Instrucciones para empezar el año con buen pie
«Yo no tengo muy claro qué hacer con mi vida este año, pero os comparto algunas de las ideas que me dieron antes de que se extinguiera tan fugazmente el 2023»
«The years are short, but the days are long (los días son largos, pero los años son cortos)». Es la cita más desoladora que guardo en la memoria. Duele reconocerse en esta experiencia del tiempo: los años se nos pasan volando, estamos todavía acostumbrándonos con gran asombro a que el año se escribe con un cuatro al final, y ya casi se nos ha ido el primer mes.
A estas alturas algunos lectores habrán desistido de sus propósitos de año nuevo, habrán vuelto a fumar, o a beber, habrán dejado de ir al insufrible gimnasio o habrán vuelto a desayunar ese pincho de tortilla del que abjuraron. Otros seguiréis en la heroica lucha por ser la persona que desearíais ser. Yo todavía no tengo muy claro qué hacer con mi vida este año, pero os comparto algunas de las ideas que me dieron antes de que se extinguiera tan fugazmente el 2023.
Nietzsche sostenía con fiereza que quien piensa sentado, piensa con el culo, y creía firmemente que nuestro discurso se ha de alumbrar caminando. De todas las amonestaciones que nos hacen los grandes filósofos, esta es la que más respeto. Tengo la certeza de que aquel que cavila en movimiento, transfiere a sus pensamientos el progreso que hacen sus piernas sobre el terreno.
El penúltimo día del año pasado, paseaba por la sierra de Hornachuelos con mi hermano, mi cuñada, mi madre, mi mujer y mi amiga Beatriz. El camino atraviesa toda una paleta de color, allí están los acebuches que se inclinan al azul, los grisáceos alcornoques, los quejigos que por esas fechas aún conservan algunas hojas amarillentas, lentiscos de bayas anaranjadas, las matas de romero con sus azules flores de invierno y los madroños cargados de frutos rojos. Es un lugar que se presta a los pensamientos amables, de modo que les pregunté qué propósitos y buenas costumbres recomendarían a los lectores para empezar con buen pie el 2024.
Es decir, les pedí que me dieran material con la intención de hacer con ello uno de esos abominables artículos donde un columnista de vida poco ejemplar tiene la desvergüenza de dar consejos universales sobre lo que hoy llaman lifestyle o autoayuda, para saciar así la sed de positivismo ligero de algún desgraciado lector.
«Nadie dice ya feliz año porque nos enfrentamos a los días más deprimentes del calendario»
En cuanto empecé a sentir el tufillo de consultorio de revista juvenil que desprendía mi artículo de fin de año, plegué el ordenador y renuncié al atrevimiento de alentar cualquier tipo de frívolo propósito para mejorar la vida de nadie o el mundo en que vivimos. Desde entonces llevo dándole vueltas a las cosas que me sugirieron aquellos compañeros de paseo, las he reposado y por fin creo que puedo decir algo con honestidad este jueves, 17 de enero, un día sin épica, sin fiesta y sin santo memorable, cuando ya el 2024 está más que estrenado, nadie dice ya feliz año porque nos enfrentamos a los días más deprimentes del calendario, muchos han vuelto secretamente al consuelo de sus vicios y otros más están a punto de no volver a pisar el gimnasio hasta septiembre quizás. Es ahora cuando este artículo tiene algún sentido, de modo que prepárense para recibir tres consejos.
Encienda una vela
Tanto mi hermano como las mujeres del paseo estuvieron muy de acuerdo en que es importante tener una vela bonita en casa y encenderla de vez en cuando. La importancia de tener una vela es algo que me ha pasado inadvertido hasta ahora, y desde que me lo hicieron ver, concluyo que se exagera poco insistiendo en ello. Hay algo, coincidían mis acompañantes, en la liturgia de encender una vela. Esa pequeña llama que ilumina un rincón del hogar con una luz tenue y anaranjada, rodeada de sombras vibrantes y perfectamente recortadas, nos conecta de alguna manera con lo trascendente. La llama dirige el pensamiento hacia lo misterioso, concentra la mirada en un punto, nos ofrece recogimiento, nos devuelve el recuerdo de aquel altar de la capilla apartada, nos evoca al pequeño santo que escucha plegarias en lo oscuro de la iglesia.
Asimismo, la vela en la mesa de cenar detiene el reloj, apaga el mundo y enciende solamente el rostro de quien tenemos enfrente, para que solo existan en ese instante aquella persona que nos mira y a quien devolvemos la mirada.
De modo que si a usted le pasa como a mí, que no sabía que una vela es un producto de primera necesidad espiritual, apresúrese a comprar una y enciéndala muchas veces este año. Es un propósito fácil y barato de cumplir, y su vida en 2024 mejorará sustancialmente sin necesidad de que haga sentadillas ni de que ni que deje los torreznos.
People who show you new music are important
Mi hermano tiene en su móvil una foto de un cartel luminoso al borde de una carretera que dice: «Reminder: people who show you new music are important». (Recordatorio: la gente que te descubre música nueva es importante). Me parece una observación de gran calado, que no es nada obvia. Me hizo pensar en toda la gente que me ha enseñado música nueva a lo largo de mi vida, y cuando lo pienso, son gente que de verdad ha sido importante en la formación de mis gustos, no solo los musicales, sino también en lo artístico, lo gastronómico o lo literario. Celebremos a los exploradores infatigables de nueva música, los que nos alumbran como prometeos y nos liberan de las recomendaciones del algoritmo, que solo nos recomienda lo que ya era previsible que nos va a gustar porque tiene el registro de lo que ya se sabe que nos gusta. Estas gentes son imprescindibles para hallar aquello que no sabíamos que estábamos buscando. A esas personas hay que frecuentarlas, cuidarlas y tenerlas cerca, porque nos nutren. Haga ahora mismo la lista de todos ellos y vuelva a contactarlas.
