THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Le Maire, un bombazo

«En Francia tienen un gobierno libertino, mientras que aquí lo propio es tener unas ministras que atentan contra nuestra libertad individual»

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Le Maire, un bombazo

El ministro francés de Economía, Bruno Le Maire. | Alexis Sciard (Europa Press)

Francia está de actualidad por su literatura erótica y su política. Leo en la prensa que el capítulo 11 de la novela del señor Le Maire (Neuilly sur Seine, 52 años) no es digno de un casado, de un católico ni de un ministro conservador. Dicen que los pasajes eróticos de su nueva novela han acabado arrastrándole a una literatura ‘porno soft’. Esto no ha de extrañarnos, porque todo ocurre dentro de un contexto cultural. En Francia hasta los ministros van de escritores por la calle y hay una cultura del espíritu rebelde, del ménage à trois, los amoríos al margen del amor, del noviazgo, el idilio o el romance. Quizá la esposa del ministro ya no le vote, para que todo sea muy francés.

España, impulsora y divulgadora de su cultura propia, no ha llegado todavía a entender todo esto. Los afrancesados sufrieron la incomprensión de sus contemporáneos y la posterior represión de Fernando VII, hasta hoy. De todas formas yo sólo pido salir dignamente de la censura. Nuestras políticas se han convertido en una suerte de sexólogas o psicólogas sociales que nos dicen cómo tenemos que vivir nuestra vida íntima y se meten en nuestro cajón de la ropa interior, nos vigilan a través del visillo… Hemos esperado unos días viendo engordar al monstruo de la campaña y esto es lo que ha salido: censura digital para aplicaciones de citas

«Los franceses liberales o liberados, después de conquistar el matrimonio, el amante y la literatura, solo quieren un poco de tiempo libre para el disfrute»

Esta censura nos decepciona un poco, mientras que en nuestro país vecino, el ministro escribe literatura ‘porno soft’ y la secretaria de Estado es entrevistada en la revista Playboy. La escritura es una manera desesperada y urgente de saltarse el trabajo haciendo de éste una vocación con pecado mientras el pueblo, en la calle, hace la revolución de las pensiones para jubilarse. Los franceses liberales o liberados, después de conquistar el matrimonio, el amante y la literatura, solo quieren un poco de tiempo libre para el disfrute. Y cualquier poderoso con imaginación literaria se siente un dios. El dandismo del ministro le personaliza sutilmente y le convierte, asimismo, en el fantasma de Maria Antonieta. Dicen los del palacio del Elíseo que alguna vez le han oído gritar en la sala de reuniones: «¡Que coman novelas!». Y estas palabras le sirven para casi todo. Se aplican a la decisión de gastar todo el dinero público necesario —«cueste lo que cueste»— para evitar la caída del mercado literario.

Sea como sea, en Francia nadie se apea del placer de la literatura y quizás el ministro de economía pueda darnos alguna charla en materia de libertad erótica y censura. En Francia tienen un gobierno libertino, mientras que aquí lo propio es tener unas ministras que atentan contra nuestra libertad individual, contra el cine porno, contra las aplicaciones para ligar y otras cosas ordinarias. Somos tan poco libres que tenemos que administrar la poca libertad que tenemos. En cambio, la curiosidad lectora de los franceses permite que un ministro o ministra pueda vender ‘porno soft’, tomando por asalto todos los medios, la proyección que su cargo le pone a mano y la publicidad que las librerías le ofrecen. Su libro ha sido un bombazo, y hasta la prestigiosa librería Gallimard, en el literario barrio de Saint-Germain-des-Prés, ha colocado la novelita en el escaparate. Por el morbo. 

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