¿Es Ayuso una mujer?
«Quienes apelan a la igualdad de todos ante la ley al margen del sexo y del género son los fachas disponibles en el mercado del reproche y la autocomplacencia»
Circuló hace unos días la torturada respuesta de un (¿o una?) manifestante en una concentración pro-palestina a la pregunta «¿qué es una mujer?». Tras algún circunloquio se decantó por: «Es una comunidad política». En estos mismos días se ha hecho pública la existencia de una llamada Asociación de Trans No Normativos compuesta fundamentalmente por unas decenas de militares y policías que han modificado su mención del sexo en el Registro Civil al amparo de la ley 4/2023. Puesto que no han modificado ni su nombre ni su aspecto físico, la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales (FELGTBI+) ha pedido a la Fiscalía que actúe contra ellos por su condición de trans fake, fraudulentos.
La Federación incluye también en sus siglas a los «+», pero ese «+» no es tan inclusivo, por lo que parece, como para englobar a quienes, como estos militares, han decidido salir de su particular armario identitario como «trans normativos» (eso es en realidad lo que son al amparo de la ley 4/2023). En todo caso, los autodenominados «trans no normativos», a su vez, han reaccionado solicitando a esa misma Fiscalía que actúe contra la dicha Federación por transfobia. Consecuencias de la «despatologización» y de la consagración de la autodeterminación de género en nuestras leyes, consecuencias de las que nadie puede decir hoy que no estuviera advertido hasta la náusea desde hace unos cuantos años. Monty Python se retiró a tiempo porque la realidad supera ya toda parodia.
En jornada de mañana, y con la siempre conveniente divisa de alguno de los «feminismos» disponibles en el mercado de las ideas, justificamos la despatologización y consagramos la autodeterminación de género en nuestro ordenamiento jurídico, es decir, problematizamos la condición sexual femenina (la del hombre siempre ha estado y estará clara) con supuesta sofisticación epistemológica y ontológica. Ello puede incluso conllevar que Ayuso –con un par de ovarios pero pérfida y de derechas- no sea mujer, pero Duval o Antonelli –con un par de conciencias de clase- sí.
Después de comer, en jornada de tarde, insistimos en cómo el patriarcado imperó e impera en toda nuestra estructura social sin remisión posible (los antiguos, aún sin noticias de Judith Butler, no parecieron albergar muchas dudas sobre el sujeto de su explotación); nos colocamos las gafas violeta y resignificamos cuanto museo y exposición se nos ponga por delante; limpiamos, fijamos y damos esplendor a la neo-lengua que políticamente convenga, y un bote dos botes tres botes machista el que no diga «la persona trabajadora»; fijamos paridades y cuotas por doquier y obligamos a las empresas a disponer de «planes de igualdad» y también de un «plan LGTBI+» (¿incluirán a los trans no normativos?); denunciamos un nuevo caso de violencia machista, esto es, la agresión de un hombre a una mujer «por el mero hecho de ser mujer», olvidando que por la mañana proclamamos que no hay un hecho claro al que corresponda ser mujer; a punto de cenar insistimos en la necesaria «perspectiva de género» en cualquier dominio que se nos ocurra y recontamos brechas de género a conveniencia (unas cuentan pero otras no, como los pimientos de Padrón), cuando lo que en puridad querríamos contar y tener en cuenta es el sexo – el de las mujeres- pero, ¡ay! el sexo es disponible a voluntad de los sujetos.
«Para fraude el compromiso que incontables ‘intelectuales’, políticos y legisladores tienen con la coherencia, la verdad y la razón»
Eso sí, los negacionistas, esto es, quienes apelan a la igualdad de todos ante la ley con independencia del sexo y del género o de cualquier otra condición personal o social, son los otros, es decir, alguno de los variados fachas disponibles en el mercado del reproche y la autocomplacencia. Son, además, los auténticos culpables del aumento de las agresiones sexuales y de la violencia contras las mujeres. La primera Ayuso, que desde por la mañana no es mujer.
Para fake y fraude el compromiso que incontables «intelectuales», pensadores, políticos, legisladores y «prescriptores» tienen con la coherencia, la verdad (con minúscula) y la razón teórica y práctica. Llegada la hora crepuscular, cuando se animan incluso a sacar la pancarta y acudir a la convocatoria «inclusiva» del 8-M, la hegeliana lechuza de Minerva no remonta, se trastabilla como un pato cojo ante tanta patochada.