No busque la felicidad, haga cosas concretas
Mi hermano sugiere recomendar algo que debiera ser obvio y que nos han contado ya muchas veces. Hay que dar. Ponerse en la posición de dar, más que en la de recibir o en la de recordarnos a nosotros mismos las cosas que nos merecemos. Pone el ejemplo de algunas personas con las que trabaja que son profundamente creyentes, que viven su fe sin alharacas y que a pesar de todo el tiempo que dedican a sus empresas, son capaces en su tiempo libre de encontrar la forma de organizarse para dar a otros más necesitados su tiempo, su dinero, su cariño o su esfuerzo. Él observa que se sienten bien consigo mismos: da paz olvidarse de uno mismo y dirigir la vida hacia el cumplimiento de lo que uno identifica como su deber hacia los demás. Esa paz del deber cumplido termina por ser una forma tranquila de felicidad.
Por el contrario, la gente que pone su empeño en la búsqueda de la felicidad, emprende por lo general un camino a ninguna parte, como los exploradores que partían sin un mapa hacia Eldorado y acababan naufragando. Porque la felicidad difícilmente se encuentra buscando la felicidad, que es una idea abstracta y no un objetivo concreto.
Hay más probabilidad de toparse casualmente con la felicidad como subproducto inesperado que uno obtiene cuando se enfoca en la realización de un objetivo concreto (construir una mesa, hacer una cena, pintar una habitación, subir un monte), que encontrarla cuando uno se propone esa cosa que los americanos llamaron el pursuit of happiness. Esto es una perogrullada y si me extiendo más en explicarle al lector lo que ya sabe, dejará de leer este artículo.
«La comunidad se fortalece a través de una acción inclusiva tan sencilla como dar una mano de pintura a una pared»
Sin embargo, a veces conviene que nos recuerden este tipo de cosas con una buena historia que ilustre la moraleja, y esto es a lo que voy. A mi hermano, y a mí, lo que nos ha recordado recientemente este mensaje, ha sido ver el documental producido y realizado por el colectivo Boa Mistura que cuenta el viaje personal de los cuatro integrantes del grupo: desde sus inicios como pandilla de grafiteros de suburbio de clase media madrileña que pintan grafitis bastante ortodoxos e intrascendentes, a colectivo artístico de gran ambición, con la capacidad de intervenir barrios enteros en cualquier lugar del mundo, y hacerlo de una manera que resulta profundamente transformadora para las comunidades con las que trabajan y absolutamente gratificante para ellos.
Todo parte de un descubrimiento fortuito. Este grupo de amigos estuvo en Sudáfrica haciendo grafitis, y se les planteó la posibilidad de pintar las fachadas de un club juvenil de bicicletas BMX , de consistencia chabolista, en un barrio marginal. Para ejecutar su diseño necesitaron implicar a los chavales que iban al club a montar. El edificio del club de repente se llena de color, se hace molón, tiene hype. Terminada la intervención pictórica de la sede del club, el lugar queda dignificado, y esa dignidad además se transfiere a los chavales, que al contemplar aquellas barracas decoradas se hinchan del orgullo de pertenecer a su club. Pero, además de provocar este flamante sentimiento de orgullo, ocurre que cuando estos jóvenes trabajan juntos en embellecer lo que es común a todos, crean nuevos vínculos entre ellos, de modo que la comunidad se fortalece a través de una acción inclusiva tan sencilla como dar una mano de pintura a una pared.
Cuatro grafiteros de un barrio de Madrid observan que algo que han hecho sin pensarlo demasiado han provocado en una comunidad sentimientos de orgullo y conexión: estas dos observaciones hechas al final de su intervención, hacen que la pandilla de grafiteros de barrio encuentren de forma fortuita una razón de ser que trasciende su propia obra. A partir de entonces evolucionan hasta convertirse en un disciplinado colectivo artístico de enorme ambición que es capaz de abordar complejas intervenciones artísticas en barrios marginales y comunidades excluidas de cualquier continente. Emociona ver cómo los miembros del colectivo Boa Mistura cambian completamente el propósito del grafiti, que suele ser una firma vanidosa con la que alguien se apropia de una esquina destartalada como lo hace un perro con su orín, y convierten la acción de pintar una pared en una forma de dar a los demás que casualmente parece hacerles muy felices. que casualmente parece hacerles muy felices.
En definitiva, un documental verdaderamente inspirador, que demuestra cómo a través de un objetivo muy concreto, muy de hacer con las manos algo modesto, de repente y sin quererlo, se nos revela una verdad que puede dar sentido a la vida.
Estas son las tres mejores recomendaciones que recibí el 30 de diciembre, paseando con mi familia por el campo. Por supuesto hubo muchas más, que por ser obvias y lugares comunes, creo que no merece la pena compartir. Además estas tres recomendaciones de año nuevo son verdaderamente fáciles de poner en práctica para todos los que a estas horas estéis en estado de derrota y depresión porque los propósitos imposibles que os jurasteis cumplir cuando estabais ahítos de champán se os hacen ahora sobrehumanos y superiores a vuestras fuerzas. Encender una vela, volver a ver a quien os descubrió música, y proponerse un objetivo concreto para transformar un lugar con lo mínimo, basta pintar una pared de color.