THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

El peligro de una crisis alimentaria

«Dependientes de la importación de trigo de Ucrania y Rusia, se avecina una crisis de seguridad alimentaria sin precedentes»

Opinión
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El peligro de una crisis alimentaria

Desabastecimiento de alimentos en los supermercados. | Europa Press

Putin quería restaurar el honor del Imperio Ruso y ha acabado restaurando el horror de Stalin. No solo por lanzar la mayor agresión militar desde 1939 en Europa, si no por la vuelta de la represión, la censura, la violencia y la paranoia en Rusia. Como decía hace poco un editorial de The Economist, desnazificar Ucrania era para Putin estalinizar Rusia. Con su agresión a Ucrania, el dictador no solo está destrozando un país y provocando la muerte de miles de inocentes y el éxodo de millones. Está arrasando con el orden internacional surgido de la II Guerra Mundial y poniendo en juego el bienestar de cientos de millones de personas en el mundo. El vertiginoso incremento de la inflación y la más que probable recesión en la que entrará la economía mundial pulverizará todo el crecimiento recuperado tras el socavón de la pandemia. Y dependiendo de lo que dure la guerra, el golpe será incluso peor. Pero serán las regiones vulnerables y pobres del planeta las que más sufrirán sus efectos. Dependientes de la importación de trigo de Ucrania y Rusia, se avecina una crisis de seguridad alimentaria sin precedentes.

Los entendidos dicen que solo el derrocamiento de Putin o la pérdida del apoyo chino a Rusia, escenarios que hoy parecen poco probables, podrían dar un vuelco a esta atroz situación. Mientras, todo es posible. Ya sea la escalada militar, sin descartar el uso de armas químicas o nucleares, de un Putin frustrado por las dificultades de su ejército para culminar la invasión. O la respuesta de Moscú a un embargo parcial (idealmente total) del gas y petróleo rusos, con sus efectos disruptivos en las economías importadoras como la alemana, para cortar el grifo de la financiación de la maquinaria de guerra rusa y culminar su aislamiento económico. O la posible desestabilización del régimen por el empobrecimiento de la población rusa a raíz de las sanciones internacionales, las mayores jamás aplicadas a una gran economía y calificadas por Putin como un acto de guerra. O, por el contrario, ¿servirán para que se perpetúe en el poder como Nicolás Maduro y otros dictadores sancionados y aislados por la comunidad internacional? Por mencionar alguna de las coyunturas hoy verosímiles.

Como resultado, los organismos internacionales y los servicios de estudios de las principales entidades financieras revisan a la baja sus proyecciones económicas. La pérdida de vidas, el daño a infraestructura clave, la interrupción del comercio y la salida masiva de refugiados hundirían un 35% el PIB de Ucrania, según cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI). La economía de Rusia retrocedería casi un 10% (otros economistas que calculan un 15%) y la inflación se elevaría al 20% en este ejercicio. El organismo advierte de que la guerra, tendrá efectos «devastadores» sobre la economía mundial.

En primer lugar, por los efectos de la inflación. El aumento del precio de la energía y los alimentos presionará aún más al alza una tasa que ya se situaba en las cotas más altas de los últimos 40 años. De forma que no se descarta que en EEUU supere este año el 10%. En la Unión Europea, podría acercarse al 8% con Alemania, su primera economía, entrando en recesión en el segundo trimestre de este año. La subida de los precios erosiona el poder adquisitivo de los ciudadanos y deprime la demanda. La fatal combinación de inflación elevada con recesión es un escenario ya nada descartable. Segundo, las economías vecinas de Rusia sufrirán una caída en el comercio de mercancías y servicios, la interrupción de las cadenas de suministro y una entrada masiva de refugiados a los que deberán prestar ayuda. Y tercero, señala el FMI, la menor confianza de los empresarios y un aumento de la incertidumbre inversora provocará una posible salida del capital de los mercados emergentes, con todos sus efectos desestabilizadores que eso tendrá en los tipos de cambio y de interés de los países afectados.

Eso en lo que respecta a las economías avanzadas y emergentes. Si bien China sigue siendo la gran incógnita en este conflicto. Dependiendo de cuánto apoyo financiero y militar preste a Rusia, su economía se verá más o menos perjudicada. Washington ya ha avisado que una ayuda a Moscú será castigada con una nueva subida de los aranceles. Aquejada por una nueva ola del virus covid-19 que está impactando la actividad económica de una parte económicamente sensible de su territorio, cabe preguntarse si optará por el pragmatismo o perseverará en su idea de formar con Rusia un área de influencia geopolítica que dispute la hegemonía a Estados Unidos y sus aliados a pesar de las posibles sanciones.

Por si no bastara este sombrío panorama, cada día que pasa y que no se cosechan los campos de trigo ucranianos y rusos, aumentan las posibilidades de que se desate una crisis alimentaria en amplias zonas del planeta. Esta afectará sobre todo a las regiones más pobres. Un tercio del trigo que se consume en el mundo viene de Ucrania y de Rusia. También proveen casi el 50% del aceite de girasol que se demanda y un 13% del maíz. Países importadores, como el Líbano, Libia, Somalia, Túnez, Egipto, Bangladesh, Indonesia o Malasia que dependen entre un 90% y un 30% del grano procedente de la región hoy en conflicto. ¿Qué será de ellos si la guerra, como todo apunta, impide la cosecha de este año? Los precios podrían multiplicarse por dos o tres.

Turquía por ejemplo importa el 70% de su trigo de Rusia. Y ya antes de la invasión y sus efectos sobre los precios, su inflación se situaba en el 54,4%. Sirve para hacerse una idea de los efectos devastadores de una escalada de los precios del trigo en las economías más dependientes de su importación. El hambre de grandes regiones del planeta se añadirá al drama humanitario provocado por la invasión de Ucrania.

En 21 días de guerra, Rusia ha perdido más soldados en combate que los 20 años de guerra de Estados Unidos en Afganistán. Pienso en ellos, que fueron engañados al frente. En el dolor de sus madres que no se pudieron despedir. En los rusos valientes que siguen protestando contra la guerra pese a la brutal represión de Putin. Y en la emocionante resistencia de los ucranianos. En su líder Volodímir Zelenski. ¡Qué lecciones nos da cada día Ucrania! Con su lucha por la libertad y la democracia nos recuerdan el valor de nuestras democracias liberales y de la Unión Europea y cuánto las hemos descuidado y dado por hecho en los últimos años. Cada mañana busco en Twitter la confirmación de que el admirable pueblo ucraniano ha resistido una noche más los ataques cada vez más brutales del ejército ruso. Pero busco aún con más ahínco la noticia del final de Putin.

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