THE OBJECTIVE
Jorge Freire

«Menos cosas, más felicidad»

«¿Quién no se ha agobiado al tratar de meter la colección de vinilos, la tele de cincuenta pulgadas y la thermomix en la casa de 30 m²?»

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«Menos cosas, más felicidad»

Marie Kondo. | Billy Bennight (Zuma Press)

¿Quién no se ha agobiado al tratar de meter la colección de vinilos, la tele de 50 pulgadas y la thermomix en la casa de 30 m²? Tus posesiones se van enseñoreando de tu hogar y temes que, como al protagonista de El Horla, terminen echándote a la calle.

Pero entonces, en medio de un fulgor resplandeciente, aparece un gurú que pondrá fin a tu aflicción. Podría ser Marie Kondo, podría ser cualquier recluta de su escuadrón de buhoneros. Se ofrece a romper las ataduras que te aherrojan. No solo liberará espacio: te hará feliz. Es decir, que te vaciará los cajones y después, los bolsillos.

«Menos cosas, más felicidad». «Posee menos objetos, encuentra más objetivos». «Cuanto más tires, más encontrarás». Minimalismo, ¡la filosofía de moda!

La cosa remite al «menos es más» de Mies van der Rohe, último director de la Bauhaus, que a su vez derivaba de un poema de Robert Browning, que a su vez se inspiraba en los monjes medievales. Pero a quienes hoy lo blanden les da igual la Bauhaus, Browning y la puta que los trajo.

Desear menos, publicado por Gatopardo y traducido por María Antonia de Miquel, asesta un estoconazo tras al otro a la moda minimalista. Esta, como tantas importaciones de ultramar, ha entrado triunfalmente en nuestro país. Afortunadamente, el autor del libro, Kyle Chayka (Portland, 1988), viene con el machete entre los dientes, dejándola hecha jirones.

Hoy nada es lo que parece. Los militares hacen misiones humanitarias y los curas bailan en TikTok. Quienes combaten el consumismo tiran las baratijas a la basura y, a renglón seguido, compran a Marie Kondo toallas, cajas de herramientas y bolsitas de té. ¿Rebeldía? Apoquinar, al puro estilo Delacroix, 2.000 eurazos para convertirte en asesor KonMari.

¿No decía Wittgenstein que nada hay tan revolucionario como lo que se revoluciona a sí mismo? Pues el capitalismo, cuando sale al paso de lo que se le opone, siempre lo incorpora en su seno.

Obvia es la razón de su éxito. Un hogar estadounidense alberga más de 300.000 objetos y cada americano tira al año 30 kilos de textiles. Sea como fuere, tiene su gracia que el país que inventó el consumismo capitanee ahora la causa minimalista.

Claro que el minimalismo no es lo que parece. Lo que comienza como una forma de despejar el garaje termina como una ética del desapego y una religión sustitutoria. Ya dice el bloguero Joshua Becker que Jesús fue el primer minimalista…

Si el minimalismo es una suerte de franciscanismo es porque Estados Unidos cuenta con su propio Francisco de Asís: Thoreau. La impostura minimalista no desmerece al autor de Walden. Este, a pesar de su conspicua retirada, bajaba todos los días en carreta al pueblo para comprar el periódico. El minimalismo se sintetiza en esa falsía: disfrutar de la placidez de lo sencillo sin abandonar la comodidad de lo complejo.

El minimalismo es otra variedad de lo experiencial. Experiri significaba, paradójicamente, travesía peligrosa. Hoy es todo lo contrario. El capitalismo de experiencias permite vivir como un tuareg sin apearse del jeep, enrolarse en la causa del vivire pericoloso con seguro y cobertura médica, paladear las esencias del pueblo, como el hipster de Gascón, sin renunciar al 5G…

Nietzsche decía que el Cristianismo era platonismo para el pueblo. Salvando las obligadas distancias, el minimalismo es, más bien, cinismo para el pueblo. Vivir como Diógenes -¡cuántos zulos de Malasaña querrían ser su tonel!- pero con electricidad y agua potable.

Chayka recuerda, en su magnífico ensayo, la celebérrima foto de Steve Jobs tomada por Diana Walker en 1982. El fundador de Apple aparece en un salón casi vacío, bajo un charco de luz, con una taza entre las manos. Una alfombra minúscula, una lámpara y un equipo de música. Nada más. El mensaje es claro: se puede tener éxito con pocas cosas.

Curiosamente, el estéreo rebasaba los 8.000 pavos y la lámpara era una antigüedad de incalculable valor. El minimalismo es, ante todo, una moda de ricos que imitan los pobres.

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