Pintan bastos
«Sánchez está de los nervios. Y debe andarse con ojos, porque si echamos la vista atrás hay material para que de nuevo el PSOE sienta vergüenza de lo que hicieron»
Dan ganas de salir corriendo. La deuda ha alcanzado una cifra imposible de asumir, desde Bruselas avisan a Escrivá que su sistema de pensiones es insostenible, el triunfalismo sobre la creación de puestos de trabajo indefinidos tenía trampa, no eran indefinidos en el sentido literal de la palabra, España crecerá bastante menos de lo previsto y también la inflación seguirá creciendo. Como para salir corriendo.
Pintan bastos pero, en lugar de tomarse en serio la acción de gobierno, Pedro Sánchez toma decisiones inauditas que provocan división de opiniones como en los toros, pero división muy sui generis: indignación en unos tendidos y vergüenza en otros. Entusiasmo, en ninguno. Todo lo más indiferencia, por respeto a un presidente al que ha votado una mayoría de españoles y por tanto hay que aceptarlo aunque no guste. Pero cuesta, de verdad que cuesta guardarle respeto, y no hace falta recordar por qué, ya que son infinitas las iniciativas inaceptables que ha tomado en estos tres años de Gobierno.
Hay algún dato positivo, pero escasean. Y como este miércoles se ha dado uno, hay que mencionarlo: han expulsado a casi 30 diplomáticos destinados en Rusia. Un honor. Que Putin castigue a España indica que España está a la altura de las circunstancias en una guerra en la que se dan las peores circunstancias, incluido el genocidio, el asesinato a civiles, y conquista a ciudades utilizando los modos más terribles de siglos pasados, que incluyen saqueos, torturas y violaciones a las mujeres. Un honor por tanto que Putin castigue a quienes hacen todo lo posible para que el presidente ruso no gane esta guerra innoble.
Y también ayer, miércoles, se produjo otra buena noticia: que el jeque de Catar ha prometido inversiones importantes para España y, además, suministrarle petróleo y gas para afrontar los meses que nos esperan, difíciles en lo energético.
Pedro Sánchez ya se ha puesto la medalla correspondiente, como si el emir se hubiera quedado fascinado por el carisma y buen hacer del jefe de gobierno español. Pues va a ser que no. El emir mantiene relaciones muy fluidas con la Corona española, tiene un trato personal muy especial con Familia Real, D. Juan Carlos antes y D. Felipe ahora y, como en tantas otras ocasiones, el papel del Rey español ha sido clave en cuestiones de política exterior, aunque no presume de ello.
Tiene más pecado, por tanto, lo ocurrido en la recepción que celebraron los Reyes en honor del emir Al Thani. Los miembros de Podemos que habían sido invitados declinaron su asistencia. Protocolariamente no hay por dónde cogerlo. Era una visita de Estado, la de más alto nivel. En el Gobierno, en cualquier gobierno, hay que estar a las duras y a las maduras, y parte del trabajo de los ministros y de la vicepresidenta Díaz es acudir, cuando les invitan, a los actos de Estado. Estado que la Constitución define como una monarquía parlamentaria. Y si no les gusta la monarquía parlamentaria, pues que no acepten formar parte de su gobierno. Bien que se apuntan sin embargo para subirse al avión del Rey cuando quieren acudir a la toma de posesión de un presidente latinoamericano de ideología populista y ultraizquierda… Es lo que tiene ser recién llegados a la política sin trayectoria previa, formación previa y mucha demagogia previa: no saben estar. Ni en una monarquía constitucional y, seguro, tampoco en un régimen republicano. Porque las cuestiones de protocolo se asumen en todos los países, España, Venezuela, Francia o Estados Unidos. Es más; en cantidad de repúblicas, con mucha más alharaca que en España.
Sánchez no está pasando una buena época, probablemente teme que también pinten bastos para él. El desquiciamiento verbal que demuestra los últimos días demuestra que no se debe sentir muy cómodo en su piel. No se se sabe si le preocupan los sondeos, o que algunos de los medios que le son afines le han dedicado algún editorial crítico, aunque sin pasarse. Por otra parte, en Andalucía el candidato Espadas no pita como Sánchez esperaba que pitara.
Las arremetidas contra Feijóo, absolutamente fuera del respeto que se debe a cualquier adversario, más aun cuando es el líder de la oposición, más la falta de respeto también a la policía con el intolerable «piolinazo», más las referencias a corrupciones del pasado como si fueran recientes, demuestran que Sánchez está de los nervios. Y debe andarse con ojos, porque si echamos la vista atrás hay material para que de nuevo el PSOE sienta vergüenza de lo que hicieron, mal hicieron, algunos de sus dirigentes. Mejor dejar la corrupción pasada en hibernación, aunque tal como está el Gobierno, muy preocupado por las encuestas, se puede apostar a que los próximos días habrá overbooking de grabaciones que saldrán a la luz precisamente ahora para ver si así se puede echar una mano al candidato socialista andaluz tratando de desacreditar al PP de Feijóo.
Ay. Ojalá Sánchez haga algo positivo que nos permita dejar de darle caña algún día…