THE OBJECTIVE
Andrés Trapiello

Sánchez quiere que perdamos el juicio

«A Sánchez le espera un imposible: convencer a los españoles de que lo blanco es negro, y que ahora es de noche. El proyecto de Sánchez es la mentira. Mentirá una y cuantas veces lo necesite»

Opinión
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Sánchez quiere que perdamos el juicio

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Por su indudable importancia e interés, THE OBJECTIVE reproduce a continuación el discurso pronunciado en la manifestación de Cibeles por el escritor Andrés Trapiello.

Hace dos años y medio fue contra los indultos, y aquí seguimos en defensa de una igualdad a punto de saltar por los aires hecha pedazos porque alguien ha comprado la Presidencia del Gobierno con los votos de quienes han jurado la Constitución para acabar con ella en cuanto puedan o se les deje. Y es verdad, la compraventa ha sido escrupulosamente legal.

Decía uno entonces que resultaba difícil hablar levantando la voz porque a voces siempre parece que pierde uno algo de razón. Pero peor que perder la razón es perder el juicio. Sánchez quiere volvernos locos, quiere que perdamos el juicio. Y sí, vamos a tener que perderlo, pero como Alonso Quijano.

La semana pasada, un insensato, con esa infundada superioridad moral que conocemos bien, dijo que «los que arengan en esas manifestaciones contra la amnistía tienen cara de no haber leído el Quijote». Y la cosa es que acertaba sin saberlo, porque el Quijote es un libro que no se acaba de leer nunca. Por eso seguro que a cuantos se sienten superiores a los que nos hemos congregado aquí, a los que nos motejan a diario con los peores insultos, no les importarán este par de citas. En una el caballero de la Triste Figura recuerda a los cabreros que en la Edad de Oro «el fraude, el engaño y la malicia no se habían mezclado con la verdad y la llaneza», y en la otra le dice a Sancho: «Nunca te guíes por la ley del encaje o del favoritismo, que suele ser muy apreciada por los ignorantes que presumen de agudos».

«Por la ley del encaje y del amaño querrán volver constitucional lo que es inconstitucional, pero para cualquiera que tenga buen entendimiento, discreción y un poco de nobleza esta ley es y será para los siglos de los siglos una burla inmoral e indecente»

Para ley del encaje y del amaño, esta de la amnistía por siete miserables votos; para favoritismos, los que está teniendo El Corrupto con El Forajido que hoy gobierna España desde Waterloo.

Se nos dijo entonces también, hace dos años y medio, que los indultos normalizarían la convivencia. Advertimos que los indultos traerían aún más división y desigualdad y desembocarían en la amnistía. Nos aseguraron que tal cosa jamás sucedería porque era inconstitucional y porque la convivencia en Cataluña, con los indultos, ya estaba asegurada. Ahora dicen que la amnistía es constitucional y la convivencia, garantizada hasta hace dos meses en Cataluña, parece necesitar urgentemente una amnistía. Sánchez quiere volvernos locos, hacernos luz de gas. 

No obstante, algo hemos avanzado. Tristemente. Ahora, cuando decimos que esta amnistía ha exportado la división y desigualdad al resto de España nadie se atreve a desmentirnos, y si alguien afirma que para mantenerse en el poder, Sánchez concederá a los separatistas un referéndum, tampoco, porque su ambición personal no tiene ni límites ni escrúpulos. 

Se han repetido hasta la saciedad las razones por las cuales esta ley de amnistía es un adefesio, y cómo y en qué circunstancias esperpénticas ha sido redactada por los propios delincuentes que se beneficiarán de ella. Esta sinrazón la ve cualquiera que tenga buen entendimiento, discreción y un poco de nobleza. 

A Sánchez le espera un imposible: convencer a los españoles de que lo blanco es negro, y que ahora es de noche. El proyecto de Sánchez es la mentira. Mentirá una y cuantas veces lo necesite. Acaba de hacerlo en su investidura hace un par de días: en nombre de España se ha comprometido a trabajar por la unidad y la convivencia de los españoles, pero también ha prometido levantar un muro entre ellos. Quiere volvernos locos, que perdamos el juicio.

Hemos de confiar, sin embargo, más que nunca, en la ciudadanía española, tan quijotesca. En esa comunidad de ciudadanos libres e iguales que defenderá contra viento y marea, contra follones y malandrines, el principio cervantino, sagrado, de «que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro». 

Por la ley del encaje y del amaño querrán volver constitucional lo que es inconstitucional, pero para cualquiera que tenga buen entendimiento, discreción y un poco de nobleza esta ley es y será para los siglos de los siglos una burla inmoral e indecente. Intentarán perpetrar ese atropello, pero no en mi nombre. ¡Ni amnistía ni autodeterminación!

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