THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Naturaleza babuina

«Putin, en su baño de masas, quiere asociar la fuerza física y el poder de matar a la idea de belleza moral»

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Naturaleza babuina

Vladimir Putin. | Reuters

Decía Javier Marías en una entrevista reciente: «No comparto el interés de nuestra época por los personajes malvados». Se unía así a otra estirpe de grandes literatos que se han burlado o han criticado esta oscura inclinación del alma, muchas veces convertida en deporte nacional, la universal adoración a la fuerza o el poder de matar. Esta semana vimos la adoración de las multitudes cuando desfila ante sus miradas la imponente figura de Putin. Hemos visto en directo los aplausos mansos y religiosos. Su abnegado respeto y éxtasis ante el más insignificante rasgo de bondad del dictador, enfundado en un abrigo italiano carísimo. Multitudes embelesadas por ese abrigo italiano, estremecidas ante la elegancia del abuelo entrañable. 

En la presencia de personajes como Putin uno se encuentra con una auténtica personalidad, es más, queda convencido de que una gran personalidad no puede tener un aspecto diferente. Vigoroso y enfermizo, es la impresión que produce; tal es al menos la impresión que me ha producido al verlo con sus ojos brillantes y maliciosos, sonreír, con las manos alzadas hacia el público. Ucrania es un aviso de la desintegración de los valores de la cultura occidental. Occidente, cada vez más frágil, es una planta rara y delicada, una flor de invernadero.

Occidente, cada vez más frágil, es una planta rara y delicada, una flor de invernadero

En la estela de escritores que han criticado el poder hay que mencionar la magistral provocación de Albert Cohen. En Bella del señor esboza la psicología que hay detrás del abyecto amor a los poderosos, y que, en última instancia, es adoración al poder de hacer daño, el poder de matar: «Babuinos, los cretinos que tras ser recibidos por el dictador italiano vienen a elogiar la sonrisa de ese bruto, una sonrisa tan bondadosa en el fondo, dicen todos. Babuinos, esos otros que se extasían ante el menor rasgo de bondad en Napoleón». La novela, ambientada en la sociedad ginebrina del periodo de entreguerras, describe, con ironía y humor fino, el amor a los personajes malvados. 

De nuevo vemos a las multitudes apasionadas, manos tendidas para tocar la mano del babuino y santificarse con ella. Besos lanzados al aire, a su impenetrable máscara.  Multitudes apasionadas, deseosas de someterse ante la crueldad del dictador. Y por eso los carniceros de masas siguen teniendo su público, que les observa con respetuosa emoción. La menor deferencia de los brutos les hechiza, les fascina. Putin, en su baño de masas, quiere asociar la fuerza física y el poder de matar a la idea de belleza moral, es entonces cuando la inclinación hacia el mal se mezcla con la inclinación a la belleza, se produce entonces la «estilización de la política». 

No sabemos de lo que somos capaces, o preferimos ignorarlo

Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, crea lagunas en nuestra imaginación y en nuestra memoria. No sabemos de lo que somos capaces, o preferimos ignorarlo. Como dice Albert Cohen, lo que llaman pecado original no es sino la confusa y avergonzada conciencia que tenemos de nuestra naturaleza babuina y de sus horrendos efectos.

Oh, los acalorados aplausos, las miradas de devoción. Cabrones con buena conciencia, convencidos de servir a la madre patria. Besan la mano de su poderoso, admiran el abrigo italiano de 11.000 dólares sin saber que lo que le empuja a matar es su envidia a Occidente, cuna de la democracia. A kilómetros de distancia de ese baño de masas, los rusos occidentalizados celebran con champán y ostras su libertad y su traición a la Madre patria. Abrazan a sus seres queridos mentalmente, en la distancia. El individuo debe salvarse, si no la vida no tiene sentido. 

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