THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Palos de ciego

«El riesgo de que el aterrizaje suave de la actividad económica se convierta en frenazo o incluso recesión, como ya es el caso en Alemania, crece cada día»

Opinión
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Palos de ciego

El Banco Central Europeo. | Alexander Pohl (Europa Press)

El riesgo de fragmentación en la Unión Europea asoma por varios frentes: energético, monetario, fiscal… Con inevitables consecuencias geopolíticas. La tentación de dar prioridad a la seguridad del suministro energético cuando apriete el frío y se agudice la escasez de combustibles a raíz de la invasión rusa de Ucrania es poderosa. El radical giro restrictivo de la política monetaria está ya afectando de distinta forma a las economías más y menos endeudadas de la eurozona y las nuevas subidas de tipos de interés podrían ampliar esta brecha. Y la decisión de algunos países socios de aprobar unilateralmente bazokas fiscales, como el reciente paquete de 200.000 millones de euros anunciado por Alemania, el país más afectado por la crisis energética, puede dar al traste con la coordinación de las políticas de estímulo hasta ahora pactadas entre los 27, como fue el caso del fondo Next Generation para superar los efectos de la pandemia. 

¿Pueden estas tensiones hacer tambalear la unidad mantenida hasta ahora por la UE para castigar a Rusia y coordinar políticas para superar la enésima crisis que vive el continente en poco más de una década? El pacto de gobierno de Meloni en Italia con dos socios afines a Putin no ayuda. Y el acuerdo entre Austria, Hungría y Serbia para controlar la inmigración ilegal al margen de la UE . Estos dos últimos países que mantienen estrechos lazos con Rusia. Y en Europa la lista de los falsos pacifistas, partidarios de negociar con Putin es larga: Melenchon, Le Pen, Orban, Belarra…

La crisis energética está condicionando la efectividad de la política monetaria. La intervención de los bancos centrales subiendo los tipos de interés apenas ha conseguido doblegar la inflación. El precio de los combustibles sigue por los aires. El gas, que no cotiza en un solo mercado internacional, ha subido hasta un 400% en países como Alemania. Y el petróleo que había estado cediendo desde verano hasta caer al precio más bajo desde enero, antes de la agresión rusa a Ucrania, ha vuelto a subir tras conocerse el acuerdo alcanzado esta semana por la OPEP para reducir sus exportaciones de crudo en dos millones de barriles al día (el 2% del consumo mundial). En la reunión más relevante de la organización desde la invasión iraquí de Kuwait en 1990, dada la crisis energética que atenaza el crecimiento de la economía mundial, los mayores países exportadores de crudo del mundo han decidido secundar a Moscú en su desafío a Occidente. El precio del petróleo subió un 4% al conocerse la noticia.

¿Se acuerdan del viaje de Joe Biden Arabia Saudí para encontrarse con el príncipe Mohammed bin Salman, sospechoso de estar implicado en el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi, el pasado mes de agosto? El objetivo, pese a las durísimas críticas que le cayeron entonces, era conseguir que Ryad se comprometiera a aumentar su producción para compensar el embargo al crudo ruso. A la vista de la última decisión, sus esfuerzos han sido un fracaso.

En el caso de la política monetaria, la estabilidad de los precios está en el mandato de los bancos centrales. De ello depende su credibilidad, y por tanto la de la moneda que defienden. Las subidas de los tipos de interés es la principal herramienta para luchar contra la inflación, que en la eurozona se sitúa en el 10%, la tasa más alta de los últimos 40 años. Y en el caso de Alemania, que alcanzó el 10,9% en septiembre, es la más elevada en 71 años. Una cuestión traumática para el país con la mayor fobia de todos a las subidas de precios tras el periodo de hiperinflación en la República de Weimar que allanó la llegada de Hitler al poder. 

Desde principios de año, los bancos centrales han subido rápida y contundentemente los tipos. Es el giro más radical dado en una década: la Reserva Federal los ha elevado al 3%-3,25% desde casi cero. El Banco de Inglaterra al 2,25% y el Banco Central Europeo de menos de cero a 1,25%, al que se añadirá 0,75 puntos a finales de este mes. Pero la inflación apenas ha cedido. Porque no viene provocada por un recalentamiento de la demanda sino por un shock de la oferta de combustibles y de materias primas. Y el riesgo de que el aterrizaje suave de la actividad económica se convierta en frenazo o incluso recesión, como ya es el caso en Alemania, crece cada día. La subida de los precios de la energía ya está repercutiendo en toda la actividad económica: primero fueron los alimentos, ahora los servicios y vistas las presiones para aumentar evitar la pérdida de poder adquisitivo, es muy probable que en parte se trasladen a los salarios. Entonces la espiral inflación-subida de tipos será inevitable. Y una subida de precios que aún puede ser temporal, ligada a los efectos y la duración de la guerra, se convertirá en estructural. 

Europa parece ir dando palos de ciego en casi todos los frentes. Es un entorno tan complicado que las recetas clásicas no son suficientes. Aprendimos de los errores cometidos durante la Gran Recesión de 2008-13. La gestión de la crisis de la pandemia así lo demostró: en lugar de austeridad se aprobó un contundente programa de gasto y la protección de millones de trabajadores con los planes ERTE financiados por el sistema común SURE. La coordinación en la campaña de vacunación fue un éxito. Ahora la agresión rusa de Ucrania eleva el listón. La cooperación y la unidad vuelven a ser prioritarias. La fragmentación sólo nos debilita. El BCE debe estar vigilante para evitar que siga ampliándose la brecha de los tipos de interés, aunque los países potencialmente más afectados, Italia, Grecia y España, deben ayudar dando confianza a los inversores sobre su compromiso con la consolidación fiscal. El coste de los planes para hacer frente a la escasez de combustible debe ser repartido hasta que Europa logre la autonomía energética. Y mientras, toca pisar el acelerador en la ayuda militar, humanitaria y económica a Ucrania para debilitar definitivamente a un Putin que lleva años minando la unidad europea. Cuanto antes esto suceda, más cerca estaremos de recuperar un crecimiento estable.

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