Horror España-Marruecos
«Marruecos no es en absoluto un país amigo y la política con su Gobierno debe de ser vigilante y dura»
No creo en exceso difícil ponerse de acuerdo si se han de enumerar las muchas torpezas del nada brillante Gobierno de Pedro Sánchez. Por ejemplo, la escandalosa subida del recibo de la luz, del que muchos españoles, temo, aún no se han dado cuenta. Pero vamos al viejo y nunca resuelto tema de las recurrentes crisis con Marruecos. Nuestras relaciones con ese país (de nada ejemplar Gobierno, por cierto) son malas desde hace mucho, pese a que exista una antañona y necia retórica oficial que habla, entre otras lindezas, de «país hermano». Necedades. Marruecos ve a España -aunque se compartía y mucho con Francia- como antigua potencia colonial en los años del Protectorado. Pero aquello acabó en 1956. Y los resentimientos con Francia desaparecieron. ¿Porqué no ocurrió lo mismo con España? Porque estaba Sidi Ifni (que volvió a Marruecos en 1969) el Sahara Occidental y Ceuta, Melilla y los peñones costeros.
El Sahara se iba a descolonizar con un referéndum a la población local para ver si quería ser independiente o unirse a Marruecos o a Mauritania. Esa consulta no ocurrió porque el Marruecos de Hassan II -un tirano cruel, debe recordarse- lo impidió, al filo de la muerte de Franco, con una «Marcha verde» que usaba a la población civil como escudo humano. El tema del Sahara está oficialmente (según la ONU) todavía por resolver, pero Marruecos lo da por cerrado unilateralmente a su favor. El actual y brutal y torpe enfado de Marruecos —con una embajadora indeseable y nefasta— arranca de ahí, de que España pueda no compartir su política de hechos consumados en el Sahara y de que (días atrás, ya volvió a Argelia) el líder del Polisario, Brahim Ghali, entrara en España por motivos médicos y así humanitarios. Error de Sánchez: hacerlo a escondidas, con nombre falso y no a las claras. Salvajada del «amigo» marroquí: Mandar una avalancha humana sobre Ceuta. España debe estar muy enfadada con Marruecos. Nada de retóricas amistosas y falsas.
Pero encaremos el verdadero fondo del problema: Ceuta y Melilla. Ciudades españolas desde el siglo XV (antes españolas que Navarra) y así, sobre sobre el papel y la historia, nuestro país tiene todos los derechos claros y reconocidos. Gibraltar es harto más irregular y tramposo que nuestras ciudades africanas. Pero esas ciudades están geográficamente en África, como Gibraltar lo está en España, y eso pesa o va pesando pese a los indiscutibles legajos de la historia. Tal vez en el futuro todo tenga que hablarse, pero hoy no y menos con actitudes hostiles y enemigas. Marruecos no es en absoluto un país amigo y la política con su Gobierno debe de ser vigilante y dura. Las «crisis» no se van a resolver, solo se apaciguarán y el tema saharaui (con importar) cuenta menos que nuestras plazas de soberanía. Mano firme, pues, con Marruecos, su Gobierno déspota y su espantosa embajadora, que debe ser recusada. Pero nuestra firme actitud debe estar siempre avalada y consensuada con la Unión Europea de la que somos parte. De nuevo el lado «Podemos» de este Gobierno es un lastre. Mucha Europa frente al Marruecos faltón y ojo avizor con el vecino marroquí que es de todo menos amigo fiable.