THE OBJECTIVE
Fernando Fernández

De emprendedores, empresarios y ciclos

«No haga política de izquierdas para vivir como un señor de derechas. Pida que se facilite el trabajo de los empresarios»

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De emprendedores, empresarios y ciclos

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, interviene en la inauguración del Mobile World Congress. | David Zorrakino (EP)

La Comisión Europea acaba de certificar lo que ya sabíamos: que la economía europea va a sufrir las consecuencias de la invasión de Ucrania y entra en un nuevo ciclo de menor crecimiento e inflación sostenida que puede desembocar en recesión si, por pasarse de frenada, alguien corta el suministro de gas y petróleo ruso. Además, los dirigentes chinos se han enrocado en su política de Covid cero prolongando las distorsiones  en las cadenas de suministro, exportando inflación e impidiendo la rápida recuperación de la producción industrial. La debilidad del euro, producto de un escenario de tipos de interés menos agresivos en Europa y cierta desconfianza en el BCE ante la posibilidad de que haya caído rehén de los problemas fiscales de algunos gobiernos, complica aún más las cosas. 

La vulnerabilidad de la economía española al ciclo exterior es bien conocida. Se resume en un déficit estructural superior al 4% del PIB que nos hace depender del ahorro y la inversión externa. Nada se ha hecho en los años de políticas extraordinariamente expansivas para aliviar esa vulnerabilidad. Se ha preferido alimentar el gasto recurrente confiando en una ley política presuntamente progresista, «el gasto acaba creando siempre sus propios impuestos». Hasta que las elecciones vienen mal dadas, se posponen las subidas impositivas  y se engorda el déficit.

El destino, siempre injusto con el partido socialista, ha hecho coincidir este ciclo recesivo e inflacionista con una complicada mayoría parlamentaria y un calendario electoral infernal. Encima, viene el comisario Gentiloni y nos recuerda que tenemos pendiente embridar las cuentas de la Seguridad Social, porque en Europa no cuela eso de pasarle la pelota al presupuesto. Y para cerrar la faena, el ministro alemán de Hacienda, Christian Lindner, de ese gobierno arco iris del amigo Scholz que había puesto fin al austericidio fiscal, se felicita públicamente de que el BCE haya abandonado las compras selectivas de deuda pública, y nos despierta de la ilusión de una pronta mutualización europea de la deuda pública, responsabilidad de los contribuyentes nacionales que eligen a sus gobernantes, nos viene a decir.

Cierto es que para disimular nuestros problemas, este año podemos contar con una excelente cosecha turística, con el maquillaje de las cuentas públicas gracias a los fondos europeos y una estimación optimista de los multiplicadores de la inversión digital y verde que presuntamente traerán estos fondos, y hasta con la magia de haber superado el problema de temporalidad del empleo con el mero hecho de haberle cambiado el nombre a los contratos. Ya no hay parados cobrando de los Servicios Públicos de Empleo  sino fijos discontinuos cobrando de la Seguridad Social.

Aunque, como nos recuerda la AIReF, no hay ninguna evidencia ni información que permita medir, no ya el impacto macro sino incluso la cuantía efectivamente gastada del maná europeo. Esta institución presume tanto de su independencia que hasta cuestiona el Plan de Estabilidad y critica que el gobierno no tenga una estrategia fiscal. Pobre Cristina Herrero, se le está poniendo una cara de Paz Esteban, ¡cómo no le salve Europa!

Ante este panorama, los gurús de la Moncloa aparte de distraernos con cuestiones de sexo y género y convertir a las mujeres en «presuntas enfermas recurrentes», copyright de mi amiga, Maite Rico que no soy tan macho como para meterme yo solito en esos berenjenales, tiran de dos buenas ideas, la formación profesional y los emprendedores. La primera todavía sufre el descrédito social de haber sido desarrollada en las universidades populares del franquismo, salvo el País Vasco donde fueron rescatadas por el nacionalismo, y las dificultades de su inserción en la realidad empresarial agravadas con la última contrarreforma laboral.

Este Gobierno piensa que es una cuestión de dinero y promete una inversión sin precedentes, ¡qué fácil es tirar con pólvora del rey europeo! Pero se olvida de lo más importante, los empresarios han de tener incentivos para participar en la formación dual, la única que funciona en términos de empleo. Algo imposible con un gobierno obsesionado con la precariedad laboral del becario y que considera explotación el aprendizaje en la empresa. Mejor haría en trabajar para reducir la brecha salarial, ese 30% de diferencia entre el coste empresa y el salario del trabajador que hace imposible a mucha pyme contratar aprendices y becarios.

El segundo gran descubrimiento son los emprendedores, más moderno, inclusivo y progresista  si hablamos de fomentar la i+d+i y desarrollar el ecosistema startup. Cuenta aquí el Gobierno con una legión de consultores y capturadores de rentas siempre dispuestos a justificar medidas de apoyo e incentivos a este depósito de progreso. Medidas que siempre acaban en subsidios fiscales a costa del contribuyente y en perjuicio de otras empresas y otros empresarios que no son tan atractivos por dedicarse a actividades industriales o comerciales tradicionales y llevar años luchando para sobrevivir.

Que me perdone el lector, pero qué es un emprendedor sino un presunto empresario que con un proyecto virgen y mucho marketing, todavía no ha demostrado que puede producir, vender y cobrar, contratar trabajadores y pagarles decentemente, asumir créditos y pagarlos regularmente sin subsidios financieros provenientes de fondos públicos, que puede crecer y sobrevivir a una crisis. 

Este país necesita empresarios que creen empleo, que innoven en producto y diseño, que desarrollen y apliquen nuevas tecnologías y sistemas, que abran mercados en geografías diferentes y hasta distantes, que facturen y paguen impuestos. Si hay que llamarles emprendedores para que la izquierda los acepte y reciban el apoyo social que se merecen, fenomenal. Pero no nos engañemos, los empresarios no crecen vía subvenciones ni con financiación privilegiada. Los empresarios crecen cuando se crea un marco legal y regulatorio que fomenta el esfuerzo y el riesgo, que no estigmatiza el fracaso y que permite beneficiarse económicamente del éxito cuando se produce. 

Permítanme que termine volviendo a Europa. Llevamos años discutiendo el atraso tecnológico con Estados Unidos, lamentándonos de que los emprendedores de éxito, después de montar y desarrollar su empresa emergente en el viejo continente, normalmente con fondos del contribuyente, acaben en Estados Unidos explotando su éxito. Se han aludido a todo tipo de razones, desde culturales y el tamaño del mercado, hasta la flexibilidad laboral y las facilidades de financiación privada. Todas ellas ciertas, pero hay una principal que nos devuelve al panadero de Adam Smith, los emprendedores no se hacen empresarios por amor a la humanidad, sino por dinero, para hacerse ricos.

Las startups no son ONGs, sino que buscan ser una empresa, dar un pelotazo, salir o Bolsa o  venderse a un pez grande. Y emigran allí donde soportan una presión fiscal menor. No hace falta irse lejos, es la misma razón que explica que Madrid haya desbancado a Cataluña en innovación, emprendimiento y creación de empresas. Ya sé que ahora se lleva el marketing social y que hasta las organizaciones empresariales y las escuelas de negocios más prestigiosas abjuran de Friedman y su empresa monotemática consagrada a maximizar el beneficio. Pero haga usted como yo, no se fíe de lo que la gente le dice sino mire y aprenda de lo que hace. No haga política de izquierdas para vivir como un señor de derechas. Pida que se facilite el trabajo de los empresarios.

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