THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

«Oh dear, oh dear…»

«El veloz descalabro de la economía británica en tiempo real debería ser un aviso a navegantes. Los países que antepongan la ideología a la estabilidad financiera y económica pueden ser los siguientes en ser castigados»

Opinión
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«Oh dear, oh dear…»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EP


Tenemos la referencia de la gestión pragmática del Gobierno socialista de Portugal, con su pacto de rentas y su equilibrado presupuesto. Y en el otro extremo, al Reino Unido, donde la aprobación de su mini budget en clave thatcheriana ha caído como una bomba de destrucción masiva en los mercados financieros, forzado la dimisión de su primera ministra y sumido en el caos al partido conservador. En tiempos de radical incertidumbre como los actuales, el pragmatismo parece ofrecer mejores resultados que la ideología. ¿Y en el caso de España? La gestión de la crisis económica por parte del Gobierno de Pedro Sánchez se aleja de la de Antonio Costa y guarda algunas inquietantes similitudes con la de la dimisionaria Liz Truss. 

Cabe preguntarse si España sería castigada también por los mercados si no estuviera repaldada por el colchón fiscal del mecanismo de Recuperación y Resiliencia de los fondos NextGen, del que recibe 140.000 millones de euros, o por la política monetaria de sustento mantenida hasta ahora por el Banco Central Europeo. Si atendemos a las notables carencias identificadas en el proyecto de ley de Presupuestos por la AIReF, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal dirigida por Cristina Herrero con una independencia insólita en estos tiempos de colonización política de las instituciones, no es descartable que la credibilidad de España se deteriore a medida que lo hace la situación económica. La prima de riesgo, ante el probable encarecimiento de las emisiones de deuda del Tesoro, lo dirá.

Porque las advertencias de la AIReF sobre las cuentas públicas son graves: el cuadro macroeconómico sobre el que están basados los ingresos y gastos está desfasado y es poco realista con la evolución de la economía; la institución prevé un crecimiento del 1,5%, seis décimas menos que el 2,1% del Gobierno; los presupuestos no incluyen algunas nuevas medidas de gasto aprobadas posteriormente, como los 3.000 millones de euros para ayudas a familias vulnerables; son excesivamente optimistas con respecto a la evolución de las exportaciones y las inversiones dada la situación internacional de gran incertidumbre, y aprecia un descuadre del 4,4% del PIB entre ingresos y gastos, que puede elevarse al 4,6% si se prorrogan las medidas antiinflación como contempla el plan presupuestario, ambas lejos del objetivo de déficit del 3,3% del PIB al que se ha comprometido el Gobierno. Y a todo esto, el Gobierno ha reconocido que la deuda pública no descenderá del 110% del PIB hasta 2025.

El diagnóstico de Herrero es bastante demoledor. Puede que sean los presupuestos más sociales de la historia porque, efectivamente, seis de cada 10 euros están destinados a gasto social (cuatro de ellos al pago de pensiones que se actualizan con el 8,5% de IPC). Una partida destinada a engordar dada la evolución demográfica del país. La medida, dirigida a 8,99 millones de pensionistas, puede que sea popular, ¿pero es sostenible en el tiempo? 

En Portugal, el Gobierno socialista ha limitado al 3,5% las subidas de las pensiones más altas frente al 7,4% de inflación que se prevé a final de año. Puede que compartamos el territorio de la península ibérica y que sus gobiernos tengan el mismo signo político, pero Costa parece llevar la contraria a Pedro Sánchez en casi todo. En lo fiscal, ha deflactado el IRPF (bajado impuestos) a las rentas medidas y bajas para compensar los efectos de la subida de precios, en línea con a propuesta del PP o de los socialistas valencianos aquí. Ha logrado un pacto de rentas con la patronal y los sindicatos del que aquí el Gobierno se ha desentendido ignorando las recomendaciones del Banco de España, se ha comprometido con el objetivo de reducir el déficit al 0,9% del PIB y la deuda pública en cinco puntos hasta el 110% del PIB. Y sitúa su crecimiento en el 1,3% y la inflación en el 4% para el año que viene. El resultado de esa política centrada más en el cumplimiento de los objetivos y menos en la manera ideológica de abordarlos ha permitido al país luso crecer un 17% entre 2007 y 2020. Ello pese al severo castigo recibido en la anterior crisis financiera de 2008-13 por los efectos de la austeridad. España, sin embargo en ese mismo periodo ha retrocedido un 0,7%

Puede que la distancia ideológica entre el Gobierno de izquierda de Sánchez y el conservador de la defenestrada sea abismal, pero hay ciertas similitudes en la gestión populista de la crisis. Varias las identificaba Luis Garicano, hasta hace poco europarlamentario por Ciudadanos y ahora profesor en Columbia University, en un muy recomendable hilo de Twitter. Entre ellas: el maquillaje de unas cuentas que no se ajustan a la realidad macroeconómica, el peligro de apostar por inyecciones fiscales con una inflación disparada en un contexto de tremenda volatilidad financiera, el plan de Truss añadía 1,5 puntos al déficit estructural (ese que se genera independientemente de de los factores cíclicos de la economía) que en el Reino Unido está en el 2,1%. En España este se sitúa por encima del 4%. 

Ni Truss ni Sánchez atienden a las previsiones de instituciones que les chafen sus escenarios macroecómicos. El FMI o el Banco de España sitúan el crecimiento de España para 2023 en el 1,2% y el 1,4% respectivamente. Ambos sienten cierto desprecio por los organismos de control independientes. Truss ha ignorardo los consejos de su AIReF, arremetido contra el gobernador del Banco de Inglaterra y de destituirdo el máximo responsable del Tesoro. Sánchez forzó la dimisión del presidente del INE, el Gobierno se ha revuelto en varias ocasiones contra las advertencias del Banco de España y despreciado reiteradamente los consejos de la AIReF. El Reino Unido es el segundo país con la deuda exterior neta más alta del mundo, según datos del FMI. España el tercero.

De forma que ese Oh dear, oh dear que se le escapó a Carlos III de Inglaterra al recibir a Truss en su penúltima audiencia (la última fue para presentar su dimisión) expresa bien el miedo que da la adopción de las medidas económicas equivocadas en un escenario tan incierto y revuelto y con unos mercados hipersensibles. En el caso de Truss fue un intento fallido de resucitar el ultraliberalismo de Thatcher, mientras que Sánchez ha decidido a virar a la izquierda haciendo suyas algunas de las propuestas populistas de Unidas Podemos. El veloz descalabro de la economía británica en tiempo real debería ser un aviso a navegantes. Los países que antepongan la ideología a la estabilidad financiera y económica pueden ser los siguientes en ser castigados. ¡Madre mía, madre mía!

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