El día que expulsaron de Cuba a Casteleiro, la nueva directora del CNI
El director del espionaje de ese país la acusó de intentar acabar con el régimen castrista
La biografía de Esperanza Casteleiro, la nueva directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), es una de las más destacadas entre los agentes en activo. Entró en 1983 en la División de Inteligencia Interior y su director, el mítico espía Santiago Bastos, pronto se fijó en sus cualidades y descubrió la enorme valía que tenía para los temas de terrorismo y golpismo. Algunos de sus compañeros creyeron que el intenso y desbordante trabajo le permitiría ser de las mejores durante unos años pero la maternidad la apartaría de la competencia laboral. Efectivamente llegaron tres chicos, pero ella nunca bajó la guardia.
En 1987 colgó el uniforme de analista, los que pasan la mayor parte de su tiempo detrás de una mesa, y obtuvo un destino de agente de campo en la delegación en Brasil.
Con el paso de los años, a la estela de otra espía precursora de la presencia de las mujeres en el servicio, María Dolores Vilanova, se convertiría en la segunda mujer al mando de la División de Contrainteligencia, la encargada de evitar que actúen en España los agentes de otros países.
Durante el mandato del diplomático Jorge Dezcallar fue designada directora de Recursos Humanos y al llegar Alberto Saiz a la dirección en 2004 ascendió a secretaria general, la número dos del servicio. Su mano dura y experiencia le granjearon grandes enemistades, motivo que no tuvo nada que ver con su cese en 2008.
A partir de ese momento, su biografía oficial muestra importantes destinos que contribuyern a encumbrarla al despacho que ahora ocupa: jefa de la unidad de inteligencia del CNI en el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, jefa del gabinete de la ministra de Defensa, Margarita Robles, y secretaria de Estado de Defensa. De lo que no se habla por ninguna parte es de su destino como jefa de la delegación en Cuba, puesto en el que pasó poco tiempo. No se menciona porque esa parte de la película acabó mal.
Pidió voluntariamente la complicada Cuba
En el año 2008, Alberto Saiz decide prescindir de ella como secretaria general y, como es tradicional, la pide que elija el destino al que quiere ir. Casteleiro lo piensa y elige Cuba, uno de los puestos más complicados en aquel momento. Puso en marcha una operación de inteligencia que desencadenó la liberación de presos políticos por el régimen castrista. Un éxito, pero el riesgo que corrió en su trabajo en la isla no tardaría en pasarle la cuenta.
Su misión y la de sus tres compañeros en una delegación tan importante para España era obtener información de los movimientos de los etarras en la isla, seguir el estado de salud de Fidel Castro y su influencia en el Gobierno de su hermano Raúl, el estado de su programa energético y las relaciones de Cuba con países como Estados Unidos, Rusia y China.
Para ello debían captar a las fuentes que tenían acceso a esa información. Uno de ellos fue Conrado Hernández, con nacionalidades cubana y española, enlace de la Consejería de Industria vasca con la cubana Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial.
Hernández era amigo desde la juventud del secretario del Consejo de Ministros de Cuba Carlos Lage. Este, a sus 58 años, era una de las jóvenes promesas del régimen. Durante el tiempo que llevaba en la cúpula del poder había apadrinado diversas reformas económicas. La amistad entre los dos llevó al CNI a captar a Hernández como informador.
Lage, junto con Felipe Pérez Roque, ministro de Asuntos Exteriores, representaban la línea más aperturista, actitud que los convertía en sospechosos. No solo para el servicio secreto, sino para algunos miembros del Gobierno que pretendían que nada cambiara en la isla. Pero una cosa son las sospechas y otra bien distinta los argumentos poderosos. Hasta las dictaduras los necesitan cuando quieren quitarse a alguien de en medio.
La Dirección de Contrainteligencia grabó en 2008 una comida que Conrado Hernández celebró en un restaurante de La Habana con dos agentes del CNI, en la que hablaban sobre las informaciones que a los espías les interesaba conseguir. Ya sabían de las relaciones del cubano —para ellos no existe la doble nacionalidad— con el espionaje español, pero esa prueba era de una utilidad extrema si alguna vez querían actuar contra él.
Los agentes españoles sabían por Hernández que su amigo Lage acudía a visitarlo de vez en cuando a su hacienda en el departamento de Matanzas, por lo que le habían entregado unos equipos de grabación para poder escuchar al detalle todo lo que decía.
Lo que pasó en uno de esos encuentros, al que asistió también Pérez Roque, no ha quedado suficientemente aclarado. Se sabe que en el fragor de la conversación, los políticos se sintieron liberados: criticaron a Raúl Castro y a su camarilla, a los que despectivamente calificaban de «viejos».
Unos piensan que la Dirección de Contrainteligencia había instalado sus propios micrófonos. Otros que sabían que Hernández había colocado los suyos sin que hicieran falta más, pues era un agente doble de los cubanos. En cualquier caso, el espionaje cubano montó su propia versión de la historia: el CNI había captado a Hernández, este intentaba atraerse a Lage y a Pérez Roque, que mostraron abiertamente sus críticas al régimen. Conclusión: el CNI estaba intentando que miembros del Gobierno cubano trabajaran para ellos con el objetivo de derrocar a Raúl Castro.
El 14 de febrero de 2009 Hernández fue detenido en el aeropuerto de La Habana cuando iba a tomar un vuelo para viajar con su esposa a Bilbao. El 27 de ese mes registraron la sede de su empresa. Y el 3 de marzo una nota Oficial del Consejo de Estado informaba que Lage y Pérez Roque habían sido cesados en sus cargos. Extraoficialmente, se informó de que se les acusaba de querer llevar el capitalismo a Cuba.
Para demostrar la solvencia de las acusaciones, se filtró a la prensa extranjera su vinculación con el CNI. Sin embargo, el único vínculo real era el de La Casa con Hernández y las grabaciones que había realizado en su domicilio. Nada que relacionara directamente al espionaje español con los dos políticos cesados.
En marzo de 2009 el ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos, recibió una llamada sorprendente. El general Delgado, jefe del servicio secreto cubano, le comunicó que habían decidido expulsar a tres agentes españoles destinados en la isla por intentar promover un cambio de régimen, uno de ellos Esperanza Casteleiro. Moratinos le transmitió el contenido de la conversación al director del CNI Alberto Saiz y este telefoneó a Delgado, que ni en esa ocasión ni en las siguientes quiso atender sus llamadas. Saiz le negó las graves acusaciones a Moratinos y le pidió que adoptara las medidas de respuesta diplomáticas acordes con una situación injusta: la expulsión del mismo número de agentes cubanos destinados en España, a lo que el ministro se negó. Moratinos llevaba tiempo empeñado en ser amigo de los cubanos.
Si Casteleiro y sus compañeros hubieran actuado según la versión de los cubanos, Delgado habría cogido el teléfono a Saiz, quien, como es costumbre, se habría disculpado y habría retirado por voluntad propia a su agentes. No descolgó el teléfono porque su interpretación era una manipulación y entre espías no se actúa así. Castro quería cargarse a Lage y a Pérez Roque. Todo valía para conseguirlo. Incluida la expulsión de Esperanza Casteleiro.