THE OBJECTIVE
José María Rotellar

La SEPI digital y el feroz intervencionismo del Gobierno

«El interés de Sánchez en incrementar la participación en empresas, que ahora se concreta en la SEPI digital, en un claro caso de involucionismo económico»

Opinión
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La SEPI digital y el feroz intervencionismo del Gobierno

Ilustración de Alejandra Svriz.

Una vez que el Gobierno decidió entrar en el capital de Telefónica, en un involucionismo intervencionista que sólo tiene precedentes, con la misma compañía, en la etapa falangista del franquismo, tras haber tratado de poner todo tipo de barreras de salida a Ferrovial meses atrás, el anuncio de la creación de una SEPI digital para invertir en las empresas sólo reafirma el interés del Gobierno en controlar el mundo empresarial, interfiriendo en el libre mercado.

Su decisión de crear esta entidad es, por tanto, un paso atrás para la economía de mercado:

1. En primer lugar, es un claro incremento del intervencionismo más rancio del que ha hecho gala el Gobierno de Sánchez.

2. Dicha fórmula, busca sortear las dificultades de la SEPI para poder financiar la operación, con la creación de este ente artificial, que, además, puede generar tensiones entre el ministerio de Escrivá y el de Hacienda, por el control de las participaciones empresariales.

3. Intensifica, como digo, el intento de control del Gobierno del tejido empresarial y cercena la libre decisión de las empresas.

4. Puede, adicionalmente, constituir un lugar para acomodar conocidos en su consejo de administración. No olvidemos que el hoy investigado Koldo García, quien fuera guardián de los avales de Sánchez en las primarias socialistas y persona de su máxima confianza, fue nombrado consejero de Renfe, sin cualificación alguna para el puesto.

5. Adicionalmente, la inseguridad jurídica creada con las regulaciones contra las empresas, ahuyentan la inversión, tanto nacional como extranjera, que mira hacia otros destinos, empobreciendo a la economía española.

Este intervencionismo que se acrecentará con la SEPI digital se une al ya existente, asfixiante. Por ejemplo, la subida del salario mínimo interprofesional otro 5%, que acumula ya casi un incremento del 55% desde 2018, es otro elemento de ataque a las empresas, pues muchas, las pequeñas y medianas especialmente, además de los autónomos con asalariados, no podrán soportar ese coste adicional, de manera que terminará por destruirse empleo —por mucho que traten de compensarlo con creación de empleo público—, al verse muchas empresas empujadas al cierre, al tiempo que se incrementará la economía sumergida.

No hay economía que soporte un aumento del 55% del salario mínimo en un quinquenio con productividad escasa, casi nula y en algunos años decreciente. Es una medida contraproducente, tomada, además, desde el espíritu de venganza de Díaz contra los empresarios por no aceptarle el 4% de subida.

«El afán de Díaz por endurecer el control horario introduce mayor rigidez en el mercado de trabajo»

Por otra parte, la obsesión de reducir la jornada laboral supondrá otra subida encubierta de salarios, ya que a menos jornada y mismo sueldo, el salario sube. Si no hay aumentos de productividad, y los datos no invitan a pensar en ello, pues vemos cómo descendieron en el IVTR-2023, todavía aquélla mermará más, seremos menos competitivos, muchas empresas pasarán por apuros, incluso por el cierre, y perderemos cuota de mercado, que redundará en menos empleo.

Si a ello le unimos el afán de Díaz por endurecer el control horario, se introduce una mayor rigidez en el mercado de trabajo, por no hablar de su pretensión de incrementar el coste de las indemnizaciones, que conduce directamente, de nuevo, primero a un freno a la contratación y después a destrucción de empleo.

Por último, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo quiere ahora limitar el sueldo de los altos directivos porque le parece inmoral que ganen unos sueldos elevados. Díaz agita un mal endémico español, que es la envidia, pues realmente no le molesta que ese sueldo lo ganen los altos directivos, sino que le molesta que no puedan ganarlo ella y los suyos, que en cuanto pueden tratan de realizar una metamorfosis en sus costumbres que recuerdan aquella afirmación que escribe Foxá en Madrid, de Corte a checa, en la que aseguraba que «en realidad, no eran marxistas, sino envidiosos».

Los salarios deben ligarse a la productividad, y los altos directivos a los que critica Díaz se ganan su sueldo no sólo de manera honrada, sino también eficiente, contribuyendo a la prosperidad de sus conciudadanos, no sólo con el pago de muchos impuestos, sino, sobre todo, porque con sus aciertos a la hora de gestionar generan mucho negocio y muchos puestos de trabajo de los que viven —y muy bien también— muchas personas, que, sin ello, estarían desamparadas o serían dependientes de un subsidio al arbitrio del Gobierno.

«¿Díaz y muchos miembros del Gobierno, empezando por su presidente, tienen capacidad y formación para ganar su sueldo?»

Quizás habría que hacer el análisis contrario: ¿Díaz y muchos miembros del Gobierno, empezando por su presidente, tienen capacidad y formación para ganar su sueldo? Y eso que los sueldos de los miembros del Gobierno no son altos, pero quizás sean estratosféricos para la valían de quienes ahora los ocupan, en claro deterioro de la política. Como guinda, su intento de control de producción y consumo de prendas de confección, terrible.

Y, como remate, el presidente del Gobierno afirmó en Davos, en una entrevista para Bloomberg, que deseaba incrementar esa participación gubernamental en distintas empresas, es decir, que aboga, claramente, por el intervencionismo, al tiempo que dice —no sé si es mentir o cambiar de opinión, según su argot— que la economía española va mejor porque crece más, reduce más su inflación, disminuye su déficit y baja impuestos a las rentas bajas, cuando sucede todo lo contrario: si ahora hay mejores datos de crecimiento es por venir de niveles más bajos; si se reduce la inflación es por venir de niveles más altos -en ambos casos, efecto base-; el déficit no lo reduce, sino que lo deja prácticamente igual pese a recaudar por la inflación 32.000 millones más; y los impuestos los sube, especialmente a las rentas más bajas, al establecer ayudas regresivas.

Y decir que la Bolsa va bien por su gestión muestra un claro desconocimiento de los mercados y la economía. Interés de Sánchez de incrementar la participación en empresas que ahora se concreta en el intervencionismo empobrecedor de la SEPI digital, en un claro involucionismo económico.

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