'Mamá, soy trans': así es el libro que ayuda a las familias a que sus hijos no cambien de sexo
La obra de dos psicólogos y una mujer que «desistió» de un proceso de transición enseña a rastrear el origen, comprender y tratar a jóvenes con disforia de género
Cuando los psicólogos José Errasti y Marino Pérez publicaron Nadie nace en un cuerpo equivocado, un libro crítico con la teoría queer que preconiza la «autodeterminación de género», se encontraron con dos situaciones recurrentes en sus presentaciones. La primera, el boicot por parte de los sectores del transactivismo más intransigentes. Y la segunda, numerosas madres que se acercaban preocupadas preguntándoles qué hacer en caso de que sus hijos se declaren transexuales. De estas dos circunstancias nace su última obra: Mamá, soy trans: una guía para familias de adolescentes con conflictos de género. También editado por Deusto.
«Cada intento que sufrimos de cancelación, así como la violencia que sufrimos, es un aliciente que nos motiva a seguir en el tema», confiesa Errasti a THE OBJECTIVE, que abunda: «Lo peor que podríamos hacer sería retirarnos ante un acto de violencia. No se pueden salir con la suya». El profesor de Psicología en la Universidad de Oviedo explica que su último libro es «una guía práctica, con consejos prácticos y concretos sobre qué hacer cuando este problema entra en una casa, en una familia».
Es por eso que el libro cuenta con el testimonio de Nagore de Arquer, estudiante de psicología y mujer «desistidora» de un proceso de transición de género que, tras entender qué le sucedía y los motivos que habían desencadenado ese deseo, se ha dedicado a concienciar y ayudar a mujeres jóvenes que se declaran trans. «Mi activismo consiste en escuchar a la gente que está en una problemática similar», expresa a este medio, para ayudarles a «identificar las causas del problema» y solventarlo antes de emprender un proceso de hormonación que tendrá consecuencias médicas -físicas y psicológicas- irreversibles.
Y es que Nagore fue inicialmente víctima de lo que se llama una «terapia afirmativa». Esto es, aquella en la que el paciente se autodiagnostica del sexo contrario y el especialista no lo pone en cuestionamiento, sino que lo ratifica. Más adelante dio con otra psicóloga que «analizó el problema, identificó las causas y se centró en las dificultades», relata. Desde entonces, colabora con la asociación AMANDA, conformada por madres jóvenes con problemas de disforia de género de inicio rápido.
Efectos de la ‘ley trans’
Tanto los autores del libro como AMANDA comparten una preocupación: los efectos que la aprobación de la ley trans impulsada por Irene Montero, y en vigor desde el pasado mes de marzo, puede tener a largo plazo en la infancia. Y es que los bloqueadores para el desarrollo de la pubertad, que figuran como «no recomendados» para los menores en la ficha de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), tienen consecuencias muy negativas en la fisionomía.
Entre los problemas detectados por Lesbians United, en un estudio traducido en nuestro país por la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, destacan los ligados «al esqueleto, el sistema cardiovascular, la tiroides, el cerebro, los genitales, el sistema reproductivo, el sistema digestivo, tracto urinario, músculos, ojos y sistema inmunológico». Por si fuera poco, los agonistas de la GnRH «pueden ser perjudiciales para la salud mental y aumentar el riesgo de suicidio».
Los bloqueadores para el desarrollo de la pubertad se han recetado a los adolescentes con disforia de género desde 1998, pero también a delincuentes a los que se les ha castrado químicamente. Hasta junio de 2022, la FDA (la agencia de medicamentos de Estados Unidos) recibió más de 60.400 informes adversos sobre el uso de los agonistas de la GnRH comunes, incluidas casi 8.000 muertes. Unos datos alarmantes.
«El tratamiento a menores con disforia de género debe ser abordado desde una óptica profesional, académica, no desde el activismo y la ideología», considera José Errasti, en referencia a «quienes imponen ideas absurdas basadas en filosofías que niegan la realidad biológica»: «Debe dejarse trabajar a los profesionales como hemos hecho con la ansiedad, la depresión o la anorexia. Son problemas que hacen que la gente lo pase mal. No son enfermedades, pero sí atascos relacionados con el cuerpo que sufre cada vez más gente». En gran medida por el llamado «contagio social».
En este sentido, los autores critican que la ley trans se tramitase y aprobase en España sin permitir la comparecencia de los expertos. «El resultado va a ser dramático porque muchos jóvenes van a ver sus vidas muy complicadas con intervenciones médicas irreversibles», se lamenta el psicólogo, que cierra con una nota positiva: «Afortunadamente, los países que nos llevan ventaja están empezando a recular: Finlandia, Suecia, Noruega, Reino Unido… Han dado marcha atrás y las intervenciones médicas ya están desaconsejadas. Es una pena que aquí se haya legislado en dirección contraria, pero tarde o temprano España se dará cuenta del error que ha cometido».
La empatía como receta
El libro receta la empatía, la cercanía y el más escrupuloso respeto como requisito indispensable para tratar a quienes sufren un problema que cada día afecta a más jóvenes. ¿Pero cómo entender esta fórmula? La explica Errasti: «La empatía implica entender qué papel está jugando en la vida de la persona el sufrimiento, entender que es real, pero aceptando ese sufrimiento no tenemos que aceptar ni validar la explicación que la persona da a ese sufrimiento porque las causas pueden ser o no ser las que la persona atribuye». Esta aseveración la comparte Nagore de Arquer.
Ambos zanjan esta entrevista precisando en qué consiste el respeto a las personas trans: «Respeto es tratar a la otra persona como igual y establecer con ella un diálogo en el que ambas partes estén dispuestas a cambiar de opinión. No hay que darle la razón como a los tontos porque dar la razón a alguien que dice cosas que no son razonables sí es una falta de respeto. La ley trans entiende el respeto desde la lógica de un dependiente de un centro comercial, que está obligado a dar la razón al cliente. Eso no es respeto, es aquiescencia. Respetar supone decir que sí y, a veces, decir que no».