses. Esto es algo que todos entendemos fácilmente con los –ismos que nos resultan ajenos, pero que nos cuesta más aceptar con los que amamos.

El nacionalismo no puede ser de izquierdas

Recientemente repite esta excogitación el socialista Manuel Valls; pero se trata de una tonadilla que hace tiempo nos suena a todos. Puesto que muchos de los principales combatientes antinacionalistas de los años 90 y primeros 2000 provenían de la izquierda, se esforzaron entre otras cosas en mostrarnos, meticulosos, que algo tan feo como el nacionalismo no podía casar con algo tan bonito como la izquierda. Mas lo cierto es que causa académico sonrojo una idea similar. La izquierda española (IU, Podemos, PSOE) jamás ha ocultado sus simpatías a la hora de gobernar con el nacionalismo; muchos de los principales partidos nacionalistas (ERC, Bildu, Compromís, CUP, BNG) son de izquierdas. Incluso la Wikipedia tiene un amplio artículo dedicado en su integridad al nacionalismo izquierdista. Los poscolonialismos son nacionalistas y de izquierdas; el Sinn Féin es nacionalista y de izquierdas. Claro que un nacionalista puede ser de izquierdas; de hecho, ambos son colectivistas. Y la predilección de la izquierda por buscar todo tipo de oprimidos a los que salvar casa perfectamente con la obsesión nacionalista por defender su pobre cultura o nación subyugadas.

Mostrar que odias a alguien es un delito de odio y debe castigarse

Si así fuera, todos los que desean esto, castigar a los que muestren algún odio, también deberían (según su propia teoría) ser castigados, pues ellos también odian (a los que quieren castigar). La verdad es que el odio es un sentimiento incómodo, pero legítimo, y expresarlo a veces resulta más incómodo aún, pero entra dentro de la libertad de expresión. No se nos dio esta solo para afirmar que los pajarillos cantan y las nubes se levantan, como si estuviésemos en una perpetua sesión de coaching. La libre expresión se manifiesta sobre todo cuando decimos lo que nadie quiere oír, como bien captó George Orwell. Es cierto que el campo de lo decible puede tener algún límite: por ejemplo, el de las amenazas o la incitación a la violencia contra un grupo. Y justo para evitar esto es para lo que se diseñó el (mal llamado) delito de odio. Delito que, por desgracia, muchos que creen entender un concepto a los dos segundos de escucharlo han equiparado otra cosa distinta: con castigar a todo el que hable mal de gente que ellos creen que no se debe hablar mal. Dicho de otro modo: con la excusa de haber cometido “delito de odio” estos quieren castigar a muchos que ellos mismos odian.

Vox es un partido fascista de ultraderecha

No, Vox es un partido que forma parte del mismo grupo parlamentario europeo en que están los conservadores británicos (y tildar a los tories de ultraderecha implica no tener ni idea de la historia política inglesa) o ANEL, el partido griego con quien gobernó Syriza varios años (y pensar que Alexis Tsipras colabora con los fascistas es andar bastante despistadillo). Es cierto que en España, según todos los estudios, nuestro espectro político se halla muy escorado hacia la izquierda; como le gusta recordar a Félix Ovejero, tenemos un país que parece una comuna hippie. Y en ese panorama es normal que un partido de derechas sin ambages levante todos los grititos posibles para llamarlos fascistas o ultraderechistas (cosas de las que, por lo demás, también se tildó antaño con empeño a los más centristas PP, Cs o UPyD). Pero si crees que Mussolini o Hitler se parecen a Abascal es que no tienes mucha idea sobre Mussolini, Hitler o Abascal.

Las agencias de verificación de noticias buscan la verdad

Han sido quizá una de las grandes decepciones de este 2019. En un mundo plagado de noticias falsas y bulos, aguardábamos ilusionados que entes como Newtral o Maldita arrojaran la luz de la verdad. (Bien es cierto que de Newtral quizá lo esperábamos un poco menos, dado que lo lidera la misma periodista, Ana Pastor, que, puesta contra las cuerdas por Le Pen, le soltó la trola de que, periodista caritativa ella, tiene por costumbre acoger inmigrantes en su casa, cual unipersonal ONG). Por desgracia, en redes sociales se toma ya a chacota el patente sesgo que estas agencias arrastran cuando desmienten a unos sí y a otros un poco menos. Urge, pues, una agencia de verificación que controle los sesgos de las agencias de verificación… y otra que controle a la supercontroladora, y así hasta el infinito (reconózcase a este artículo al menos el mérito de señalar una loable oportunidad de incontables empleos).

El filósofo Karl Popper afirmó que no hay que tolerar a los intolerantes, así que debe prohibirse a cualquiera que consideremos así

Por desgracia, una mera viñeta de Pictoline (que asevera esta mentira) está corriendo por las redes con mucho más éxito que la sosegada lectura de este filósofo. Si cundiera esta, en vez de los dibujitos, se comprendería enseguida la verdad: el liberal Popper jamás soñó con que cualquiera que nos parezca intolerante deba, ya solo por eso, ser prohibido. Si así fuera, todos acabaríamos intentando prohibir a todos los que nos disgusten. En realidad, su definición del “intolerante” al que sí es legítimo no tolerar (al que sí se puede prohibir) se reduce al que recurra a la violencia o incite a ella. Lo explica esta otra viñeta. Y también este vídeo. Pero, insistimos: nada como leer al propio (y muy tolerante) Popper.

La izquierda defiende a los obreros, la derecha a los pijos

Todo esto empezó a cambiar en los años 60, pero hoy ya refulge más que el sol. Prolifera hoy una izquierda pija, preocupada por las recetas de quinua, por usar el/la lenguaje/a inclusivo/a y por promover las biodanzas, que no tiene nada que ver con las preocupaciones de la clase obrera, la gran perjudicada por la globalización. Y como la clase obrera no es tonta, cada vez vota menos a esa izquierda. Se ha visto en las últimas elecciones británicas; se vio en los comicios de este noviembre en España. Partidos netamente antiizquierdistas, como Vox, ya tienen igual porcentaje en el rico barrio madrileño de Salamanca que en el municipio de renta más baja de la comunidad, Fuenlabrada. No parece que la izquierda muestre visos de cambio, así que la tendencia (prestemos atención al entrante 2020) irá a más.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D