THE OBJECTIVE
Aloma Rodríguez

Fila sin tocar

«Photocall, cena con varios cubiertos, entrega y recepción de premios y fotos de algunos invitados sin mascarilla; hubo de todo»

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Fila sin tocar

Wikimedia Commons

Hace una semana (¿solo?, ¿ya?) de las fotos de la celebración del aniversario del periódico digital El Español, fue en el Casino de Madrid y acudieron al acto varios ministros, entre ellos el de Sanidad, varios presidentes de comunidades autónomas, el alcalde de Madrid, la fiscal general del Estado, representantes del PSOE, PP y Ciudadanos, empresarios y un poco todo aquel que el alguien en un mundo en el que se mezclan poder, dinero y un sentido rancio del glamour. Photocall, cena con varios cubiertos, entrega y recepción de premios y fotos de algunos invitados sin mascarilla; hubo de todo. Ante la reacción de incredulidad en las redes sociales, apenas hubo respuestas. Pedro J. Ramírez se defendió diciendo que ojo con la informaciones interesadas, el ministro Illa hizo un «comentario» en el Congreso antes de defender la ampliación del Estado de alarma hasta mayo: dijo que no se quedó a la cena, que no se quitó la mascarilla y que seguramente tenían razón quienes se preguntaban qué hacía él allí.

Hubo un silencio bastante sorprendente en cuanto al asunto en los medios que ha servido para que comprenda que entre bomberos no hay que pisarse la manguera. Informaron Vozpópuli y El Periódico de CataluñaLa marea y El DiarioEl País llevaba también la explicación de Illa y un editorial. No vi tampoco muchas columnas de opinión sobre el asunto, y eso que se escribían solas.  Siendo un poco más benévola, puede que el silencio fuera para no dar combustible al populismo que hace del discurso antiélites su razón de ser.

Las dos opciones para explicar lo del Casino de Madrid son deprimentes: o es una torpeza o es clasismo. Es decir: o nadie se dio cuenta de que era un poco insultante esa celebración cuando acabas de decir a la población que restringes sus libertades de movimiento y reunión, o creyeron que ellos estaban por encima de esas reglas. Como si esos muertos no se hubieran enterrado con aforos reducidísimos en el mejor de los casos. O estulticia o clasismo, y en las dos posibilidades se aprecian falta de empatía y torpeza política. Hay una tercera opción que es aún más triste: nadie se atrevió a decirle que no a Pedro J., por temor o por compasión.

En todo caso, mientras eso sucedía, los niños han aprendido nuevas y terroríficas canciones que acompañan a las nuevas rutinas que ya han calado en sus cerebros. «Fila sin tocar, fila sin tocar», repiten con un soniquete pegadizo y aterrador. Mientras tanto, que corran el champán y los pasteles.

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