Enfoques de género

En un acto sobre salud mental hace unas semanas, en el que presentó un «plan de acción» que incluía una dotación de apenas 100 millones de euros, el presidente, Pedro Sánchez, habló del problema del suicidio y la depresión: «Más de 300 millones de personas –me he quedado impresionado con esta cifra– en el mundo viven con algún tipo de depresión. Uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años tiene un problema de salud mental diagnosticado. Cerca de 800.000 personas se suicidan cada año en el mundo. De ellas, 45.800 son adolescentes».

Es extraño que un presidente que suele incluir el enfoque de género en sus discursos y políticas lo obvie aquí. Casi ocho de cada 10 suicidios en el mundo son masculinos. La causa de muerte más probable en los hombres entre 20 y 49 años es el suicidio. Cada año, en Europa se suicidan unas 60.000 personas y 43.000 son hombres. Pero el presidente cree que hay que poner el foco en los adolescentes (cuyas cifras de suicidio son también abrumadoramente masculinas), en la infancia y en «otros grupos vulnerables como las mujeres o los mayores» (los mayores y las mujeres, en igualdad de vulnerabilidad).

Esta falta de perspectiva de género recuerda a un titular delirante de hace unos años: «Unas 40.000 personas viven sin hogar en España, de las cuales un 16% son mujeres». Es autoexplicativo pero lo explicaré: casi el 85% de las personas sin hogar en España son hombres, pero dicho así no vende tanto. Pasa algo parecido con los accidentes laborales. En 2021, el 93% de los muertos en el trabajo fueron hombres. Al analizar este problema, se suele obviar también el enfoque de género.

Cuando las víctimas son abrumadoramente hombres, el hombre vuelve a ser el sujeto universal. Cuando son mujeres, se aplica el enfoque femenino, que no feminista: se analizan las posibles opresiones que sufren las mujeres incluso en aquellos espacios donde los que más sufren son los hombres. Bajo esta lógica, el feminismo se vuelve una ideología hiperespecializada y esencialista.