Ganó Feijóo por cuatro motivos
«El presidente dio la peor imagen de sí mismo cuando era la hora de transmitir serenidad y conciliación, que es la clave para atraer al electorado del centro»
Pedro Sánchez se empeñó en afrontar el debate como si fuera una bronca de bar. Estuvo agresivo, gesticuló demasiado, hizo aspavientos estirando los brazos con la cara desencajada, e interrumpió incluso a los moderadores. Quedó como un arrogante que desprecia a media España, y eso no es bueno ni deseable.
El presidente dio así la peor imagen de sí mismo cuando era la hora de transmitir serenidad y conciliación, que es la clave para atraer al electorado del centro, cerca de un millón de votantes cansados de tanta trifulca barriobajera. Esto era lo que estaba en juego, y Sánchez falló. La sensación que dejó el debate fue que asistimos al final de su etapa de Gobierno. En suma, ganó Feijóo por cuatro motivos.
1. Conectó con el elector de centro
Feijóo acertó en el tono moderado y en las propuestas pegadas a la realidad. La bolsa de la compra, las hipotecas y las cifras manipuladas de empleo, incluso el uso del transporte público, permitieron al del PP conectar con el día a día de la gente. Esta era la clave. Los populares crecen porque se están llevando al elector centrista. Primero, Cs, luego 750.000 del PSOE, y ahora quedan unos 250.000 votantes pendientes.
Sánchez, en cambio, se alejó del centro. No hizo una sola propuesta económica o de estabilidad política que fuera atractiva para el votante centrista. Usó formas impropias de un político sensato. De hecho, fue Feijóo quien dirigió el debate en la parte económica, hasta el punto de que forzó a Sánchez a cometer el error de responsabilizar a los demás de su gestión. Empezó con la cantinela de la pandemia y siguió con la guerra de Ucrania, lo que dio la imagen de un líder poco serio y débil.
2. Más presidenciable
Aquí el KO fue considerable. La presentación de un documento para permitir el Gobierno de quien gane fue brillante. Dejó descolocado a Sánchez, incapaz de ocultar su odio a la derecha. Fue así cómo Feijóo agrandó su imagen de hombre de Estado, mientras Sánchez parecía el increíble sectario menguante. El socialista quedó como un incoherente: si Vox es tan malo para España y Europa, su responsabilidad es facilitar el gobierno del PP.
«El socialista tiene muy difícil quitar de la cabeza al electorado que ha mentido»
Feijóo cumplió además las cuatro reglas para transmitir confianza: fortaleza en el liderazgo, coherencia en el programa, seguridad expositiva, y empatía hacia el electorado. Y esto lo hizo criticando al mismo tiempo a su adversario en política exterior e interior. Las menciones a Marruecos, al móvil del presidente, a los pactos con Bildu y al trato de favor a los golpistas sacaron a Sánchez de sus casillas. Las imágenes serán carne de memes.
El socialista tiene muy difícil quitar de la cabeza al electorado que ha mentido. La estratagema del «cambio de opinión» es hilarante. De hecho, eludió la cuestión cuanto pudo. Es difícil dar una imagen presidenciable cuando la gente tiene la certeza de que su palabra no vale nada, que las promesas que hace hoy no sirven porque mañana puede «cambiar de opinión». En esta faceta el candidato del PSOE no estuvo a la altura. No transmitió fortaleza ni fiabilidad.
3. En los pactos no hay color
Feijóo desarticuló el posible daño que le puedan hacer los pactos con Vox presentando una propuesta a Sánchez para dejarse gobernar mutuamente, y no tener que hacer pactos incómodos. «Un hecho histórico», dijo. El socialista no pudo responder, lo que demuestra una falta grave de preparación o, como indiqué, un odio irrefrenable a la derecha.
El popular dejó sus preferencias claras al elector. Por orden: gobernar solo, con la abstención del PSOE, o con un pacto con Vox. El votante sabe a qué atenerse.
Sánchez, por su parte, no tuvo respuesta a la cuestión crucial de los pactos. Va a quedar el segundo el 23-J, y solo puede gobernar renovando los acuerdos con Sumar, ERC y Bildu. Quiso sostener la «alerta antifascista», pero falló. Demasiado impostada y previsible. Las encuestas dicen que esos acuerdos del PP con el partido de Abascal no erosionan sus posibilidades de ganar el 23-J, y son asumibles por el electorado de centro con tal de quitarse a Sánchez de en medio.
4. El antisanchismo sigue vivo
El objetivo de Sánchez en el debate y en las entrevistas que ha concedido era pinchar el globo del antisanchismo. Pero es imposible a estas alturas blanquear su forma de gobernar, y arreglar el deterioro de su imagen personal. El personalismo del todavía presidente y su victimización no interesa a nadie. Lo vimos en el debate. Mientras Feijóo hablaba del futuro de España, Sánchez lo hacía de sí mismo. La explicación del uso del Falcon fue patética.
Sánchez confirmó con sus formas y falta de concreción programática lo que es el sanchismo: malos modos con los constitucionalistas, y amabilidad con los rupturistas. No pudo estar más torpe. Al mismo tiempo que se defendía –gravísimo error que cometió durante todo el debate- confirmó la acusación de que el sanchismo es nocivo para la convivencia. Era su último gran acto electoral de la campaña, y le ha salido como el resto, un fiasco.