THE OBJECTIVE
Carlos Mayoral

Se muere el idioma español

«Urge una política lingüística común, con transversalidad entre América y Europa, que le devuelva a esta tecnología la fuerza que nunca debió perder»

Opinión
10 comentarios
Se muere el idioma español

Gabriél Rufián | Alejandra Svriz (The Objective)


El idioma es una tecnología. Una tecnología diseñada para la hegemonía política y económica. Desde el Renacimiento, las distintas naciones expansionistas utilizaron su lengua para imponer dicha hegemonía por ese mundo que empezaba a conectarse. En los puertos marítimos, crisol de culturas por excelencia, se imponían idiomas burocráticos, véanse el castellano en Nápoles o el inglés en Cartagena. Si el español sacaba un Cervantes, el inglés sacaba un Shakespeare que rivalizaba hasta en la fecha de su muerte, y que ejercían de atalaya literaria para los dos imperios reinantes. La religión cristiana sufría escisiones para poder identificarse ya, alejadas del latín, con las nuevas lenguas de los distintos imperios. Y así se establecerá una lucha ideológica e idiomática que no nos abandonará hasta nuestros días, máxime cuando en el XIX, con el auge de los regionalismos, las otras lenguas romance de la península así como el prerrománico euskera reclamaron el sitio que habían perdido en el fragor imperialista.

«El auge del español decrece por momentos, y desde luego pierde importancia respecto de otras lenguas con un menor número de hablantes nativos»

Llegando al presente y teniendo presente esta lucha ideológica y económica asociada al idioma, hace unos días pudimos ver cómo Rufián salía a la palestra para defender que el castellano es un idioma que por sí mismo subsiste, que por sí mismo crece, ya que de sí mismo se alimenta. Es un argumento clásico a la hora de defender las lenguas cooficiales, así que lo habrán escuchado blandido de distintas formas varias veces. Sin embargo, si bien hoy el idioma es una tecnología política tan potente como lo era entonces, la situación de expansionismo lingüístico dista mucho de aquella que se dio en el barroco. Así lo afirma el libro Los futuros del español (Alianza), a través de la pluma de sus tres autores, los catedráticos José Antonio Delgado, Juan Carlos Jiménez y José Luis García Delgado. Su tesis, basada en ejercicios de observabilidad, es que el auge del español decrece por momentos, y que desde luego pierde importancia respecto de otras lenguas con un menor número de hablantes nativos -no olvidemos que el castellano sigue siendo segundo en esa clasificación, sólo por detrás del chino.

Lo cierto es que no debe extrañarnos. Al contrario de lo que dice Rufián, efectivamente el castellano pierde fuerza, como bien argumenta este libro, algo que se puede comprobar, por poner tres ejemplos rápidos, en la escasa presencia en mercados electrónicos y en entornos digitales, en el poco recorrido que tiene entre las mejores universidades del mundo, o en la incapacidad cultural para imponerse en el escaparate de las grandes obras literarias. ¿El motivo? Muchos y muy diversos. Desde la inacción de las distintas administraciones hasta la falta de panhispanismo, pasando por el sainete que la propia España tiene montado en torno a sus lenguas. Por tanto, urge una política lingüística común, con decisiones firmes, con transversalidad entre América y Europa, que le devuelva a esta tecnología la fuerza que nunca debió perder. Mientras seguimos a vueltas con los pinganillos del Congreso, ahí afuera nuestro código común sigue siendo menos común cada día. Dense por avisados cuando llegue la hecatombe.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D